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Leyendas herculanas

El vilero goleador que despreciaba los penaltis

José Lloret Calsita, delantero con extraordinario olfato de gol, se negaba a lanzar desde los once metros alegando que esa suerte era propia de «criminales de guerra»

Gol de cabeza de Calsita al Jaén en Bardín en 1953. VICENTE MESTRE

Villajoyosa se vio obligada a reforzar con más vagones la conexión del ferrocarril con Alicante. Corrían los años 50 y en Bardin, vistiendo la camiseta del Hércules, jugaba José Lloret Pérez, un vilero, delantero y goleador conocido por el apodo, «Calsita», que arrastró a centenares de paisanos al estadio alicantino. Ese olfato para el gol le llevó a ser el máximo artillero de toda la historia del club de su pueblo natal y también del Hércules hasta que en 1993, casi medio siglo después, el sanluqueño Eduardo Rodríguez superara el listón de las 23 dianas que en una sola temporada, la 48-49, inscribiera Calsita.

José Lloret «Calsita» nació en 1922 en el seno de una familia marinera, propietaria de dos barcos y una fábrica de hilo y redes de pesca. Más que al mar, el vilero se aficionó al fútbol, deporte que le paseó por la élite. Para ello dejó claro desde el primer momento que lo suyo era el gol. Entre el Orihuela, donde recaló tras destacar en La Vila, y el Hércules en su primera etapa, anotó más de cien goles, cifra que despertó el interés del Atlético de Madrid hasta tal punto que el club colchonero decidió pagar en 1949 la friolera de un millón doscientas mil pesetas de la época, de las que 850.000 fueron para el jugador y el resto para el club herculano. Tras esa operación, Calsita se trasladó al Metropolitano para unirse a la denominada 'delantera de cristal', línea atacante del Atlético que marcó época con Juncosa, Ben Barek, Pérez-Payá, Carlsson y Escudero, y heredera de otra no menos brillante, la 'delantera de seda' que se paseó por España con Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escudero.

Sin embargo, desavenencias con Helenio Herrera marcaron la etapa colchonera de Calsita, que solo duró un año pese a firmar por tres. El asunto, evidentemente, no fue deportivo. Como rojiblanco, el vilero anotó siete goles en los ocho partidos que disputó con el Atlético en Primera en la campaña 49-50 (dos al Valladolid, dos al Celta, otros dos al Nàstic y uno al Athletic). Una discusión con Helenio Herrera en el vestuario tras el partido ante el Athletic (un choque histórico que acabó con el resultado de 6-6) y unas declaraciones al diario Marca elogiando a Gaspar Rubio, su primer entrenador en el Hércules, como el mejor técnico de España, tocaron el orgulloso ego de Herrera, que dejó de contar con el alicantino («Ve y que te entrene ese que tanto quieres», le espetó Helenio entre las paredes del Metropolitano). Tras ese año, Calsita fue cedido al Murcia, donde militó dos temporadas más. Finalizada la etapa en La Condomina, recaló en el Alicante, pero sólo durante unos partidos, ya que el Hércules lo volvió a repescar para buscar el ascenso a Primera.

Volvió a Bardin de la mano de su técnico preferido, Gaspar Rubio -que le dirigiera como herculano desde 1947 hasta el 50- y consiguió el objetivo al segundo intento.

A su regreso (52-53), el Hércules disputó la promoción tras clasificar en el memorable partido ante el Real Jaén, donde Calsita voló entre los defensas para conectar un espléndido cabezazo que llenó de pañuelos las gradas del estadio alicantino.

Otra de las anécdotas que quedaron grabadas en la memoria del vilero sucedió en un encuentro ante el Deportivo durante la primera etapa herculana en Segunda División: La expulsión del guardameta Cosme obligó a Calsita a situarse bajo los palos por orden del técnico Gaspar Rubio. Pese a la inferioridad numérica, el Hércules salió victorioso del encuentro gracias a tres paradas prodigiosas del vilero hasta el punto que, a la conclusión del encuentro, Rubio hizo callar a sus jugadores en el vestuario para pronunciar unas breves palabras: «Señores, España ya tiene portero».

Puede que aquella breve experiencia como cancerbero acabara resaltando su animadversión con los penaltis. Calsita siempre se mostró reacio a disparar desde el punto fatídico, pese a que esa suerte desde los once metros hubiera engordado sus registros goleadores. «Eso es de criminales de guerra», solía decir, al entender que el lanzador tiene demasiada ventaja sobre el portero. Por esa misma razón se negó siempre a aceptar que los goles anotados de penalti fueran contabilizados en la cuenta goleadora de los jugadores que los anotaban.

Calsita encontró el éxito del ascenso a Primera con el Hércules en la campaña 53-54, con Amadeo Sánchez en el banquillo. Disputó 14 encuentros (incluida promoción) y anotó siete goles.

Colgó las botas en La Vila, donde falleció en 2004 a la edad de 81 años.

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