Un contragolpe bien ejecutado tras una acción de ataque del Baleares llena de endorfinas al Hércules, que se encarama a la parte alta tras encadenar su tercera victoria consecutiva. Fueron quince segundos de lucidez, acertado engarce, velocidad conveniente y excelente ejecución los que llenaron de bienestar a una parroquia que hasta entonces dormitaba en una tensa espera sin más golpes que la cabezada.

En un partido con pocas florituras, sin más brindis que la acción que dio pie al tanto de Nieto, al Hércules le costó de nuevo más de la cuenta subir el escalón que conduce al área frente a un bloque apañado.

El Atlético Baleares ha diseñado un conjunto con aspiraciones. Tocado por el acento alemán de su nuevo propietario, el equipo isleño ha reforzado todas sus líneas. Además del exherculano Javi Casares, ha añadido cemento a su parte trasera con el portero Benedikt Pliquett, un guardameta de dos metros que procede del fútbol austriaco y no tiene intención de pasar desapercibido, y con el central Michael Wiemann. Pero también se ha preocupado por adquirir buen maquillaje para embellecer el rostro del gol con Rubén Jurado, un delantero criado por Nervión con la quinta de Ramos, Capel y Salva Sevilla, que afinó el olfato en Rumanía. Su presencia intimida y ayer, junto a Kike García (otro ex de mejores plazas) obligó a sacar lo mejor de sí mismo a Atienza y Álex Muñoz, dos centrales que volvieron a marcar la raya por delante de Chema.

Manolo Herrero cumplió con su idea de sacrificar a Chechu en el lateral derecho. El jugador jienense, un comodín que lo hace bien en la casilla que sea, volvió a aprobar. Con esa decisión se viste con un peón fiable el hueco que deja Rafita, pero se desnuda una buena parcela atacante con un tipo que llega con lanza cada vez que entra por la esquina del área. En todo caso, la asignatura pendiente sigue centrada en la fluidez creativa con un doble pivote (Espinosa-Yeray) de indudable laboriosidad, pero sin toque de distinción para trazar líneas y pases en profundidad. Miñano sólo mastica su fútbol cuando coge el balón por el eje, unos metros más atrás. Como segundo punta o en banda izquierda queda detrás de la cortina.

En el primer acto, los pocos avisos serios rondaron con más peligro por el área de Chema. Kike García avisó con un remate de cabeza tras centro de Casares que salió rozando el poste tras ser torpedeado por Peña en el punto de penalti. Esa acción y la intervención de Álex para rebanar el balón cuando Fullana se acomodaba para ejecutar evitaron que el Baleares sonriera antes del descanso. Del Hércules sólo hubo noticias en los cinco últimos minutos, con un pequeño arreón al silbato de un gran disparo de Miñano que Pliquett envió a córner.

La segunda parte se inició con un susto que resolvió de nuevo Álex lanzando su cuerpo para tapar a la desesperada otro disparo de Kike, que un instante antes había roto la cintura de Atienza.

Curiosamente, el fuego balear propició el combustible al Hércules para salir volando y decantar un partido que se decidió con una jugada brillante, nacida tras un despeje de Atienza tras un saque de esquina que cayó en la medular, donde Gato metió escudo antes de enchufar la maquinaria. El benidormense salvó una tarascada del lateral y metió velocidad al cuero, que circuló entre Nieto y Espinosa. Este último marcó pausa en la frontal mientras Gallar señalaba un pasillo por su izquierda que se convirtió en la vía para un centro perfecto al segundo palo, donde Nieto cabeceó a la red. Lo mejor del encuentro. 1-0, m.58.

El Baleares intentó estirarse para igualar el partido. Y oportunidades tuvo, pese a quedarse con diez hombres por expulsión de Biel a falta de diez minutos.

Una cuchara salvadora de Chema cuando el balón se colaba raso dio pie a los minutos más agobiantes, adornados por el show del alemán Pliquett, un portero que cambió de área en busca de la gloria del gol durante los últimos cuatro minutos del partido. El gigante teutón no sólo permaneció para rematar balones a balón parado, sino también para sacar de banda en la costa cercana a Chema. El susto mayor llegó en la última acción, con una falta que Thilo envió al larguero. La pelota dio después en la mano de Peña. No fue penalti dado que el árbitro o no lo vio o no apreció voluntariedad.