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Victoria y deshonor

El Hércules ve consumado su descenso matemático cortando una racha de once partidos consecutivos sin vencer

Adrián Sardinero, autor del único tanto, a la conclusión del partido contra el Mirandés. LOF

La historia se repite. Al igual que hace quince años, el Hércules muere haciendo daño. En 1999, los alicantinos se despedían del fútbol profesional en el Luis Sitjar con un triunfo ante el Mallorca B, al que despeñaban por la misma grieta. Ayer, no solo consumaron su descenso sino que se adjudicaron virtualmente la indecente posición de colista dejando al Mirandés ante las llamas del infierno, con la obligación de ganar al Lugo en la última jornada para evitar lo peor.

El triunfo herculano llega a deshoras, tras un partido gris pero trabajado, que no sirve ni siquiera para aplazar la colocación de la escalera hacia la alcantarilla, donde el Hércules deberá convivir, al menos y en el mejor de los casos, durante los próximos doce meses. A esos fangos quedó condenado por estar once jornadas consecutivas sin ganar. Tales números le dejan sin posibilidad matemática de permanencia a falta de una jornada para la conclusión, dato que, traducido, confirma que para descender de categoría hay que hacer las cosas rematadamente mal.

Un gol de Sardinero, que pinchó con algo de suerte un bonito balón colgado por Peña, dio el triunfo en Anduva ante un Mirandés al que le temblaron las piernas en el peor momento. Por ahí caminó el partido: con un Hércules bien plantado, libre de carga y con el sistema nervioso inalterable frente a un enemigo atenazado por las prisas, pendiente de la radio, de los resultados que le martirizaban en otros campos y que le condenan a vivir una última jornada de infarto.

Para desgracia del Mirandés, además, el Hércules contó ayer con Sissoko. El francés regresó de su lesión y aportó solidez en el centro del campo alicantino. Junto a él, Sardinero mostró su mejor versión, Eldin dio por olvidada su prolongada caraja y De Lucas aportó detalles con cierta luz. Donde no se encendió la bombilla fue en la zona caliente, con Portillo deambulando en un mundo donde pasa poca cosa. Pudo pasar en una ocasión puntual, tras una bonita acción trenzada entre Eldin y De Lucas, que llevaron el balón hasta una esquina de la portería donde, sin portero, Portillo mandó con la derecha el cuero a las nubes. Dio la impresión de que era más difícil fallar que acertar. Error clamoroso, sin duda.

La acción fue lo único rescatable de una primera parte en la que el balón corrió por todos lados excepto por la zona de definición.

El Hércules ganó, eso sí, en solidez. Con Sissoko en el centro del campo acompañando a Yuste, el cuadro alicantino quedó decorado de otra forma. Mantuvo orden, juntó las líneas y bloqueó al rival. El Mirandés, preso de su urgencia al ver complicada la permanencia, fue cometiendo pecado tras pecado. De hecho, al final de la primera parte, el Hércules pudo golpear a los burgaleses con un par de disparos de Eldin.

El segundo acto marcó un guión similar. Fue el Hércules quien tuvo las mejores ocasiones en un partido de poco picoteo. De Lucas tuvo la primera al enganchar un gran disparo tras un centro de Ortiz que encontró la mano salvadora de Dani Jiménez. El flirteo con el gol llegó en una bonita acción de Paco Peña, que ayer volvió a mostrar solvencia. Un balón colgado con toda la intención al área encontró la bota de Sardinero, cuyo intento de control aportó un extraño efecto al cuero que sirvió para sortear al portero y colarlo dentro (0-1, m.70).

La voluntad de Pablo Infante no fue suficiente para dar maniobrabilidad a un Mirandés que no encontró nunca el camino para meter la nariz entre Sissoko, Yuste y Escassi. Una ocasión con un lanzamiento directo de Infante provocó el único grito a la grada, impaciente por ver a su equipo alejarse del peligro del descenso.

Al final, se vio más prisa que precisión en el grupo castellano, incapaz de hilvanar algo medianamente digno para pinchar a un cadáver que le invitaba a compartir mortaja.

Y así acabó la historia, con un Hércules descendido, desprestigiado, virtualmente colista y que, como penitencia, ahora tendrá que jugar aún un bolo con el Barcelona B para su sonrojo.

Ahora solo queda mirar por el retrovisor y cambiar muchas cosas que contribuyan a no tener que esperar de nuevo un lustro para abandonar la cueva. Del infierno también se sale. Hoy es un buen día para empezar a trabajar en ello.

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