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Sanabria, 30 años después

El argentino, protagonista de un ascenso y autor del gol del Bernabéu que valió una permanencia en Primera, recuerda su etapa en el Hércules como «inolvidable»

Sanabria, entre la afición, festejando el ascenso hace 30 años. perfecto arjones

Una de las estampas inscritas a fuego en la historia del Hércules recrea a un hombre arrodillado en el Santiago Bernabéu la tarde del 21 de abril de 1985. Aquel domingo, el equipo alicantino derrotaba al Real Madrid en la última jornada de Liga por un solitario gol que servía para conseguir la permanencia en Primera División. El tanto sobrevino en el minuto 26 de la segunda parte tras un chut de Ramos que superó a Miguel Ángel y repelió el poste hacia el punto de penalti, donde Dante Sanabria -el hombre arrodillado que inmortalizó la estampa al acabar el partido- empujó el esférico anotando una diana para la historia.

Hoy, casi treinta años después, con las nieves del tiempo plateando su sien, Sanabria reside en Rosario (Argentina), al frente de varios negocios que maneja junto a su hermano menor, encantado de que en Alicante todavía se le recuerde por aquel gol al Madrid y por un ascenso a Primera División. «Nunca olvidaré aquella etapa de mi vida. Se me ponía la piel de gallina viendo el estadio lleno... Llegué en diciembre de 1982 y el 7 de enero nació mi hija Gianinna, que es alicantina... Cómo olvidarlo».

Genio y figura, Sanabria ganó fama tanto por su comunión con el gol como por sus salidas nocturnas. «Yo disfruté de la noche más hermosa de Alicante», desvela con gracia tres décadas después, aportando como anécdota un diálogo con Pachín, su entrenador, advertido de que le habían visto a horas no recomendables para un deportista por la ciudad.

-«Dante, ¿dígame donde estaba usted anoche a las cuatro de la madrugada?», preguntó Pachín.

-«De calle en calle buscando una farmacia, mister», respondió Sanabria provocando la risa general en el vestuario.

«Me gustaba la noche, es cierto, pero no era el único. Eso sí, el domingo ponía el pecho», aclara el rosarino.

«Y no salía yo solo ¡si jugaba con Kempes! No recuerdo qué locales de moda frecuentaba, pero sí que me gustaban todas: las rubias y las morochas (morenas)».

Fueron varios los momentos de gloria que Sanabria recuerda en su etapa en el Hércules. El primero, el del ascenso del 84. «Teníamos un grupo bárbaro», señala el argentino que fue dirigido ese año por Pachín y, posteriormente, por Carlos Jurado. «Pachín era un espectáculo. Me 'reputeaba'. Llegaba al entrenamiento masticando limones, para disimular todo lo que había tomado la noche anterior. Y los 'revoleaba' si no le gustaba algo en el entrenamiento», desvela entre risas. Con Jurado, sin embargo, la relación no fue buena.

Sanabria destaca dos nombres propios de su etapa en el Hércules. Por un lado, el presidente, José Rico Pérez. «Era un hombre extraordinario. Recuerdo que hubo un retraso en el pago y fui a su casa. Sacó el dinero y saldó la cuenta. Tenía que pagarlo el club, no él, pero Rico Pérez actuaba así. Si se hubiera quedado en la presidencia yo no me hubiera ido al Sevilla. Con gente así, uno no se quiere mover. Un tipo maravilloso. Sin él, el Hércules se quedó sin un presidente con dos cojones bien puestos. Y así le fue al club».

Por otro, Mario Alberto Kempes. «Era el mástil del equipo. El escudo. Vino con ganas para demostrar al Valencia que se habían equivocado jubilándole. Y vaya si lo hizo».

La imagen que perdura, con todo, es la del gol en el Bernabéu. «Si no llego a meter esa pelota, me muero. Venía hacia mí y parecía que me apretaban el cuello», relata, «la alegría por vencer al Madrid y lograr la permanencia fue tremenda».

Curiosamente, Sanabria tuvo la oportunidad de conocer hace unas semanas a David Trezeguet, el también exherculano que ahora milita en el Newell's. «Estuve conversando con él y me contó que recuerda con agrado su estancia en el Hércules y a la gente de Alicante. Me dijo que había oído hablar de mí allí. Todavía se acuerdan», concluye Dante Sanabria, orgulloso de haber dejado un bonito sello entre el herculanismo.

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