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Madera de entrenador

El técnico del Hércules Pacheta compatibilizó el fútbol con la carpintería en Burgos y Soria

José Rojo «Pacheta», ayer, en el taller de carpintería alicantino Blasco. HÉCTOR FUENTES

­A Pacheta le resulta igual de familiar una sierra que una pizarra. La pasión por la madera y el fútbol han marcado su vida y el entrenador del Hércules abrió ayer los ojos como platos cuando pisó el taller de la carpintería alicantina Blasco. «Esto es un cepillo, esto otro un formón y aquello una escofina...Todo esto me trae muchos recuerdos», comentaba mientras curioseaba por las mesas.

Pacheta (Salas de los Infantes, Burgos, 1968) retrasó sus estudios por la fascinación que sentía por la madera. «Yo crecí muy cerca de uno de los mayores bosques de pino de Europa. Y pese a que tenía muy buenas notas, decidí que quería estudiar el módulo de carpintería de Formación Profesional», recuerda. Esta decisión, consensuada con su hermano mayor (confidente y referente) sorprendió en su familia, pero la suerte estaba echada. Cursó esos estudios y después ejerció de profesor en Santo Domingo de la Calzada. Con 20 años ya conoció a su actual mujer y en ese periodo se cruzó el fútbol en su camino. «Por la mañana daba clases en Santo Domingo de la Calzada y por la tarde entrenaba con el Racing Lermeño. Me hacía todos los días 140 kilómetros en moto para poder compatibilizarlo», explica.

El entrenador del Hércules, que cuenta con casi 200 partidos en Primera a sus espaldas, comenzó su andadura profesional en el Burgos, club que le cedió al Numancia, de Segunda B. «Fue un año muy duro por las lesiones. Se entrenaba por la tarde y por la mañana trabajé en el servicio de carpintería del Ayuntamiento de Soria, arreglando bancos y cosas así», recuerda.

Pacheta se interesó ayer por las nuevas maderas que se emplean actualmente y Juan Carlos Blasco, director general de la carpintería, le explicó que el roble, la haya y el pino siguen teniendo vigencia, pero que también han entrado en escena maderas exóticas provenientes de Brasil y África.

El técnico del Hércules quedó fascinado con un banco de trabajo con más de 50 años de vida y recordó entre risas una anécdota que pudo acabar en tragedia. «Una cuchilla de una cepilladora saltó de la máquina y se clavó directamente en el techo», aseguró, al tiempo que añadió, ya más serio: «Tiene mucho mérito la gente que trabaja aquí, hay que poner mucha atención en ciertas máquinas que son muy peligrosas».

Pacheta no tuvo reparos en coger un serrucho de costilla y hacer sus pinitos con una pieza. «Este taller es muy grande y con todo tipo de maquinaria. Yo siempre soñaba con tener un taller pequeñito, pero, eso sí, con un Mercedes en la puerta», comentó entre risas.

En un segundo plano

Pero una vez que el fútbol profesional se cruzó en su camino, la madera quedó relegada a un segundo plano por exigencias del guión. Tras un par de temporadas en el Mérida y el Atlético de Marbella, llegó al Espanyol de Barcelona, donde tocó techo. Jugó cinco temporadas consecutivas en Primera División y disputó 150 partidos en la élite. Pacheta hizo de chico para todo y la única posición en la que no debutó fue de portero. Marcó cinco goles y de ahí pasó al Numancia de Soria, donde tiene fijada su residencia. En Los Pajaritos vivió otras dos temporadas en Primera, con diez goles y un descenso final de lo más previsible por la modestia del club castellano.

Una vez que colgó las botas como futbolista, ejerció como secretario técnico del Numancia y decidió, por diferentes motivos, tomarse un año sabático. No fue tal porque aceptó la propuesta de su amigo Jaime Rivas, propietario de Puertas Norma, una de las empresas más potentes de Soria. «Aquellos meses fueron de lo más gratificante para mí y aprendí cosas que después me han servido en mi faceta como entrenador», recuerda el técnico de un Hércules que ocupa el liderato del grupo III de Segunda B.

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