A Dubravko Pavlicic (fallecido ayer en el hospital general de Elche a la edad de 45 años) se le recordará en Alicante como uno de los mejores centrales de la historia del Hércules. Por fuera, sin embargo, es probable que se caiga en la cuenta de su activa y brillante participación en los dos encuentros que el club herculano disputó contra el Barcelona en la temporada 96-97 y que se saldaron con victorias que sirvieron para restar seis puntos al equipo azulgrana en aquella Liga que el Madrid festejó en Cibeles tras llegar a la conclusión con solo dos puntos de diferencia sobre su eterno rival.

Su gol en el Camp Nou abrió el camino del triunfo (2-3) de un partido histórico para el herculanismo frente al intratable Barça, que por aquel entonces contaba en sus filas con un Ronaldo que "volaba" y que se había adelantado en el marcador al cuarto de hora de juego con un 2-0. Meses después, en el enfrentamiento de la segunda vuelta, de nuevo Pavlicic martirizaba al equipo azulgrana anotando la segunda diana del partido disputado en el Rico Pérez (2-1) e inmortalizando una imagen que encerraba respeto hacia la afición herculana: Su gesto, tendido en el suelo, con la cara pegada al césped, evitaba trasladar la alegría del momento a una grada que desde horas antes de comenzar el partido ya conocía que se había consumado el descenso del Hércules a Segunda División.

En cualquier caso, Pavlicic será recordado en Alicante como destacado integrante del selecto grupo de centrales que ha quedado inscrito como letras de oro en la historia del Hércules. Digno sucesor del "5" que en generaciones anteriores lucieron Ernesto I, Eladio, Rivera y Giuliano, el croata dejó una huella imborrable tras permanecer tres temporadas en el cuadro blanquiazul.

Fichado por la directiva de Aniceto Benito en 1994, "Dudo" -apodo familiar- brilló con luz propia en la campaña del ascenso, completando un eje defensivo que ofreció un extraordinario rendimiento junto a Gonzalo Arguiñano y José Vicente Lledó. Su progresión en Alicante le llevó a disputar con Croacia la Eurocopa del 96 disputada en Inglaterra y a su regreso debutó en la Primera División con el Hércules.

De mirada profunda y carácter frío, Pavlicic se ganó el respeto y acabó encontrando en aquel vestuario grandes amigos que conservaría tras colgar las botas.

En el camino, no obstante, no escondió su temperamento. Chocó alguna vez con Manolo Jiménez y con Quique Hernández, dos de sus técnicos en la etapa herculana, y sacó a relucir su patriotismo croata tras observar los insultantes gestos de Miroslav Vorgic, un ultranacionalista serbio que llegó al Hércules de la mano de Iván Brzic en calidad de preparador físico el año de Primera División. Pavlicic mostró rápidamente su repulsa a los modos de Vorgic, un curioso personaje que mostraba con orgullo en su vehículo una pegatina con la imagen de Arkan, un líder paramilitar serbio acusado de numerosos crímenes de guerra. Pese a ello, una conversación posterior calmó los ánimos y cada uno se dedicó a lo suyo.

Desvinculado del Hércules y tras completar su carrera en Salamanca y Ferrol, Dubravko Pavlicic decidió retirarse, olvidarse del fútbol profesional y regresar a Alicante, donde fijó su residencia para dedicarse a otro menester: un lavadero de coches. Y allí, en la avenida de Dénia, con el mono de trabajo puesto, tal como cualquier currante al pie del cañón en su negocio, "Dudo" siguió granjeándose la admiración y respeto de numerosos alicantinos, incrédulos y cohibidos al ver a quién fuera su ídolo sacando brillo al vehículo.

Amante de todos los deportes -incluso los de riesgo: se fracturó el peroné en un accidente de parapente-, Pavlicic lucía un excelente estado físico hasta que hace un año conoció en un reconocimiento rutinario que padecía un cáncer de páncreas que ayer acabó con su vida. El funeral tendrá lugar mañana a las 12.15 horas en el Tanatorio la Siempreviva de Alicante.