¿Dónde está Felo? Ante el personal que guardaba pacientemente la cola en El Altet, listo para embarcar el 18 de junio de 2010 en uno de los vuelos chárter fletados por el Hércules con destino al aeropuerto de San Sebastián, alguien cayó en la cuenta de la ausencia de Rafael Navarro, amigo de la infancia y "empleado-para-todo" de Enrique Ortiz. "Felo viaja a Irún en coche", comentó un miembro del grupo de amigos íntimos de Ortiz, un clan autobautizado como "la peña los Chilindrones", que todos los viernes del año, salvo causa mayor, se reúne para almorzar con el empresario a la cabeza. Nadie ajeno a ese círculo dio mayor importancia a la ausencia del fiel escudero de Ortiz, pero la incógnita que quedó flotando ante la puerta de embarque de El Altet (¿por qué razón viaja en coche en lugar de hacerlo con nosotros en el avión?) fue resuelta horas después por el propio Felo, quien, tras rumiar en solitario los 780 kilómetros que separan Alicante de Irún, desveló el asunto nada más toparse en la cafetería del hotel Urdanibia con el primer paisano que encontró: "No puedo aguantar más. Yo soy el hombre del maletín".

El comentario dio el pistoletazo de salida a la leyenda, trufada de extravagantes episodios que adornaron 48 horas en Irún en torno a un partido con "predestinado" final feliz y que trasladó la escena inicial a Hendaya -curiosamente, el mismo lugar elegido por Franco y Hitler en 1940- para sellar otro pacto muy distinto: el del ascenso del Hércules.

Pues allí, presuntamente, en un bar de la fronteriza localidad francesa, a escasos diez kilómetros de Irún, Enrique Ortiz y Valentín Botella conversaron con los dirigentes del Real Unión entre sonrisas desconfiadas y puyas intencionadas para atar cabos con un premio cercano a los dos millones de euros (un millón a pagar antes del partido, que se abonó. El otro, cuando el ascenso estuviera en el saco, que sigue a la espera de cobro y en el listado de acreedores de la suspensión de pagos).

Del acto de entrega del parné por el favor hay más versiones: Unos aseguran que fue en Hendaya; otros, que dicen ser testigos involuntarios pero directos, fijan la transacción horas después del acuerdo en Irún, justo enfrente del mismo hotel Urdanibia, a la sombra de los autobuses estacionados en el parking del hotel y a tiro de piedra de una pequeña arboleda que entraba en el ángulo de visión de una parte del hall del establecimiento hotelero.

En cualquier caso, el asunto quedó cerrado de tal forma que ya por la noche, en una de las terrazas de un bar del casco antiguo de San Sebastián, muy cerca de la Plaza del Ayuntamiento viejo, aparecieron sonrisas delatoras, adornadas con los primeros chascarrillos entre aficionados y directivos, que bien por intuición, bien por conocimiento de causa, vislumbraban a esa hora, un día antes del choque, el camino despejado: "No hay nieve en Saint Moritz" o "el tomate está en el cesto" fueron algunos de los mensajes en clave de humor que llovieron a modo de saludo o por "sms" por la agradable noche donostiarra, que, incluso, acogió por anticipado la celebración del ascenso de varios miembros de la secretaría técnica, visiblemente felices, contentos y sin signos aparentes de preocupación o nerviosismo, en una discoteca de San Sebastián veinte horas antes del encuentro.

Para que no faltara de nada, el "baile" se animó con la aparición del cuñado de Lopera por el hotel Londres, frente a la playa de la Concha, con una maleta con un par de millones, según diversos comentarios surgidos desde el entorno del Real Unión. La esperada contraoferta del Betis, dispuesto a todo para que los locales acertaran en la puerta contraria en lugar de descuidar la propia, no cuajó. Y eso que al descanso del encuentro, según contó más tarde uno de los directivos alicantinos presentes en el palco, el teléfono móvil del presidente del club irundarra, Ricardo García, vibró asomando un nuevo mensaje de Lopera: "Doblo la oferta".

El pescado estaba vendido. Aunque hubo algún susto -más producto de la impaciencia que de otra cosa- el encuentro pronto entró en fase de relajación. Sobre todo cuando un jugador del Real Unión, en buena disposición para acortar distancias en el favorable marcador que ya lucía en el Stadium Gal, falló estrepitósamente provocando la indisimulada reacción de alguno de los amigos de Ortiz que ocupaban butaca cerca del palco: "Joder, Enrique, tan descarado, no. Ahí te has pasado".