Manolo Herrero decidió entrar ayer en el laboratorio para someter al equipo a nuevos experimentos, alterando la composición de un puzzle que reencontró el perfil adecuado en la recta final, cuando se vio por debajo en el marcador y se optó por colocar piezas en su sitio.

El técnico del Hércules justificó la alteración de su inesperado once basándose, en parte, en el análisis de su enemigo. Por ahí explicó su decisión de disfrazar a Connor de delantero zurdo con el único fin de echar el lazo a Akapo, un defensa diestro que algunos etiquetan como el Dani Alves de la Segundas B. Tal postura transformó en extravagante la diagonal blanquiazul, que encuentra en el extremo izquierdo a un lateral (Connor) y en el lateral diestro a un extremo (Chechu). Arguye Herrero que la nueva función del inglés evitó que Akapo campara a sus anchas y que sirvió, además, para que la entrada de Gallar -con el ecuatoguineano cansado- abriera brecha cuando el partido llegaba los postres.

Una lectura que se puede compartir... o no. Lo que no admite discusión es que el Hércules ofreció una pálida respuesta sobre el terreno de juego durante gran parte del encuentro, vio cómo el Mestalla se le subía a las barbas y se adelantaba en el marcador en una acción a balón parado, y sólo acabó despertando cuando, una vez se encontró por debajo en el marcador, dio sentido y músculo a su estructura con la entrada de Gallar y Cuevas. A partir de ahí se percibió cierta alegría hasta entonces desconocida, más vistosidad y pisadas en el área, un lugar desconocido para el GPS herculano.

La baja de Yeray sirvió una alineación con tres variaciones con respecto a los últimos tiempos. Miñano retrasó su posición -dato que resulta lógico y probablemente aconsejable- para dotar de más criterio la movilidad de balón junto a Espinosa, a quien le va mejor ejercer de antidisturbio. Más discutible es el regreso de Portillo a la titularidad para retrasar a Gato, un futbolista que ha dado buen rendimiento como inquilino fijo del área enemiga. Portillo apenas participó y Gato únicamente acaparó protagonismo en el lanzamiento del penalti que supuso el empate. En todo caso, lo que se vio al trasluz, una vez finalizado el encuentro, es que ese Hércules que jugó en Paterna está lejos de lucir el traje adecuado para codearse con la nobleza de la categoría, por mucho que el punto sumado supiera a gloria. Faltó empuje y ambición en un bloque que dejó pasar una hora sin ofrecer nada en una cita que se suponía bien subrayada en el calendario dado que podía transportar al club a las nubes con una cuarta victoria consecutiva. Pero no fue así. Frente a un rival que asusta más por su escudo que por su ecuación futbolística, el Hércules no expuso nada, se dejó llevar hasta que se vio en el hoyo y una vez allí levantó la cabeza merced a un penalti que le lavó la cara.

El Mestalla no bordó el juego, pero tuvo ocasiones más claras. La primera, con una arrancada desde el centro tras una pérdida de balón de Atienza. El golpeo final de Nacho Gil en el mano a mano con Chema evitó lo peor.

Cuando no perdonó el filial fue en una acción a balón parado que Ayala coloreó con un remate magistral. 1-0, m.68.

La hasta entonces función empachosa encontró cierto vigor con la entrada de Gallar. Demasiado tiempo se jugó al filo de la navaja sin motivo alguno.

La aparición del catalán aportó nervio a la banda. Suya fue la internada que provocó el penalti de Diallo en el minuto 75. El central arrolló literalmente a delantero herculano en el área y Gato diseñó una ejecución perfecta para empatar. Nada más que añadir. Se sumó un punto cuando se acabaron los experimentos.