El partido que provocaba insomnio discurrió plácido, tranquilo y sin sobresaltos hasta dotar al Hércules de tres puntos que le sirven como una pértiga en la tabla de clasificación. No fue rival el Alavés, un equipo que quedó desestructurado con dos lesiones tempraneras -Toti y Vélez- y tremendamente dañado con dos goles que tampoco tardaron en aparecer. Por ahí se abrió el camino del Hércules, sobre el que Quique Hernández prolongó la misma propuesta que alineó en la segunda parte del encuentro de Riazor.

Con dos lanzas por los costados (Peña-Sissoko, por la izquierda; Ortiz-Ferreiro, por la derecha), el Hércules abrió el campo ante un Alavés que, ni de lejos, tuvo capacidad para abarcar tanto espacio. Por el centro, como siempre, Yuste puso presencia y De Lucas prestancia, todo un combinado para desquiciar a un enemigo al que once jugadores se le antojaban pocos para bregar por la pelota.

Con el balón en su poder y el juego como catalizador, el Hércules encontró muy pronto la templanza necesaria. Por arriba ha ganado mucho con la electricidad que aporta Ferreiro, un futbolista que se ha destapado en este tramo de Liga con más desparpajo que ningún otro. A todo ello, la aparición de Sissoko por la izquierda o por el carril del «10» aporta un aire fresco hasta ahora desconocido. El francés, generoso en el esfuerzo, tiene llegada con su elegante zancada. Y también mucho gol. Entre Ferreiro abanicando por la diestra, y Sissoko metiendo la cuchara tras entrar por la siniestra, se creó el primer gol nada más desperezarse el choque. El galo se coló por delante del lateral que le seguía y conectó un disparo con su pierna mala para comenzar a abrir el cielo. 1-0, m.3.

Para colmo, el Alavés quedó zarandeado por una calamidad en el lanzamiento de una falta lejana de Pamarot, que dio en la barrera y despistó a Goitia (2-0, m.11).

El duelo quedaba certificado en diez minutos trazando un camino de tranquilidad nunca visto en el Rico Pérez esta temporada. Sin sobresaltos, tocando la pelota con fluidez y, en ocasiones, hasta decorando el escenario, el grupo alicantino vivió los momentos más plácidos de la temporada frente a un enemigo diminuto, acobardado e inofensivo. En todo esto también tuvo mucho que ver Pamarot, que ajustó la marca con Borja Viguera, al que devoró con patatas. Pero quien bordó el partido, sin duda, fue de Paco Peña, un titán. El lateral extremeño se movió como una avispa por su zona, adelantándose siempre a todo enemigo que se cruzó en su camino. Rápido, perfecto al cruce y sin un solo error a la hora de elegir la opción con el balón en los pies, le sobró fuerza y nervio para subir y prolongar su sombra en la zona caliente. Toda una exhibición del mejor Peña de los últimos tiempos (lástima que se vaya a perder ahora el partido de Éibar por sanción).

Tras el 2-0, el partido quedó para una tercera diana, que hubiera bajado el telón definitivamente sin esperar a la segunda parte. La tuvo Sissoko, con un disparo que encontró la mano certera de Goitia.

Con todo, el segundo acto tampoco concedió mucho aire al Alavés, siempre más cerca de recibir más goles que de acortar diferencias. A excepción de un disparo de Stevanovic que despejó Falcón, la portería alicantina no pasó apuros.

El Hércules siguió remando ordenado por la cocina, con lucidez y sin necesidad de vértigo. Hernández movió el tablero para asegurar la posesión del cuero dando alternativa a Héctor Font, que salió por Azkorra. El castellonense se movió por el eje y puso detalles sobre una estantería que había perdido luz, posiblemente contagiada por la endeblez de un visitante medio dormido y conforme con su triste destino. Recuperado para la causa, la finura del rubio centrocampista, sigiloso y sin precipitación, puede venir bien a un Hércules necesitado del último pase para abrir el armario.

Por ahí anduvo también Portillo, reconciliado con el público tras el sello acuñado en Riazor y la brega exhibida ayer en el Rico Pérez, que le premió con un aplauso al ser sustituido por Sugi. Con poca fortuna a la hora de desplazar la pelota, pero con abnegada y laboriosa dedicación se ofreció Azkorra, que se hizo acreedor del reconocimiento. El vasco fuer ayer la segunda punta de lanza en el nuevo esquema de Hernández, al que se le presume satisfecho por la templanza exhibida en uno de los partidos que pone a prueba los nervios.

Destartalado el Alavés, el Hércules trasladó una imagen paciente y de equipo hecho. El salto de pértiga en la clasificación con tres puntos de gran valor sirve para colar entre la zona roja a otros inquilinos a la espera del nuevo examen de Eibar, donde espera el líder.

Ayer, los futbolistas herculanos dieron sosiego a una institución que afrontaba la jornada como quien se dispone a atravesar un camino de minas. De quedar condenado al padecimiento por el patíbulo pasó a ubicarse en una zona con almohadas. Eso debe servir ahora para afinar más y, de paso, para recuperar la mejor versión de Eldin, que vuelve a necesitar ajustes tras pasar por el taller. Sea como fuere, lo importante era ganar y se hizo, además con solvencia, sin apuros, siendo mejor que el enemigo que entrena Mandiá, a quien le queda mucho trabajo por delante.