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Leyendas herculanas

Morera, un tico en Bardín

Se cumplen ochenta años del fichaje del primer extranjero que jugó en el Hércules

Blázquez, Salvador, Rosalén, Pérez, Aparicio, Goyeneche. Abajo: Salas, Tatono, Irles, Maciá y Morera. VICENTE MESTRE

El semanario Stadium no daba crédito. El Hércules festejaba su primer ascenso a Primera División en 1935 y el club acababa de anunciar lo que hoy en día quedaría definido como un «fichaje mediático»: Alejandro Morera Soto, jugador costarricense y uno de los mejores delanteros del FC Barcelona, emprendía viaje hacia Alicante tras quedar cerrada la operación de traspaso.

Por aquel entonces, el Barça, maltratado por las deudas, vio el cielo abierto ante la suculenta oferta del Hércules, un club que apuntaba alto de la mano de empresarios de la época, un grupo de amigos que sobresalían entre la burguesía alicantina en torno al Real Club Regatas.

Con el destacado empresario Renato Bardin como abanderado, el Hércules acababa de llegar a la elite del fútbol con el firme objetivo de hacerse un hueco. Junto a Bardin figuraban conocidos personajes que se unieron a la aventura como Agustín Gonsálvez, Eladio Pérez del Castillo, Pascual Rosser Guixot -propietario del diario deportivo Rik-Rak y abuelo del exconcejal Pablo Rosser- y José Antonio Larrinaga, que asumió la presidencia herculana. Del bolsillo de aquella directiva, preferentemente del de Bardin, salieron diez mil pesetas -toda una fortuna en aquella época- para que el Barcelona abriera la mano y dejara escapar a una de sus joyas, Alejandro Morera, un futbolista que llegó a Les Corts con el sobrenombre de «El Mago del Balón» tras su paso por el fútbol americano. (En la biografía del futbolista, escrita por el periodista costarricense Guillermo Villegas Hoffmeister, se da cuenta de las negociaciones haciendo referencia al relato publicado por el diario alicantino Rik-Rak el 15 de julio de 1935).

Nacido en Alajuela (Costa Rica) el 14 de julio de 1909, Alejando Morera decidió aparcar sus estudios de Farmacia para cumplir su sueño en el fútbol profesional. Tras destacar en el club que lo vio nacer -Liga Deportiva Alajuense-, un amigo con lazos en Cuba le animó a fichar por el Club Centro Gallego. Apenas tenía 18 años y su fútbol cautivó al Fortuna de La Habana, que lo reclutó para una gira que lo llevó a Perú.

Morera probó fortuna en México y también en Nueva York, pero su carrera cambió por completo al cruzarse en su camino su compatriota Ricardo Saprissa, un destacado deportista que vivía en Barcelona y había sido jugador del RCD Espanyol.

El futbolista costarricense frenó sus planes de boda con Julita Pacheco, hija de un coronel de Alajuela, y se embarcó con Saprissa con destino a la Ciudad Condal para enrolarse en el Espanyol, club con el que comenzó a destacar en España hasta que el FC Barcelona le echó el ojo.

Corría el año 1933 y Morera no tardó en dejar en el campo de Les Corts su sello de goleador. Su sueño, al igual que muchos delanteros de la época y desde que decidiera apostar fuerte por el fútbol, era batir la portería del mítico Ricardo Zamora, el legendario guardameta considerado, sin ningún tipo de duda, el mejor portero del mundo.

El Barça del inicio de la década de los 30 estaba tocado por la crisis debido a la deficiente gestión del presidente Juan Coma, que se cargó a la fantástica generación de la Edad de Oro y mantuvo un pulso con Josep Samitier, que aprovechó la invitación de su amigo Santiago Bernabéu y fichó por el Real Madrid.

Pese a que el conjunto azulgrana no destacó en la Liga aquel año, Morera sí convenció mostrando sus dotes ante la portería rival: 41 goles en 43 partidos durante la temporada de su debut; 68 dianas entre oficiales y amistosos, en sus dos primeras campañas como barcelonista.

Con su 1,65 metros de estatura y calzando un 35 (en su pueblo natal le apodaron pie de piña), Morera se hizo hueco en el once titular junto al austrohúngaro Emil Berkessy y Mario Cabanes, formando un trío que acabó siendo bautizado en Les Corts como «Los Tres Mosqueteros».

El sueño convertido en reto de batir a Zamora se hizo realidad el 26 de noviembre de 1933. En un Barça-Madrid disputado en Les Corts, Morera batía a Ricardo Zamora con una diana que, sin embargo, no evitó la derrota. La crónica de aquel partido refleja que, tras anotar la diana, el costarricense fue a estrechar la mano del mítico guardameta para disculparse.

