«Sal fuera que te voy a arrancar la cabeza». Irritado, cuasi foribundo, José García Campillo irrumpía en el restaurante La Goleta, entonces local de moda de Alicante, conminando a Ángel Romero, estrella del Elche, a saldar cuentas en plena Explanada de España. Desde horas antes, Campillo, excepcional cancerbero del Hércules, Betis y Murcia, rumiaba con rabia una acción protagonizada por el delantero ilicitano esa misma tarde en Altabix en el partido Murcia-Elche.

Con el marcador ajustado, una cesión del defensa murciano Tatono a su guardameta queda corta; Romero encuentra el atajo, se cuela entre zaguero y portero -que chocan entre sí- y se va con la pelota, sin oposición, hacia el marco. Al llegar a la línea de gol sin perseguidores se recrea, deposita el balón sobre la raya de cal, se arrodilla y con un suave toque con la cabeza la empuja hacia dentro. La escena del curioso gol provoca la algarabía general en Altabix, la frustración de Tatono y una sensación de humillación que Campillo nunca olvidó del todo. El pasado mes de abril, con motivo de una entrevista en su Guardamar natal, el legendario portero alicantino me contó que al llegar a su casa, tras aquel partido en Elche, incapaz de contener el llanto, cogió un taxi y viajó hasta Alicante, donde sabía que los jugadores del Elche, entre ellos Romero, iban a cenar. «Al final no pasó nada. Romero me pidió perdón. Dijo que no creía que su acción iba a sentar mal. Y bueno, lo perdoné. Qué iba a hacer», rememoraba Campillo.

Aquella escena en Altabix, un 10 de noviembre de 1963, llenaba por segunda vez su rostro de lágrimas de impotencia en un campo de fútbol. La primera fue unos años antes, concretamente la temporada de su debut en Primera División defendiendo la camiseta del Hércules en un partido ante el Atlético de Madrid en el Metropolitano.

Fue el 11 de septiembre de 1955. El Hércules estrenaba la campaña en Madrid ante el equipo colchonero entrenado por Antonio Barrios que, entre otros, contaba en sus filas con jugadores como Heriberto Herrera y Collar.

Los rojiblancos no tuvieron piedad, endosaron un rotundo 9-0 (la mayor goleada que ha recibido el Hércules en toda su historia) con cuatro dianas de Molina, tres de Escudero, dos de Miguel y una, la última, de Enrique Collar. Aquella tarde, Campillo, portero del Hércules, se hartó de llorar a solas en un rincón del vestuario del Metropolitano por cada uno de los nueve goles encajados.

Pese a ello, el corpulento portero de Guardamar saboreó a lo largo de su dilatada carrera más éxitos que fracasos.

Su primer gran logro deportivo llegó el año de su debut en el Hércules, en la temporada 54-55 que acabó con ascenso a Primera.

A la edad de 20 años, Campillo accedió a la titularidad de un equipo de leyenda, cuyo once tipo quedó marcado en la memoria de los buenos aficionados alicantinos (Campillo, Santos, Navarro, Llebaría, Roth, Durán, Ernesto, Alvarín, Armengol, Marsal y Pina). Aquel conjunto dirigido por Amadeo Sánchez coronó el ascenso a la máxima categoría el 27 de junio de 1954 superando al Osasuna en el estadio Bardin con goles de Pina y Roth.

Tras abandonar el Hércules en 1956, el guardameta prestó sus servicios en el Xerez, Murcia y Betis. Y llegó a ser convocado por la selección como suplente de Sadurní, pero no llegó a debutar.

José García Campillo falleció el lunes en Guardamar a la edad de 84 años.