La penúltima intervención de la política en la entidad blanquiazul, tuvo lugar con ocasión de la compra por parte del consistorio del estadio Rico Pérez, con Ángel Luna como primer edil. Corría el año 1994, un año antes de las siguientes elecciones, y el Hércules se encontraba prácticamente en la bancarrota, deudas millonarias con Hacienda y la Seguridad Social, le ponían a un paso de la desaparición. Presto, el alcalde, acudió a su rescate, no sin oposición y críticas de parte de la sociedad alicantina, y a cambio de hacerse cargo de la deuda contraída por la mala gestión de los dirigentes herculanos tras la era de Rico Pérez, el Ayuntamiento, o sea el municipio, se quedó en propiedad el estadio blanquiazul. Gesto de Luna aplaudido por la familia herculana, pero que tuvo no obstante un marcado carácter electoralista, que a la postre no le sirvió de mucho ante la irrupción de los populares en 1995 ganando por mayoría absoluta los comicios.

Llegó a la alcaldía el Partido Popular con Alperi a la cabeza. Al tiempo Zaplana hizo lo mismo en la Generalitat. Los populares pasaron a gobernar prácticamente todas las instituciones públicas de relevancia de la Comunidad Valenciana, pasando por las alcaldías de las tres capitales de provincia y las diputaciones provinciales. Con un poder omnímodo obtenido en las urnas, pusieron, sin prisas, pero sin pausa, a su servicio la mayoría de las entidades de cualquier naturaleza en el mapa de la Comunidad Valenciana. Cajas de Ahorro, patronales, cámaras de comercio y otras cayeron ante la toma por asalto del poder político popular. No se libró el Hércules de ello, y el club blanquiazul, fue a partir de esa fecha una sucursal más de la casa de la gaviota, poniendo y quitando presidentes y consejeros a su libre albedrío. Fue la época de Aniceto Benito, más tarde nombrado vocal del consejo de administración de la CAM, y personas afines a los populares que finalizó con Luis Esteban como presidente herculano, que así mismo fuera nombrado como consejero de la caja alicantina por el cupo de la Generalitat, y que también presidiera en su día la Cámara de Comercio alicantina.

Tras esta etapa, el alcalde alicantino, con el beneplácito de las autoridades valencianas, puso en manos de un constructor/promotor, Enrique Ortiz, al Hércules, comprometiéndole a que se hiciera cargo de la entidad blanquiazul con la contrapartida de favores y privilegios en obras y servicios del consistorio alicantino, y allá donde su influencia pudiera llegar, que en aquellos momentos era mucha, dada su amistad con Camps, sucesor de Zaplana al frente del Consell. De todo ello está dando cuenta en los tribunales, confesando sus sobornos al partido popular, el que sigue siendo máximo accionista del Hércules. En mayo de 2007, con Castedo ya al frente de la casa consistorial, el estadio retornó al Hércules, suscribiendo un contrato de recompra, con el visto bueno de la oposición liderada por Roque Moreno, que Ortiz ha incumplido sistemáticamente. Estos últimos polvos, han traído los actuales lodos, el fango en el que se encuentra el club por la gestión nefasta de un promotor, Ortiz, que ha aumentado su patrimonio particular de manera exponencial, y que ni es aficionado al futbol, ni seguidor herculano, y únicamente se ha servido del Hércules para su promoción personal y faceta profesional, dejando al club a la deriva en el pozo de la segunda B, categoría en la que lleva tres años seguidos.