Un oportuno cabezazo de Edu Bedia y un paradón de Ismael Falcón tras lanzamiento de un penalti de Jandro dieron al Hércules un punto en Girona, una plaza de la que los alicantinos salieron airosos tras soportar un bombardeo. Hubo que cambiar, y mucho, en la segunda parte para devolver claridad al grisáceo paisaje. Para ello, Quique Hernández hizo de Quique Hernández y ordenó dos sustituciones en el descanso. Algo había que hacer para frenar el paseo triunfal del cuadro catalán, un bloque que ganó el centro del campo y abrió las alas (sobre todo la izquierda) para sobrevolar como y cuanto quiso sobre el nido de Falcón, convertido en un muñeco al que disparar durante un agobiante primer acto.

Este periodo inicial fue un auténtico calvario para el bloque alicantino. Paglialunga no encontró sitio y Mario Rosas no tuvo espacio. Esto último siempre es una mala noticia para el Hércules, que necesita que el malagueño abra puertas y marque tiempos para encontrar desahogo. Pero Rosas no apareció y, por contra, el Girona desplegó sus mejores encantos a través de Luso, un acompañante de Jandro que empujó a los suyos hacia adelante sin que nada pudiera detenerle.

El melón, además, se abrió pronto y eso siempre facilita las cosas. Una falta botada desde la derecha por Sanchón encontró la cabeza de Benja, que peinó lo suficiente tras adelantarse a la zaga alicantina y colar el balón en la portería (1-0, m.3).

Aturdido por el golpe, el Hércules quedó demasiado a merced de un rival con alto voltaje. Con Tebar manejando con comodidad por el centro del campo, el Girona abrió el juego por las bandas y multiplicó su presencia en el rectángulo con una presión que ahogó al Hércules. En el cuadro alicantino, Rosas quedó en el olvido y Paglialunga se vio desbordado. Mientras tanto, su rival, a base de control y de mover el balón a una velocidad endiablada, usó todo su armamento para martirizar al enemigo, golpeado por derecha, centro e izquierda hasta quedar anulado.

Sanchón, en dos ocasiones, Benja y Jandro tuvieron en sus botas oportunidades claras para sentenciar con comodidad, pero perdonaron en exceso.

Tal fue la avalancha en el primer tiempo, que lo mejor que pudo pasar fue llegar al descanso con un solo gol en contra.

Ante ello, Hernández decidió mover el tablero. Sardinero y Nacho González, que debutaba, saltaron al campo al inicio de la segunda parte sustituyendo a Rosas y Redondo.

A partir de ahí ya nada fue igual. Desterrado Rosas, el entrenador tiró de Nacho González como socio de Paglialunga y dibujó otra simetría en el centro del campo, por donde ganó metros y ubicación. El nuevo maquillaje alegró al Hércules, que mejoró su estructura borrando de un plumazo la imagen que había ofrecido en el primer acto. Paglialunga se creció en los fogones y el trío González-Sardinero-Portillo afiló una punta de lanza inexistente en los 45 minutos anteriores. Así, el encuentro entró en otro escenario, con un Hércules más esmerado. El argentino que llegó del Catania apareció en una jugada digna de un punto y aparte en un partido abierto. Colgó un balón al corazón del área, por donde Bedia se había colado sin hacer ruido. El cántabro, con ojos en la espalda, optó por elevar suavemente la pelota con la coronilla al intuir adelantado al portero, y el esférico acabó en el larguero, madera que, sin embargo, quiso aliarse con el herculano para premiar su precioso detalle y le devolvió el cuero, manso, botando, para que, otra vez con la cabeza, enviara a las mallas (1-1, m.52).

El choque resultó más equitativo y el equipo blanquiazul encontró cierto cuerpo y equilibrio. Amparado con este marcador benigno, el Hércules paseó por el campo con aplomo. El juego del equipo subió de tono por el control defensivo. Por la cueva propia, Cabrera creció por encima de Pamarot, con menos capacidad de anticipación que en jornadas anteriores. Pero en general fue el bloque quien ganó en consistencia y capacidad para mirar de frente al Girona, un rival trabajado para pelear en lo alto de la escalera.

En ataque, el Hércules comenzó a dar más noticias con una acción en la que Portillo optó por acomodarse el balón a su zurda, perdiendo un instante precioso. El madrileño repitió minutos más tarde tras colarse en el cuarto de Mallo para definir ante la salida del portero, que se echó con todo para evitar el segundo gol herculano.

Pero la acción que definió el partido llegó en el área herculana. Pamarot cazó a un rival gerundense en su intento de patear el balón. Fue de esos penaltis que no se discuten; en todo caso sólo para cuantificar los años de cárcel pueden caer a quien comete una falta similar. Así que con el minuto 74 en el cronómetro, todo quedaba en manos de Falcón, un especialista en detener lanzamientos desde los once metros que ayer volvió a recrearse en su suerte más certera. El cancerbero herculano, que vistió de amarillo, acertó las intenciones de Jandro lanzándose al lugar elegido y amargando a un Girona que desesperaba viendo cómo se le escapaban dos puntos que podía asegurar en el saco.

La parada Falcón permitió al Hércules respirar aliviado al pasar del k.o. definitivo a un peldaño de amarrar empate. El acierto del portero descosió por unos momentos al enemigo local, que se desajustó y pudo pagarlo caro en esa acción posterior de Portillo que Mallo desbarató al lanzarse a la desesperada para tapar el disparo del madrileño. Todo hubiera podido cambiar, pero tampoco hubiera resultado justo, a tenor de la leña que hasta entonces había acumulado el Girona en la hoguera.

Sea como fuere, el Hércules resiste. Obligado a mantener el pulso a mil por hora, los alicantinos aumentan crédito en feudos como Montilivi y, sobre todo, al ser capaces de cambiar de cara tras pasar quince minutos por el vestuario. La batalla por la zona baja exige puntuar sin descanso. Ayer se hizo, con solvencia, tras sobreponerse en una buena segunda parte a un enemigo cualificado. De hecho, el Girona no se conformó con lo que estaba pasando tras el gol del cántabro Edu Bedia.

En la parte final buscó el cuerpo de Falcón para bajar el telón con un triunfo, pero el Hércules ya no estaba dispuesto a contemplaciones. Apareció la mejor versión de Cabrera, Pamarot fijó la coraza y Paglialunga ocupó espacio. Mención especial también merece Javito, un futbolista de pico y pala, que va a por todas, que choca con todo, con una capacidad de trabajo bestial. En momentos de flaqueza, el extremeño pone el hombro y desahoga. Como lo hizo el punto de ayer, todo un puntazo que deja la salvación a un encuentro.