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Rodríguez: el hombre que hizo más goles que nadie

La llegada del gaditano, máximo goleador histórico del club, devolvió la ilusión por el fútbol a una ciudad en la que se convirtió en un gran ídolo

Rodríguez: el hombre que hizo más goles que nadie

Publicaba Antonio Machado en 1912 La tierra de Alvargonzález, un romance ambientado en la provincia de Soria, donde un asesinato provocó una maldición divina sobre los campos de la zona.

Casi ochenta años después, la habitual calma que reinaba en Covaleda, uno de los pueblos que popularizó el poeta en dicha leyenda, se vio alborotada por un torrente de ocio en la tarde del domingo 28 de julio de 1991.

A la misma hora que Indurain ganaba su primer Tour, el municipio de Covaleda albergaba un campamento internacional con casi un millar de jóvenes y también el inicio de la pretemporada del Hércules, en su cuarto intento por salir de las penurias de 2ªB.

Nada hacía presuponer que aquel primer amistoso de la 91-92 iba a pasar a la historia del club. Principalmente porque la estampa no era la más propicia: el rival jugaba en regional, el campo no tenía vestuarios, los jugadores debían cambiarse en un polideportivo a tres kilómetros, donde un autobús les transportaría, y el árbitro salía cambiado de su coche particular.

El encuentro fue una fiesta rotunda. El abultado 0-8 que el Hércules endosó a los locales fue presenciado por mil personas, la gran mayoría, chavales del campamento.

Pocas conclusiones se podían extraer de aquel choque, excepto el hat-trick del pundonoroso Paco Luna y el primer gol con la camiseta blanquiazul de Eduardo Rodríguez, que pronto sería ídolo de la afición y que terminaría convirtiéndose en el máximo goleador de la historia del club.

El fichaje

Su llegada a Alicante fue el culebrón del verano porque el Hércules lo presentó a principios de julio, pese a que el ariete todavía tenía contrato con el Badajoz, y se armó el lío.

Finalmente, el club tuvo que pagar ocho millones de pesetas a los extremeños para poder oficializar su fichaje.

El delantero se había criado en el Atlético Sanluqueño, club de su pueblo natal, y después había sobresalido en el filial del Betis, llegando incluso a debutar en 1ª en la jornada de huelga de futbolistas de la 84-85 con dieciocho años.

A los cuatro años, volvió a asomarse por el primer equipo bético en la máxima categoría gracias a la confianza de Eusebio Ríos y no defraudó. En su debut marcó el gol del equipo en el añorado Atotxa a todo un mito como Arconada y, una semana más tarde, volvía a anotar en la victoria ante el Oviedo. No obstante, el equipo descendió a 2ª división sumido en una gran crisis.

Tras pasar por el Recreativo de Huelva, lució en un Badajoz que se quedó a las puertas del ascenso a 2ª división en la 90-91. El secretario técnico del Hércules Joaquín Irles se había quedado prendado de él tras haberlo visto en un partido en Alcoy y le dijo al presidente Albarracín: «Fíchalo, le sacarán pañuelos en el Rico Pérez».

Aquel año el Hércules no estuvo ni una sola jornada en ascenso y sólo con la llegada de Humberto mejoró, pero las seis victorias en las seis últimas jornadas fueron estériles para dar caza al Elche, poseedor de la cuarta plaza.

Rodríguez brilló en el sprint final y terminó con 15 goles el curso, gracias en gran parte a los ocho goles que marcó en Copa en un fabuloso inicio de temporada, como siempre acostumbraba.

Ascenso y récord goleador

La temporada siguiente, con el joven entrenador Quique Hernández, fue otro cantar.

En pretemporada sólo marcó dos goles (uno al modesto Boltaña y una preciosa vaselina al Real Madrid), pero cuando empezaron los partidos oficiales se desató. Hasta en 40 ocasiones cantó gol durante un año irrepetible.

El primero de todos, en Copa en Ontinyent presagió lo que venía: El Clariano rompió a aplaudir tras ver un tiro a la media vuelta desde 50 metros que acabó en la red. Fue la primera vez que le llamaron «Curro Romero», pero no la última.

Su fútbol -el de un delantero rápido, muy astuto, con un regate mortal en el área y una chistera sin fondo- apasionó a Alicante. En la 92-93 batió todos los registros e hizo 40 goles (32 en Liga, 4 en Copa y 4 en la Promoción que llevó al Hércules a 2ª), más que nadie en cualquier otra categoría. Además, jugó los 50 partidos oficiales de titular. Una proeza.

En la pretemporada siguiente marcó 13 goles (2 de ellos al Real Madrid) en 10 partidos y su nombre resonaba por todo el país.

Por si fuera poco, en los primeros 4 partidos de Liga hizo 4 goles (más 1 en Copa) y Goikoetxea, ayudante de Clemente en la selección española, fue a verlo en directo a Burgos. Varios equipos de 1ª se interesaron por él (entre ellos el Valencia), pero fue el Rayo quien se llevó el gato al agua al pagar 40 millones de pesetas.

El conjunto de Vallecas descendió ese año y su éxito no fue el esperado. Tras otro año en Madrid y un ascenso a 1ª, regresó al Hércules para la 95-96 a las órdenes de Manolo Jiménez. Se ascendió a 1ª y volvió a brillar de nuevo.

Marcó 15 goles, alguno de ellos nuevamente memorable, como un gol olímpico al Villarreal y parecía no tener fin.

No obstante, en la 96-97 el club fue un despropósito, naufragó por 1ª y sólo dio un par de alegrías a la afición ganándole al Barça los dos encuentros. En el primero de ellos, que cumplió el pasado viernes veinte años, Rodríguez firmó el 2-3 definitivo tras volver loco a Blanc, que a la postre sería campeón del mundo.

Fue su único gol aquel curso. En el siguiente, pese a perder la titularidad, marcó 9 goles.

Sus últimos como profesional, sus últimos goles con el equipo de una ciudad donde fue e hizo feliz.

Tras retirarse con sólo 32 años, se afincó con su mujer María Jesús y sus hijos Eduardo y Álvaro en Alicante, donde se dedicó a negocios particulares.

También trabajó en varias ocasiones en el Hércules, club que no despidió como merecía al máximo goleador de toda su historia.

Dejó la marca en 87 tantos, que realmente fueron más de 100 sumando los amistosos, cifra que comenzó una tarde de julio por uno de los campos malditos de Castilla casi sin hacer ruido, como ha decidido continuar su vida.

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