No sería ésta la última vez que el «Divino» sufriría el acierto rematador del delantero tico. La acción se repetiría dos años después con la camiseta del Hércules.

Pese a cuajar un buen año a nivel individual, Morera fue puesto en el mercado por la directiva del FC Barcelona, que necesitaba dinero para superar una profunda crisis económica. El jugador pretendía mejorar su sueldo y el club reducir gastos. En este cruce aparece el Hércules de Renato Bardin, con un coqueto estadio recién estrenado (en 1932) y como nuevo actor de la Primera División tras conseguir el ascenso en una promoción ante el Celta.

Con 25 años, Morera aparece a los ojos de los directivos herculanos como un crack necesario para hacer pareja con Blázquez, delantero goleador de la época. En Alicante se frotan los ojos con el fichaje y así lo recoge el semanario Stadium:

«El notable jugador barcelonista Alejandro Morera ha sido adquirido por el Hércules. Ésta fue la grata noticia que llegó a conocimiento de los aficionados alicantinos. Nadie podía figurarse que uno de los principales punteros de la vanguardia, ¡nada menos que del Barcelona!, pudiera ingresar al Hércules. Pero afortunada e inesperadamente ha podido llevarse a efecto gracias a las diplomáticas gestiones de los esforzados directivos herculanos. Congratulémonos, pues, del fichaje de Morera, quien se queda al cobijo de las laderas del Benacantil».

El 26 de enero de 1936, Morera regresa a Les Corts como jugador del Hércules, que ese día alineó a Pérez, Maciá, Goyeneche, Aparicio, Tatono, Salas, Rosalén, Salvador, Blázquez, Morera y Mendizábal. Un solitario gol de Zabalo, a los 15 minutos, dio el triunfo al FC Barcelona, pero el resultado no fue óbice para que la prensa barcelonesa se rindiera ante la actuación del nuevo jugador herculano:

«Morera, que saltó ayer al campo dispuesto a dar el máximo rendimiento, realizó un partido formidable. Es inexplicable que el Barcelona se desprendiera de este jugador, que supera a todos los que forman la vanguardia azulgrana. Fueron mejores catadores los directivos herculanos, que hoy tienen en su cuadro a un Morera que es, sin duda, uno de los mejores jugadores de España».

La temporada no se tuerce ni para el Hércules, que quedaría sexto, ni para Morera, que finaliza el año con nueve dianas, tres menos que Blázquez, que acabó la campaña como «pichichi» herculano.

Asímismo, la campaña dejó como anécdota destacada el nuevo gol anotado por Morera, esta vez como jugador del Hércules, en la portería del Real Madrid defendida por Ricardo Zamora.

Fue en Chamartín, un 2 de febrero de 1936. El Real Madrid se había avanzado con un clarificador 4-0 tras una buena primera parte. Así llegó el marcador hasta el minuto 80, momento en que Morera batió al «Divino». En esta ocasión, lejos de pedir perdón por la «afrenta», tal y como hizo en Les Corts vistiendo la camiseta azulgrana, se dio un diálogo bien diferente. Cuentan que Zamora, tras observar la sensacional acción del costarricense a falta de diez minutos para la conclusión, salió de la portería para felicitarle. Morera le agradeció el detalle, pero replicó con ironía:

-«No hay de qué, sólo es el primero de los doce que aún te pienso marcar».

Zamora premió el atrevimiento con una sonrisa, regresó a su portería y al acabar el encuentro desveló la anécdota a los periodistas.

Estalla la guerra

Historiadores del fútbol cuentan que si alguna vez en su historia el Hércules pudo luchar por algún título de renombre fue con aquel equipo que capitaneó Bardin y dirigió Suárez de Begoña, cuya trayectoria truncó al Guerra Civil. El estallido del conflicto bélico del 36 cogió a Morera de vacaciones por el centro de Europa junto a sus excompañeros del Barça Berkessy y Cabanes. Desde el Hércules aconsejaron a Morera no regresar a España y éste se vio incapaz de recuperar las 2.000 pesetas ahorradas que se quedaron en Alicante. Así fueron pasando los días y el costarricense, que vivía de lo que le prestaba su amigo Berkessy, decide no esperar más y volver a su país. Para recoger dinero con el que pagar el viaje en barco disputa algunos amistosos con el equipo francés Le Havre.

El 2 de noviembre del 1936, Morera regresa a Costa Rica, tres años después de comenzar su aventura. Vuelve a jugar en su Alajuelense y se casa con Julita.

En aquel club costarricense le recibieron como un héroe. Allí se retiró en 1941, dejando una huella imborrable que quedó inmortalizada en un estadio que lleva su nombre y donde se cumplió su última voluntad: su corazón permanece enterrado bajo la gradería Este, donde se edificó una estatua en tributo a su extraordinaria carrera.

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