Media hora de siesta y dos tiros en el pie acabaron a las primeras de cambio con la presencia del Hércules en la Copa del Rey, torneo del que cae apeado con todo merecimiento. No necesitó enemigo el conjunto alicantino para salir de una competición que interesaba. Él solito se valió para sacarse de enmedio, enchufando y cargando de voltios la silla eléctrica en la que acomodó sus posaderas sin mover un músculo durante media hora infame, la que rentabilizó el Lleida para cerrar el libro.

El conjunto catalán no encontró adversario sobre el castigado césped de su estadio. Un Hércules líquido, de cristal, tibio y sin fuerzas, encontró en el Camp d’Esports un cuadrilátero demasiado grande para su músculo. Nunca en la primera parte alcanzó a levantar los brazos frente a un enemigo que se creció ante la indolencia. Para colmo, el Lleida tampoco necesitó afinar la puntería: fue el Hércules quien se disparó al pie. Dos autogoles acentuaron la inoperancia del equipo alicantino, que, desconocido, se tambaleó desde el principio ante un bloque más equilibrado. La endeblez herculana se dejó ver a través de la extraña actitud de Rojas, un central desconcentrado que perdió el norte tras la primera pifia.

El desorden encontró mayor dimensión en una acción a balón parado que aprovechó un despiste de marca para propiciar el primer gol del encuentro. Colinas se coló por el carril del 8 para conectar un disparo que señaló trayectoria hacia fuera hasta que Rojas puso el pie para colar el balón dentro. 1-0, m.16.

Sin ideas organizativas y con el cuerpo lleno de dudas, el Hércules dejó todo el espacio del mundo para que el Lleida manejara a sus anchas. Y eso que Herrero alineó un once inicial repleto de vedettes. No hubo forma.

El conjunto catalán hiló más fino y abarcó más campo para colarse en los dominios herculanos. Y fueron los alicantinos quienes mantuvieron encendida la guillotina con otro autogol. Una falta directa lanzada desde el costado izquierdo por Marc Martínez encontró la cabeza de Portillo, que anotó en la portería equivocada. 2-0, m.26.

Para colmo, Miñano se la jugó en un balón dividido estirando la pierna más de lo preciso y encontró como recompensa la roja directa a la media hora. Se acabó el cuento.

Tan calamitoso en el juego como falto de espíritu, el Hércules quedó reducido a cenizas sin entrar a competir. Nada que ver con el derroche y grado de agitación de su adversario, que le arrolló durante la primera media hora sobre un terreno de juego infame. El Lleida expuso todo lo que no tuvo el equipo de Herrero, todo lo que exige un torneo como el copero: decisión, ganas, orden e ímpetu. Enfrente, el bloque catalán encontró un grupo de jugadores convertidos en muñecos de trapo.

Fue un ejercicio de demolición, con Portillo sin oler un balón por delante; sin que Espinosa o Miñano acertaran a ver una pelota por el centro del campo; sin que la línea de atrás consiguiera frenar embestidas sin complicarse la vida.

Cambios

Herrero ordenó dos cambios en la segunda parte. Sacrificó a los dos goleadores en portería equivocada (Rojas y Portillo) y alineó a Cuevas y Connor. Con diez hombres sobre el terreno de juego el Hércules mejoró. Puede que también el Lleida, con renta suficiente y superioridad numérica, desacelerara, pero lo cierto es que el equipo alicantino encontró más terreno para correr. Gato tuvo más contacto con el área y Nieto entró más en acción. Del mismo modo, la presencia de Connor dio vida al flanco izquierdo, hasta entonces un desierto.

El fútbol cobró algo de viveza, aunque no la necesaria para cambiar el rumbo de un encuentro ya decidido. Pese a ello, el Hércules aminoró distancias por mediación de Connor, que afinó bien una asistencia al lateral del área de Nieto. 2-1, m.78.

La idea de cambio de escenario duró segundos. Dos minutos después era el Lleida quien apuntillaba, aprovechando el espacio y el cansancio provocado por la inferioridad numérica, con un gol de Oscar Rubio. 3-1, m.80.

La segunda parte aportó cierto maquillaje, pero a todas luces insuficiente para explicar la indolencia e inoperatividad plasmada en el primer periodo. Sin juego, sin orden, despistado y sin brújula, el Hércules difumina la buena imagen ofrecida en los dos primeros partidos de Liga. Esperemos que solo sea un accidente.