El presidente del Hércules, Jesus García Pitarch, salió zarandeado del estadio Rico Pérez cuando se disponía a recoger su vehículo. La situación trae a la memoria aquella escena vivida en el 98 cuando el entonces entrenador, Sergio Egea, fue "acompañado" hasta el aparcamiento por una "horda" enfurecida que le increpó prácticamente al oído tras ser eliminado por el Elche en Copa del Rey. Aquel capítulo fue el primero de una serie que acabó con el equipo en Segunda División B, aunque por entonces al Hércules nadie le incluía en ese grupo de cola. Hoy, la situación es peor... y tiene mal arreglo.

La primera víctima, con todo, tarde o temprano será Mandiá, un técnico sentenciado desde hace tiempo, al que ayer Pitarch concedió vida únicamente porque no encuentra recursos para pagarle.

Sea como fuere, no es el banquillo el único foco del mal. Con una plantilla excesivamente corta, de calidad limitada, el bloque blanquiazul se queda en calzones al menor contratiempo. La baja de Braulio le condena a improvisar con un "9" dado que Portillo ni está ni se le espera, y los recambios en lugares puntuales apuntan hacia una precariedad alarmante, sello que colocó el presidente postizo que Enrique Ortiz se sacó de la manga.

El ambiente de crispación no solo exige un recambio de entrenador: Pitarch, Valentín Botella y Paco Ors harían un favor a la entidad y a sí mismos si dejaran el camino libre para que llegara algo nuevo. Los gritos de "directiva dimisión" despejan cualquier duda sobre el sentir de una afición que definitivamente ayer dijo "basta".

Todos los despropósitos acumulados han aclarado en poco más de un mes de competición que no le alcanza al Hércules este año con el traje que luce para caminar por la pasarela de Segunda. Faltan elementos para mantener el tipo en una categoría que precisa de coraza y muchas armas para afrontar tanta batalla.

Ayer, un partido igualado que quedó franco para el Hércules tras adelantarse con un 2-0, acabó con goleada tras una segunda parte que dejó errores defensivos y sensación de inferioridad. Ni el golazo de Gilvan en el minuto 18 ni el posterior penalti ejecutado por Fran Mérida, merced a una primera media hora decente, sirvió para frenar las acometidas de un Castilla que, como bloque, superó a su enemigo. La mejor versión de Cabrera no fue suficiente para frenar a Morata, un delantero que avanza metros como un tanque. Al Hércules le da para 30 o 40 minutos, más allá de esa línea sobreviene la oscuridad, físicamente herido, mentalmente apagado. Al inicio, a base de balones largos, trazando diagonales, con oxígeno en los pulmones, logró resquebrajar al filial. Encontró sitio Fran Mérida, mejoró la dirección con Edu Bedia y restó problemas Arbilla en un centro del campo que durante los primeros 20 minutos aportó otras sensaciones. Anda el equipo alicantino capado en ataque. La baja de Braulio, que se prolonga y alguien debería explicar bien las causas, obliga al equipo a depender de Gilvan, un hombre de velocidad y tiro lejano, pero sin etiqueta de "9". Olvidado Portillo, en el brasileño y Sardinero quedan depositadas las esperanzas goleadoras. Estas lanzas fueron, precisamente, las que abrieron herida en la tela blanca, floja para crear juego, pero seria en la amenaza cuando el balón llega a los pies de Morata, un delantero que destruye enemigos en esta Segunda División como si fuera un acorazado.

Relamiéndose con el 2-0, un ataque de Sardinero, que acabó reclamando falta, se convirtió en un contragolpe del Castilla que acabó ejecutado por Cherichev (2-1, m.33) tras un fallo defensivo en cadena. La diana trajo consigo nervios y dudas, y en los compases finales del primer acto Falcón evitó caminar al vestuario con un empate a cuestas al salvar un gol cantado de Morata.

A todo eso, Sarpong, lesionado a las primeras de cambio, dejó su sitió a Callejón. Y Pere, que otra vez pidió la sustitución en el descanso, fue reemplazado por Rivas. Con ello, Mandiá depositaba su vida en manos de dos de sus víctimas.

En la segunda parte los errores defensivos facilitaron la debacle. Primero una mala colocación de la barrera propició el 2-2 de Casado al saque de una falta directa. Por esos prados, el Castilla ya era superior, aunque el fútbol brindó una oportunidad al Hércules para colarse por delante con un tercer tanto cuando Gilvan se plantó ante el portero Jesús, que rozó con la punta de los dedos el cuero para evitar la diana. La desgracia se cebó con un fallo clamoroso de Falcón (2-3) y la rúbrica la puso Jesé con el tiempo cumplido (2-4). Apagón. Peligro verdadero.