Toni Doblas, veterano portero que se hizo nombre en el Betis y el Zaragoza, fue directo hacia Chema tras pasar por la ducha para felicitarle con cuatro palabras: «La parada del partido». El sevillano se refería a la mano providencial que sacó el guardameta herculano para despejar un balón diseñado para el empate en los últimos instantes del encuentro. Esa acción fue la última de unas cuantas que amenazaron el sistema nervioso de un Hércules incapaz de sellar un triunfo plácido en el Rico Pérez, pese a tener dos goles de ventaja, un penalti a favor o todo el apoyo del mundo con la madera de la portería, que escupió dos veces hacia fuera los cañonazos de un enemigo que se debate entre las trincheras más bajas de la clasificación.

Nada sirve para domar con tranquilidad un combate en el ring alicantino. Ni siquiera el hecho de anotar un gol cuando todavía no se ha alcanzado el minuto merced a una buena acción trenzada por la derecha. Con el público pendiente de buscar asiento, Casares acabó colándose por el costado para filtrar un centro raso que Portillo envió a la red. 1-0. Cincuenta segundos de fútbol bastaron para que el de Aranjuez encontrara la caña, dato que presagiaba una plácida tarde frente a un rival que mira a los ojos el descenso. Pero ni así.

Herrero apostó por la calidad ofensiva colocando por fin desde el principio a David González y Adri Cuevas, vértebras de una columna vertebral cualificada para llegar al portal enemigo. Abrió las alas con Chechu y Casares y cubrió la espalda con Lázaro. Ni más ni menos que el diseño que todo o casi todo el mundo tenía en mente. La única pega es que a Cuevas se le nota todavía demasiado su inactividad. El jerezano necesita minutos para recuperar habilidad y ubicación, cualidades que han quedado anestesiadas con su lesión.

Con el camino expedito por el tempranero gol de Portillo, el Cornellà dio un aviso aislado merced a un disparo cruzado de Xemi que repelió la cruceta. Poca cosa más hasta que Chechu, el futbolista más destacado del encuentro, se acomodó a su gusto un balón para trazar un disparo precioso desde fuera del área que se coló junto al poste de Doblas.(2-0, m.43).

Con dos picaduras sobre un enemigo enfermo y el primer acto consumido, el escenario quedó ideal para vivir sin sobresaltos durante los 45 minutos restantes. Pero en este grupo no se tapan rendijas, se cuela el aire con excesiva facilidad, falta decisión e intensidad en momentos puntuales y el terror no tarda en aparecer.

Una acción a balón parado mal defendida desde su ejecución, con espacio libre y jugadores sin marca, acabó por colgar el cuero al área donde a Dani Martín le bastó con meter la bota para desviar la pelota (2-1, m.50). A raíz del tanto, los temblores aparecieron por todo el cuerpo, a sabiendas de que poner en peligro el triunfo cuando el Reus no había fallado en Valencia y el Lleida abría la puerta a la tercera plaza con su derrota era como someterse al ritual del harakiri.

Gallar enmudeció el estadio con un disparo al larguero y, acto seguido, el Hércules, dispuesto a seguir martirizándose con saña, desperdició un penalti que hubiera zanjado el debate.

La acción tiene su historia. Una mano dentro del área no hizo dudar al colegiado Moya Bueno, que marcó el punto fatídico. Portillo, cegado por el doblete, agarró el balón, y tiró a asegurar ajustándose al manual del zurdo: fuerte, a la izquierda del guardameta. Doblas, experimentado en mil batallas, que le había advertido antes de chutar que lo tenía estudiado, metió la mano certera. Ocasión desperdiciada.

La estadística no deja a Portillo como buen especialista desde los once metros. De los últimos 12 que ha lanzado como jugador del Nàstic, Osasuna y Hércules ha anotado únicamente 6. El cincuenta por ciento. No es un buen registro.

El Cornellà, que había quedado a un paso del descalabro definitivo, ganó gobierno y un notable catálogo de ocasiones, balanceando a un Hércules al que le fueron pesando cada vez más los minutos finales. Bartu y Arnau lanzaron un par de dardos, pero fue este último quien buscó con más precisión la diana tras una acción individual con slalon desde el centro del campo que malogró cuando se dispuso a ejecutar lo más fácil: enchufar el disparo desde cerca y sin oposición.

El equipo de Herrero tuvo otra ocasión para zanjar la discusión con un pase de la muerte de Casares que Doblas tocó lo justo para evitar que Fernando hiciera el 3-1 al lado de la línea de gol. De ahí se pasó a coquetear con el desastre con aquel balón colgado a las tinieblas del área y que obligó a Chema a sacar la cuchara para evitar lo peor. Fue un triunfo importante, pero no convincente.