Eldin, el apátrida, el joven que nació en un barco camino de Alicante, ha encontrado un hogar. El canterano, que se perdió media liga buscando el pasaporte, se ha colado en el bloque titular del Hércules. Ayer guió al equipo alicantino hacia la atmósfera, donde se respira con alivio, sin el calor sofocante que producen las llamas del descenso quemando las nalgas. Hasta ahí arriba lo empujó el ya hispano-bosnio, un chaval con desparpajo y pulmón que debió dejar hace años las colas de extranjería para morar plácidamente en la primera plantilla herculana, donde ya está instalado. Sirva Eldin como enésimo ejemplo para justificar el trabajo de cantera, que en el caso del Hércules sigue dando apetecibles frutos pese al injustificable empeño en querer abonar menos de lo justo por ese sembrado. Y, cosas del destino, llegó también el día que el Hércules rendía homenaje a otro descendiente de los Balcanes: Miodrag Kustudic, que, desde la grada y tras ver bautizada la puerta 9 del estadio Rico Pérez con su nombre, disfrutó de lo lindo con el pundonor y brega de otro hijo de la ex Yugoslavia, listo para morder, hambriento de fútbol.

El partido reunió más nervios que traza. Quique Hernández retrasó a Escassi para cubrir el hueco del sancionado Pamarot en el centro de la zaga y dejó a Paglialunga por delante, acompañado por Edu Bedia. El cántabro, que regresaba tras quince días de inactividad, estuvo lejos de su nivel habitual, y eso el Hércules lo notó en exceso. Afortunadamente, Eldin recogió los bártulos para navegar por delante, pidió la pelota y levantó la mirada, acompañado de Pablo Redondo, que ofreció su mejor versión para airear el juego, defendiendo cuanto tocaba defender y metiendo la aguja por el costado cuando la ocasión se brindó.

Fue precisamente una recuperación de balón de Redondo el origen del único tanto del encuentro. El valenciano pinchó la pelota en el centro del campo y cedió a Eldin, que salió con fuerza hacia adelante en busca de Braulio, el goleador canario encargado de colarse por el flanco izquierdo, que cruzó lejos del alcance del guardameta visitante (1-0, m.33). Unos minutos antes el propio Eldin brindó un pase interior en bandeja a Portillo, que, quizá por intuir posición de fuera de juego que no existía, regaló el cuero al portero desperdiciando una gran ocasión.

Entretanto, el Córdoba aportó buen trato de balón, aceptable posicionamiento, razonable ambición, pero nula pegada. La punta de lanza andaluza chocó con la pareja de centrales Escassi-Cabrera, que no se anduvo con historias, al tiempo que tanto Peña como Cortés fueron tapando con acierto los laterales.

El percance llegó antes del descanso con la lesión de Braulio. El canario -que antes de marcar pudo ser expulsado, pero vio perdonada una segunda amarilla tras una dura entrada a Dubarbier- pidió el cambio tras echarse la mano al muslo. Unos minutos antes realizó un sobreesfuerzo en una acción defensiva que le llevó a esprintar hacia Falcón para frenar un contragolpe cordobés. Tal carrera, que se salía del guión, la pagó con una lesión que le apartará otra vez del once durante varias jornadas. Mala noticia.

Otra ocasión

A falta de fútbol fluido, el Hércules no dejó boquetes. Paglialunga oxigenó su parcela y el bloque mantuvo el tipo. Además, el conjunto alicantino creó las ocasiones más claras del encuentro, dato que también se repitió en la segunda parte. En este periodo, de nuevo Eldin puso su pluma al servicio de la escritura. Un pase interior en carrera al hueco marcado por Portillo no fue aprovechado por el de Aranjuez, que elevó en exceso ante la salida de Alberto García. Fue otra de las ocasiones desaprovechadas para sellar el match.

El encuentro caminó parejo. Sin imaginación artística, el choque encriptó su clave con símbolos relacionados con el sacrificio: Anular la salida del rival, tapar el hueco por los costados, no dejar pensar más allá de la línea de tres cuartos, acoso constante... fueron consignas para mantener el exiguo marcador, el que no da pie al mínimo error. Por ahí se encontró el acento de Javito -recambio de Braulio- elemento siempre listo y dispuesto para acudir a la guerra.

A todo eso, Eldin, roto por el esfuerzo, se vio obligado a dejar la batalla a falta de media hora.

Anudado por sus carencias para tejer el juego, el grupo de Quique regaló más de la cuenta el balón en la franja final. Con Bedia demasiado gris y falto de chispa, y ya sin Eldin sobre el campo, el Hércules acabó dando un par de pasos atrás, sufriendo con cada acelerón del Córdoba, que sólo usó la pólvora en el último minuto con dos disparos casi consecutivos que pusieron a prueba los reflejos de Falcón, siempre listo para esa eventualidad.

El partido acaparó atención por la incertidumbre que genera el 1-0, no por el juego de pegada del rival. El Hércules había perdido depósito, pero el Córdoba tampoco sobrevivía con la lija a punto. Todo quedó remitido a fijar las marcas, tapar los balones que pudieran llegar a los dominios de Xisco, un buen delantero que ayer anduvo con la luz apagada, y poco más. Y por ahí se cumplió, aunque algún regalo postrero de Bedia requiriera al mejor Falcón.

El pitido final del colegiado sonó a sinfonía beethoviana, con el Hércules fuera de las posiciones de descenso por vez primera en siete meses. El trayecto, complicado y espinoso, no está cubierto, quedan todavía siete estaciones para llegar a la meta, pero visto lo que ocurrió en la primera vuelta, la situación actual del club alicantino merecía ayer un festejo en Luceros.

Siete jornadas sin conocer la derrota (desde el 3 de marzo ante el Almería) ha llevado al cuadro alicantino a enderezar el rumbo y salir de la hoguera. Cuesta ganar, cierto, pero tampoco es fácil doblegar a este Hércules con coraza y capacidad de sacrificio.