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Pasión futbolera en el camposanto

Herculanos hasta la muerte

En el cementerio de Alicante proliferan las lápidas con el escudo del Hércules por petición del finado o de la familia

La inconfundible huella de un escudo que ha sido arrancado por algún vándalo del granito de una lápida del cementerio de Alicante desvela el vínculo de un hincha orgulloso de arrastrar la pasión por el club de sus amores hasta el más allá. La losa presenta una sencilla inscripción en blanco con el nombre del finado y, a escasos centímetros más arriba, centrado, sobresale el escudo del Hércules adornando la base donde se depositan las flores. Esa lápida, curiosamente, reposa a unos veinte metros de los panteones de las familias La Viña y Bardin, dos apellidos ilustres que, junto a Vicente Pastor, colocaron al Hércules en el trono futbolístico de Alicante. La granítica losa que preside el escudo con la cabeza negra coronada con laurel, no obstante, pertenece a otro herculano, desconocido, pero con una historia que rebosa devoción, digna de ser contada.

Ángel Ortega Ramos se aferró a su familia y al Hércules, sus dos pasiones, hasta el final de sus días. En 1987, con 42 años, este alicantino, empleado de la fábrica de aluminio, sufrió un infarto cerebral que ocasionó una tetraplejia que le mantuvo postrado en su cama hasta su muerte, el 17 de abril de 2002, a la edad de 57 años. Hincha incondicional del club alicantino desde niño, Ángel dejó de rendir visita al Rico Pérez para ver en directo a su equipo tras padecer el infarto, pero su pasión por los colores blanquiazules no disminuyó ni un ápice. Más bien, al contrario. «Veía todo lo que se televisaba relacionado con el Hércules», relata su viuda, Ana María, «partidos, resúmenes, programas de radio, recibía en casa a los amigos que le contaban la actualidad del equipo... Mantuvo hasta el final su pasión».

«Para Ángel», continúa Ana María, «Real Madrid y Barcelona no existían. Solo tenía ojos y oídos para el Hércules. Coleccionaba todo lo que salía relacionado con el equipo: bufandas, camisetas, botellas de vino, calcetines... Tenía hasta una cadena con medalla en la que estaba grabado el escudo del club. Y, sobre todo, disfrutaba con el vídeo de las imágenes del ascenso a Primera (de 1996). Eso sí, también cogía berrinches cuando perdía».

Por ello, cuando su corazón dejó de latir, Ana María y sus hijos interpretaron sin dudar «lo que a Ángel le hubiera encantado»: Presidir su tumba con el escudo del Hércules. «No nos lo dejó dicho, pero cuando surgió esa sugerencia, toda la familia supimos que eso le hubiera hecho feliz».

El caso de Ángel no es aislado. En el cementerio, sobre todo en la parte nueva, el escudo herculano ya preside numerosas lápidas.

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