Hace 25 años el Hércules militaba también en la Segunda B. En igual jornada llevaba el club alicantino los mismos puntos, cifra que no le sirvió al término del campeonato para ni siquiera intentar ascender, pues ocupó la quinta posición de la tabla. Llevábamos tres años seguidos en la categoría de bronce del balompié español, que inició su andadura, intercalada entre la segunda y la tercera, en la 77-78 con únicamente dos grupos y no tuvo el actual formato, cuatro grupos, hasta 10 años después. Son pues muchos, demasiados años, algo más de veinticinco para el Hércules, en los que, cuando ha tenido que competir en la categoría, que han sido la friolera de 14 años, uno más que los que lo ha hecho en Segunda, para que se queje amargamente Dani Barroso del estado de los escenarios de los partidos en esta categoría, y en particular del de Badalona, donde los blanquiazules sacaron un raquítico empate a cero. Comparaba en sus declaraciones de hace días, ciertos campos a los que el Hércules ha de rendir visita, con los de Regional, y hablaba del debate que sobre el particular viene haciéndose durante años.

Aunque lo manifestado por el director deportivo del Hércules parecen más excusas de mal perdedor, no deja de llevar razón al respecto del lamentable estado de algunos campos. Pero quizás lo que no tiene en cuenta Barroso, y el Hércules como entidad, es que mientras que la estructura organizativa de la categoría sea la actual, no hay remedio posible para subsanar tales deficiencias, y menos en los tiempos que corren en el que el dinero en segunda b tiene escasa presencia, y los equipos no tienen, en su mayoría, capacidad económica ni social para cambiar las cosas. Por tanto, la lucha en la Federación, o donde corresponda, se ha de dar intentando que la Segunda B cambie de una vez por todas de formato, volviendo a sus orígenes.

80 equipos parecen demasiados para una categoría en la que ascender se convierte año tras año, sobre todo para algunos equipos que han militado en las competiciones superiores, en una auténtica obsesión que puede acabar por hundirlos y llevarlos incluso a la desaparición. El nivel de los campos y el estado del terreno de juego es representativo de algunas de las poblaciones que tienen representante en la categoría y de clubes que no se les puede pedir esfuerzos en esta materia. Reducir el número de equipos, y por tanto de grupos, dejándolos en únicamente dos, con ascensos directos y promociones para cubrir las vacantes por descenso de la segunda división, llevaría a subir el nivel de la categoría en juego, jugadores, equipos, y por tanto en terrenos de juego, pudiendo entonces establecer unos mínimos a exigir como solicitaba Barroso en sus declaraciones.

Se hace pues inevitable una remodelación de la categoría para beneficio del propio fútbol, clubes y aficionados, dejando de lado eufemismos y llamando a las cosas por su nombre, Tercera, que no Segunda B, y Cuarta División, sin complejos. La dificultad radica en que la Federación juega más a política, con los votos y adhesiones de los clubes que se encuentran cómodos en la división de bronce, que a intentar poner orden y lógica en los estamentos deportivos que dependen de la misma.