El Hércules sacó ayer las vergüenzas del Cartagena a relucir (0-3) en un plácido partido matinal que vio abierto el cielo con dos goles en la primera parte con toque circense. Así es el fútbol. Si una semana antes, con el Villarreal B enfrente, el balón se hizo el remolón evitando una y otra vez el merecido destino de la red, ayer, en el Cartagonova, se empeñó en colarse dentro pese a que la dirección natural enfocaba a otro destino. Con todo, el resultado rindió homenaje a los méritos contraídos por el Hércules, un bloque con un empaque infinitamente superior a su rival, con jugadores que caminan varios peldaños por arriba que sus homólogos cartageneros, enjaulados en ese rincón subterráneo de la tabla que provoca histeria.

Tiene el conjunto alicantino en sus filas varios pesos pesados que transmiten un poderío inmenso en envites de este pelaje. Ese es el caso de Abel Aguilar, un "Gulliver" capaz por sí mismo de convertir Cartagonova en Liliput. El colombiano no solo se adueñó del centro del campo sino que caminó por todo el césped con autosuficiente complacencia, ganando la partida allá por donde pisaba.

Y si a Abel se añade la calidad de Míchel, un futbolista que teje entre líneas unos metros por delante, la batalla se antoja desigual a las primeras de cambio. El valenciano disfruta con el balón en los pies. Simpatiza con la pelota, que baila a gusto bajo su sombra. Con Tiago más retrasado, guardando las espaldas, Abel y Míchel martillearon al Cartagena, necesitado de más aire que el que le otorga el voluntarioso Lafuente o el habilidoso Collantes.

Mandiá ha decidido retocar el corsé del centro del campo. Ha olvidado el 'trivote' sacrificando a Rivas y ha apostado por conceder la banda a Sanchón, un futbolista que responde fielmente a ese perfil. El catalán, que hasta ahora no había lucido especialmente, ayer se encontró más cómodo, se desenvolvió mejor.

Más vertical, sobando mejor el balón y ocupando con voz de mando la zona ancha, el Hércules tumbó sobre la lona a su adversario con dos disparos que se aliaron con la fortuna para hacer diana. Primero fue Carlos Calvo quien, desde el vértice de la frontal, golpeó una pelota que tras rozar ligeramente con el cuerpo de Sanchón (que pasaba por allí) desvió su trayectoria lo suficiente para despistar a Reina, que se quedó con la rodilla hincada en tierra viendo por el rabillo del ojo cómo se alojaba en la madriguera. (0-1, m.14).

Más tarde era Arbilla quien dejaba todo visto para sentencia tras enganchar un potente chut desde 35 metros que contó con la inestimable colaboración del portero Reina. El misil, aunque potente, se encaminó hacia el centro de la portería, donde el cancerbero acomodó el cuerpo para detenerlo con pecho y antebrazos. Pero la pelota jugó una mala pasada: Se escurrió por el tronco y acabó encontrando el hueco por debajo de las piernas hasta llegar al fondo de las mallas. A perro flaco...

Con el gol de Arbilla, el Cartagena se marchitó definitivamente. Había mostrado cierta capacidad de superación unos instantes antes, con un par de avances que no supieron coronar Raimondi -un espigado delantero de poca traza- y Álvaro, autor del único disparo con intención sobre la portería de Falcón.

Incapaz de dar puntadas, muy poco le duraba la pelota al bloque departamental, que nada más iniciar la segunda parte apostó por revolucionar el equipo en busca del milagro.

En esa línea, Carlos Ríos, técnico local, puso en liza a Braulio y Héctor Font, sus refuerzos de invierno. Ni uno ni otro mejoraron lo que había sobre el rectángulo por más que su equipo mostrara un poco más de recorrido en el segundo acto. Ya en el primer minuto de la reanudación, Carlos Calvo estuvo a punto de acentuar el resultado, pero malogró un contragolpe que le dejó el balón en la parte izquierda del área con un disparo que se fue a las nubes.

El propio Calvo, minutos más tarde, ponía remedio a su pifia con una acción que desencadenó un penalti que finiquitó el discurso en el Cartagonova. Metido en banda derecha, el madrileño quebró a su rival para romperle la cintura en el momento de entrar en el área; el defensor dejó el talón suelto y tocó lo suficiente para que Calvo acabara en el suelo. El árbitro se quedó inmóvil, pero el juez de línea levantó el banderín. Y la pena máxima la ejecutó Míchel colocándola a media altura a la derecha de Reina (0-3, m.72). Se acabó la historia.

El Hércules completaba su primera gran goleada de la temporada gobernando los tiempos con suficiencia. Y además, contrariamente a lo que ocurrió ante el filial del Villarreal, a la pelota le dio por entrar. Fue mejor que su rival y ganó por ello. Aunque los goles que despejaron el camino cayeran bendecidos por la diosa fortuna. Bienvenida sea.