De una clara goleada que se intuía al cuarto de hora se pasó a la oscuridad. Por ese camino transitó el Hércules, que acabó enredándose en un partido que debió resolver antes del descanso. Y pudo ser peor dado que el Olimpic, antes de consumar el empate, desperdició un penalti propiciado por un forcejeo en el área. La piel de cordero del enemigo setabense acabó endurecida merced a la falta de definición herculana. En esta ocasión, no ayudaron mucho las decisiones de Manolo Herrero. El entrenador del Hércules tardó en reaccionar para cambiar la velocidad de un partido que ya apuntaba al atasco en el descanso. Y cuando lo hizo optó por sacar del campo a Miñano, el mediocentro con más capacidad ofensiva de los tres que tenía en el campo.

En todo caso, el combate debió quedar resuelto mucho antes. Si no sucedió así fue debido a la falta de pólvora en la zona de definición. Gato, coronado como '9' indiscutible de este equipo, no está fino con el punto de mira. A los cuatro minutos pudo aclarar el rumbo con un balón de oro servido por Miñano dentro del área, pero una vez más el disparo no llevaba inoculado el veneno necesario para perforar la piel del meta visitante. Esas oportunidades tan claras que aparecen a las primeras de cambio deben materializarse sí o sí.

Herrero optó por repetir equipo sin reparar en que ante un rival de tan poco volumen podía sobrar nudo con Yeray y Espinosa, dos mediocentros de corte defensivo. En todo caso, el Hércules transmitió buenas vibraciones en el arranque frente a un enemigo diminuto, encogido, sólo decidido a meter cemento en su parcela para frenar la ambición local.

Al cuarto de hora, el equipo alicantino ya registraba un par de ocasiones claras y un gol anulado a Nieto por falta previa de Gato. Lo mejor eran la sensaciones en el campo, donde únicamente sobresalía el cuello de un bloque netamente superior al otro. Antes de llegar al descanso, el Hércules acumulaba ocasiones, pero pecaba de desacierto en el remate. Eso y algún despiste que pudo acabar mal envalentonó a los valencianos, a quienes el cronómetro fue cargando de razones para comenzar a creer que algo bueno podían llevarse a Xátiva.

Aburridos por la clara superioridad, el Hércules desaceleró, como si asumiera que podía despachar al oponente sin necesidad de exprimir todo su potencial. Así llegó el primer aviso del Olimpic, un rival al que le cuesta un mundo dar un susto.

Herrero decidió no tocar nada, pese a que el partido requería alguna sacudida en busca de chispa. El asunto pareció arreglarse en una acción a balón parado: Un saque de esquina botado por Chechu fue rematado de manera impecable por Atienza (1-0, m.58). El gol, sin embargo, no desniveló realmente el partido. El Hércules seguía entre la niebla, sin dar la sensación real de que aquello estaba finiquitado, más por demérito propio que por amenaza del enemigo.

El Olimpic encontró el favor arbitral en una acción a balón parado. Un saque de esquina acabó en penalti por un agarrón de Atienza a un jugador valenciano. La típica acción que, si se muestra rigor, acumularía dieciocho penaltis en cada partido. En esta ocasión le tocó al Hércules. La ventaja, sin embargo, no fue aprovechada por Vaquero, que envió el cuero a las filas más elevadas del fondo norte. El fallo del penalti debía, por sí mismo, haber finiquitado al Olimpic, pero la espesura herculana lo mantuvo coleando. Herrero siguió pasivo a la hora de mover el banco. De hecho, sólo reaccionó cuando el enemigo acertó a empatar con un balón colgado al área que por accidente acabó tocando Navarro para batir a Chema (1-1, m.72). En ese instante, el entrenador herculano sorprendió a todos sacando del campo a Miñano, el mediocentro de más talla creativa, para colocar a Gallar. Acto seguido, dio cabida a Mariano, y ahí acabaron sus decisiones. Sin poder contar con Cuevas, al que ni siquiera vistió, ni tampoco dispuesto a ofrecer alternativa a Indiano, al que tenía en el banquillo, Herrero confió escapar del frustrante empate con alguna embestida final. Envidó con Gallar y con Mariano, pero se quedó sin recorrido en la media punta o en la zona de gravitación. Por su parte, Gato no se encuentra, lleva varias jornadas lejos de su mejor nivel. No escatima trabajo, pero las musas le han dado la espalda. Ante un enemigo con el listón bajo, el Hércules debe definir con contundencia. Y más en el Rico Pérez. Pero dejó pasar demasiado tiempo, tardó en reaccionar y al final todo se volvió oscuro. Pura distracción.

La falta de contundencia dejó al Olimpic, incluso, con la posibilidad de amargar más. Por ahí salió Chema a relucir con una estirada que evitó que el balón pinchado por Rulo acabara alojándose por la escuadra. Frente a la espesura local poco más expuso el Olimpic, conforme con lo que tenía ya en el saco. Pálido, indefinido, con los recursos justos, el grupo valenciano, que navega en la parte baja de la tabla, acabó festejando el punto como un título. Sacó provecho gestionando con acierto el amor propio frente a un Hércules que invocó demasiado a la ruleta.

Herrero acabó muriendo con dos mediocentros defensivos, sin hacer uso del tercer cambio con Indiano, que a estas alturas debe estar preguntando para qué vive en Alicante. Con ese dictado se afrontó la recta final. Juego directo y acelerado en busca del remate que tapar los errores acumulados. Gallar, con demasiadas prisas, no encontró sitio para cazar. Y Mariano solo remató un par de veces -una de ellas con gol en fuera de juego-. El triunfo que se escapó duele al quedar reflejado en el espejo de las pifias. Sólo un tremendo accidente puede provocar que un rival diminuto como el Olimpic salga sonriendo del Rico Pérez. Ese tipo de empates saben a derrota más que otra cosa.