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La odisea de Erik, el herculano de Wisconsin

Un aficionado americano se coló por error con la camiseta del Hércules entre los 3.000 hinchas del Cádiz que poblaron la grada alta del Rico Pérez en la promoción de ascenso

La odisea de Erik, el herculano de Wisconsin

Erik Engelstad no olvidará nunca el primer día que pisó Alicante. Americano de Madison (Wisconsin), de 22 años, dos metros de altura y jugador universitario de baloncesto, Engelstad aterrizó en el aeropuerto del Altet el pasado 7 de junio tras quedar inscrito en un programa de un mes en la Universidad de Alicante, enfocado a perfeccionar el idioma y organizado por una empresa que, al mismo tiempo, les proporciona cobijo durante su estancia con una familia.

A Erik le tocó en suerte la alicantina Begoña Piqueres, una profesional del sector turístico quien nada más recogerle en el aeropuerto le ofreció ir a la playa a darse un baño de mar y sol. El americano asintió, si bien tras un par de horas que enrojecieron su rostro hasta el extremo sobre la arena del Postiguet soltó lo que venía rumiando desde que emprendió el viaje: «Verás, Begoña: Yo lo que realmente quiero hacer hoy es ir a ver al Hércules, que juega contra el Cádiz la promoción de ascenso».

Piqueres no escondió su sorpresa hasta conocer la explicación del inesperado herculano de Wisconsin, cuyo 'amor' por los colores blanquiazules nació meses antes, en enero, al cerrar su inscripción en el curso de la UA y comenzar a indagar por internet acerca de las costumbres, instituciones y clubes deportivos de la ciudad. Tras topar con el Hércules a través de la red, Erik fue empapándose de todo lo referente al club alicantino, cuya trayectoria comenzó a seguir a diario desde Estados Unidos.

Así pues, Begoña cumplió con el deseo de su joven huésped trasladando a Engelstad a las puertas del Rico Pérez, donde le dejó tras acordar que le recogería en el mismo lugar al finalizar el encuentro.

Nada más llegar, Erik visitó la tienda del estadio y compró una camiseta herculana que estrenó al instante. Inmediatamente después se acercó a las taquillas para adquirir su entrada, acto que dio paso a la odisea que le aguardaba. Tras constatar largas colas para comprar el ticket, se percató de que había una sin gente, con sólo un par de personas esperando su turno. Allí compró la localidad, acto seguido buscó la puerta de acceso, entró en el estadio, subió escaleras y, orgulloso y feliz con su camiseta del Hércules con escudo al pecho, se acomodó en un asiento... de la grada del Mundial, lugar ocupado por ¡tres mil hinchas del Cádiz!

El evidente contraste entre el uniforme blanquiazul en el tronco de un tipo de dos metros de altura en medio de una muchedumbre vestida de amarillo no pasó desapercibido para la turba andaluza, a quien el color rojo intenso en las mejillas del 'extraño visitante' ayudó a confundir con un provocador bebido.

La escena en la grada del Mundial se tornó violenta por momentos. Insultos y amenazas dieron paso a un comprometido cuadro en el que el americano vio peligrar su integridad. Hasta que apareció «Pepe», un hincha gaditano que debió percatarse de la involuntariedad de la anomalía. Pepe -definido más tarde por Erik como 'el salvador'- optó por proteger al americano para evitar males mayores aconsejando que se despojara de la camiseta del Hércules. Acto seguido, sacó de su mochila una casaca del Cádiz y coronó el cuello del herculano con una bufanda amarilla, gestos que calmaron a la tropa gaditana, hinchas radicales incluidos.

Sorprendido por el nivel de rivalidad que no experimenta en su país, a Erik todavía le aguardaban más sorpresas. Sin poder exteriorizar su alegría con los goles de Chechu Flores, una vez finalizó el encuentro se percató de que la policía no les permitía abandonar la grada. Hubo que esperar casi una hora y, tras salir de estadio, también tuvo que permanecer inmóvil entre la afición cadista, que salió escoltada y retenida durante otra hora en los aledaños del Rico Pérez.

La tensa experiencia no apagó el deseo de vibrar como pretendía, luciendo su camiseta recién comprada entre propios. Así que tras relatar atropelladamente a Begoña el episodio, comenzó a armar el viaje a Cádiz para estar presente en el partido de vuelta. Y lo hizo, cubriendo en autobús y tren un trayecto que discurrió por Granada y Dos Hermanas antes de caer en la 'Tacita de Plata' para tomar asiento en el Carranza.

Hoy, en Madison, asegura que sigue de cerca al Hércules, desvela que volverá en mayo al Rico Pérez y recuerda que en Cádiz «nos robaron».

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