Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Que no nos roben la ilusión

El 'atraco' de Cádiz provoca la reaparición del escondido sentimiento herculano - El clima creado invita a marcar un buen rumbo para reconstruir la entidad

Que no nos roben la ilusión

Hacía mucho tiempo que no se veía algo parecido. Lo del martes en el Rico Pérez fue una manifestación espontánea, surgida entre las cenizas del fracaso, no del éxito, no desde esa altura desde donde todo cristo se apunta para tirarse de cabeza desde la cresta del caballo de Luceros.

Había que remontarse aquel junio de 2009, a la temporada de los 78 puntos, a aquel partido ante el Albacete, penúltimo de Liga, que dejaba sin opción matemática el objetivo del ascenso a un equipo que había devuelto la ilusión a una afición anestesiada. Aquella reacción nació desde las entrañas. La gente saltó al campo para llevar en volandas a todo lo que oliera a blanco y azul pese a que no había nada que celebrar. Bueno, nada, no. El herculanismo había recobrado orgullo. No se consiguió el ascenso, pero sí el sentimiento, el afecto. Y eso valía (y sigue valiendo) mucho más. El problema fue que Enrique Ortiz no lo supo ver. Manejaba la nave cegado por la Primera División, categoría que reportaba dinero, poder y pleitesía. Así que sólo reparó en la frustración sin caer en la cuenta que el césped del Rico Pérez quedó invadido de orgullo, de honra, estandartes de una tropa que, lejos de derramar lágrimas, cambió con la mejor de sus sonrisas la desilusión por dignidad.

Decía al principio que hacía tiempo que no veía algo parecido. Fue el martes, en la sesión de entrenamiento que sirvió de despedida de la plantilla. Poco a poco, uno a uno o en grupos reducidos, la tribuna del Rico Pérez se fue animando. Camisetas blanquiazules comenzaron a dar color a un estadio presidido por el silencio, hasta que comenzaron a salir los jugadores. En ese instante, surgió la reacción espontánea, la profunda, la que sale de dentro. Un atronador aplauso premiaba a un equipo que no había ganado nada, excepto dignidad. Nada más y nada menos que dignidad; justo lo que la gente lleva tiempo reclamando.

Por ello, ahora sería imperdonable volver a caer en los errores de antaño. Viene al caso el recordatorio para que hoy, al constatar que se ha recuperado parte del cariño perdido en la sociedad alicantina, el Hércules tiene ante sí la oportunidad de 'volver a entrar para quedarse' en una ciudad que llevaba tiempo observándole con recelo. Para ello resulta imprescindible caminar por el sendero adecuado. Por lo pronto, y de una vez por todas, la entidad debe tomarse en serio el fútbol base, el trabajo de cantera. La aparición de Álex es la enésima prueba de que esa es la vía que conduce, más que al éxito, a la supervivencia. Lleva Ortiz preocupado desde tiempo inmemorial por recuperar prestigio en Alicante. El asunto, evidentemente, resulta complicado, pero una de las cosas que puede contribuir a pasar del rojo intenso al colorado es el cuidado y mimo del Hércules en toda su dimensión. Queda claro, insisto, que para ello tendría que hacer lo que no ha hecho hasta ahora. Y de nada sirve que repita hasta la saciedad el discurso acerca del dinero que ha gastado desde que entró. En el balance global también se debe contar lo que ingresó por haber entrado.

El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, mantuvo ayer su intención de vigilar de cerca los movimientos que se produzcan en el Hércules en torno a la maniobra accionarial que prevé una reducción y ampliación de capital. Nada que objetar. Pero antes de lanzar piedras debería asegurar bien a quién puede dañar, no vaya a ser que por colgarse una medalla dejando tuerto a Ortiz a quien deje ciego es al Hércules. No parece probable que el IVF vaya a acudir, en su condición de máximo accionista, a la ampliación de capital que exige Tebas si se regresa al fútbol profesional; tampoco se antoja verosímil que llegue una partida desde esa institución para cubrir las exigencias de un equipo de garantías en la improductiva Segunda B. Así que, a no ser que tenga un Carlos Slim a mano, lo real, hoy por hoy, es exigir a Enrique Ortiz que invierta para reparar lo que dañó. Lo demás es demagogia. Y ya no estamos en campaña, alcalde.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats