"Una silueta parecida a la de Manolo Maciá". El dudoso testimonio de un presunto testigo, que apenas esgrimió ocho palabras para acusar a la entonces estrella del Hércules del incendio de la iglesia de Santa Pola, fue suficiente para que, tras procedimiento sumarísimo, se dictara una condena de seis meses y un día de prisión señalándole como autor del delito de "excitación a la rebelión militar" a comienzos de 1940. Por aquel entonces, Manolo Maciá, reconocido republicano, acababa de regresar a Alicante tras permanecer varios años en Niza (Francia) y había puesto en marcha, junto a su hermano Pepe, un negocio de iluminación de barcos cerca de la iglesia en cuestión. Ese detalle, unido a su ideología de izquierda y al indisimulado rencor de algún vecino, fue suficiente para que el tribunal encontrara un culpable del incendio provocado en el recinto religioso sin reparar en que, a esa hora, el futbolista estaba en Alicante a punto de entrenar con el Hércules en el estadio benaluense de Bardín.

Nada ni nadie pudo impedir que el republicano Manolo Maciá (Santa Pola, 1913-1991), lector de Blasco Ibáñez y uno de los mejores futbolistas que ha vestido la camiseta del Hércules en toda su historia, acabara con sus huesos, primero, en la cárcel de Benalúa -donde Gastón Castelló le hizo un bello retrato- y, más tarde, en el Palacio Altamira de Elche, donde estaban recluidos los presos de la Guerra Civil. Maciá, injustamente encarcelado, tan solo tuvo un privilegio dada su condición de futbolista destacado en un Hércules que había retomado la competición tras la guerra en Primera División: salir de su encierro cada domingo que el equipo herculano actuaba como local en Bardín para jugar junto a sus compañeros el partido de Liga correspondiente. Acto seguido, minutos después del pitido final, el santapolero regresaba a su encierro hasta el próximo encuentro en el que su equipo actuaba como local, dado que tenía prohibido viajar a los partidos lejos de Alicante.

Maciá había regresado a la "terreta" reclamado por Renato Bardín, presidente del Hércules, deseoso de volver a ver vestido de blanquiazul a quien fuera uno de los artífices de la ascendente trayectoria del equipo antes de que la contienda bélica abriera un obligado paréntesis en la competición futbolística. Bardín escribió una carta, fechada el 24 de mayo de 1939 a Maciá, por entonces en Niza, para no solo reclamar su regreso a las filas del club herculano sino para facilitarle el viaje de vuelta sin sobresaltos con salvoconducto por medio. El dirigente herculano adjuntaba una "carta oficial" para que la presentara ante el cónsul de Pau, que debía arreglarle el pasaporte para ser visado en la prefectura francesa. Paralelamente, Bardín se aseguraba contra imprevistos en el viaje de Maciá a Alicante con dos cartas de Enrique Puigcerver, un influyente ciudadano alicantino: Una debía ser presentada en Irún y otra, sólo si era necesario, en Perpiñán.

Futbolista ejemplar

Futbolista de raza, Manolo Maciá militó durante casi tres lustros (1932-45) en el club alicantino, siendo tentado por el Real Madrid, quien pidió autorización al Hércules para fichar al mediocentro, algo que finalmente no consiguió.

Diversas versiones apuntan que su ideología política le privó de ser internacional con España.

Conocido como el "futbolista de goma" por su elasticidad y potencia, Manolo Maciá pasó por los campos de fútbol españoles como un jugador de fuerza y por una caballerosidad sin igual. Una de las anécdotas que resume su forma de ser sobrevino al molestarse con un compañero de su propio equipo, que había hecho una entrada criminal a un rival. "Eso es de canallas", le espetó.

Su carrera finalizó con un partido homenaje entre el Real Madrid y el Hércules en Bardín el 17 de junio 1945.

El santapolero descartó jugar en el Madrid

El 24 de mayo de 1934, el Madrid Fútbol Club -en pleno periodo republicano no utilizaba el término 'Real'- enviaba una carta a Manolo Maciá para iniciarnegociaciones que llevaran a su incorporación al club de la capital de España. La entidad madridista aclaraba, nada más comenzar la misiva, que se había dirigido con anterioridad al Hércules para que éste autorizara la negociación. La directiva alicantina, curiosamente, dejó claro al representante madridista que la mayor dificultad la encontraría en el propio jugador.

"Como nosotros tenemos proyectada una excursión por Alemania, Austria, Dinamarca, Grecia y Noruega", exponía en la carta el Madrid, "y para ella queremos llevar ya el equipo que tengamos para la próxima temporada o por lo menos tenerlo ya decidido, hemos creido conveniente suplicarle que nos diga si nos autoriza para seguir tratando con el club y si usted estaría dispuesto a ingresar en el Madrid y en qué condiciones".

Cinco días después, Maciá contestaba a la carta del Madrid aclarando que, en principio, no tenía intención de moverse del Hércules, un club que cubría todas sus necesidades vitales tanto por los emolumentos que recibía -500 pesetas mensuales- "que las destino a los ahorros ya que mis gastos están equilibrados a las primas que recibo", alega en la misiva-. No obstante, en la misma carta insta al Madrid a que le mande "las condiciones máximas" por su contratación para decidirse sobre su traslado "si son de mi conformidad". "Después de ello, pueden dirigirse al Hércules para este asunto en el sentido que le convenga". La oferta, aunque suculenta -multiplicaba por cinco lo que cobraba en el Hércules- fue rechazada. Maciá siguió en Alicante.