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Emocionado adiós al Pater herculano

Un espontáneo aplauso rompe el respetuoso silencio en la concatedral de San Nicolás al finalizar el funeral de José María Parreño

Imágenes del funeral, oficiado por el obispo Jesús Murgui Pilar Cortés

Un aplauso espontáneo sacudió la concatedral de San Nicolás arrancando emotivas lágrimas cuando varios sacerdotes levantaron a hombros el féretro con los restos mortales de José María Parreño, cuyo funeral dejó la iglesia alicantina con poco espacio libre. El cura del Hércules, el «Pater», recibió el último adiós de decenas de amigos en una ceremonia oficiada por el obispo de la diócesis Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, junto al obispo emérito, Rafael Palmero, y el vicario general, José Luis Úbeda.

El Hércules estuvo representado por los directivos Carlos Parodi, Valentín Botella y Vicente Farach, que acudieron a la iglesia alicantina junto al director deportivo, Dani Barroso, y el director de comunicación, Tomás Moya.

Exjugadores de la época dorada como Joseba Betzuen y Juan Antonio Carcelén, acompañados por Manolo Maldonado, significado directivo de José Rico Pérez en la etapa más brillante del club alicantino, tampoco faltaron a la despedida de quien fuera amigo y figura destacada del Hércules desde hace cincuenta años, cuando entrara como capellán del club de la mano de Tomás Tarruella.

De igual manera, la familia Rico Pérez estuvo representada por María y Andrés, dos de sus hijos, cuyos ojos vidriosos avivaban el recuerdo de la estrecha relación que Parreño mantuvo con sus padres.

«Se nos ha ido un gran herculano», manifestaba Manolo Maldonado, excepcional directivo que se unió al Hércules unos años después de la llegada de Parreño. También Joseba Betzuen recordó aquella época dorada en la que el «Pater» se desplazaba a las concentraciones del equipo alicantino a mediados de los 70 en el hotel en los Arenales del Sol para oficiar misa. «Ha sido una persona muy querida por todos. Forma parte de la historia del Hércules, una parte muy importante», indicó Betzuen.

Las palabras de Antonio Fuentes, sacerdote octogenario que se ordenó junto al finado un 14 de junio de 1953, también calaron en San Nicolás al ensalzar la figura de Parreño recordando, entre otras cosas, su destacada pasión por la música: «Cuando se sentaba ante el órgano, de sus dedos salía vida, toda la que llevaba dentro».

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