"Sarrachini, pruébelo y cuénteme". La orden partía de Arsenio Iglesias, segundos antes de afrontar un partido en aquella Liga del 73-74 que condujo al ascenso del Hércules a Primera División. Sarrachini seguía el ritual: Soltaba el balón a su pie, daba media docena de toques, lo amasaba y lo devolvía al entrenador.

-"Está perfecto, mister".

-"Bien, pues colóquese la camiseta con el número 12 y vaya al banquillo".

Juan Fernando Sarrachini, fallecido el pasado viernes en Villa Amelia, localidad perteneciente al departamento de Rosario (Argentina) a la edad de 66 años, había dejado de entrar en los planes técnicos del entrenador gallego. Futbolista eminentemente técnico, no reunía las características de combatividad que exigía el "Bruixo de Arteixo", inclinado en la última época por jugadores como Manolete, al que fichó del Valencia de Di Stefano pese a asumir que arrastraba una lesión de rodilla tras "espiar" un entrenamiento en Mestalla a través de una puerta entreabierta junto al directivo Manolo Maldonado.

Con todo, Sarrachini ya había dejado huella con la camiseta herculana desde que llegó en 1971 procedente del Real Mallorca de la mano de César, aquel futbolista que se dedicó a los banquillos tras ver inmortalizada su carrera en el Barcelona como protagonista del estribillo de la canción de Joan Manuel Serrat "Temps era temps" (Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón).

Jugador de técnica depurada, criado en el Newell's Old Boys, Juan Sarrachini hizo gala en el estadio La Viña del fútbol exquisito que caracteriza a la escuela rosarina, de donde han partido genios como Messi o Kempes, o desconocidos ilustres como el "Trinche" Carlovich, un jugador al que comparan con el mismísimo Maradona, pero que no alcanzó popularidad ni reconocimiento por su carácter anárquico que no le permitió fundirse con el profesionalismo.

En el Hércules, Sarrachini se desenvolvió por el carril del "8", completando la medular con Varela y Andreu, trío que formó la "línea de los violines", denominación acuñada por veteranos aficionados que todavía recuerdan la "excelente sinfonía futbolística" entonada por aquellos jugadores.

Centrocampista ofensivo y de etiqueta, en su pasado herculano consta una anécdota para el recuerdo: Durante un partido en Zorrilla ante el Valladolid, a comienzos de la década de los 70, Ignacio Eizaguirre, entonces entrenador del Hércules, le colocó en banda izquierda. La orden, sin embargo, fue desobedecida constantemente por Sarrachini, que se mostró más proclive a acudir al centro e, incluso, a colarse por el costado derecho. Ante ello, Eizaguirre, en la banda, montó en cólera:

-"¡¡¡Sarrachini!!! Le he dicho que por la izquierda", vociferó el entrenador.

-"Lo siento, mister, pero es que por ese lado hace mucho sol", respondió el jugador.

El rosarino alternó titularidad y suplencia con casi todos los entrenadores que tuvo en su etapa en Alicante (César, Eizaguirre, Valera, Janos Kalmar y Arsenio), atendiendo, por norma, a los escenarios donde debía desenvolverse el Hércules por mor del calendario. Así, en campos norteños, generalmente embarrados, Sarrachini calentaba banquillo, reservando su estilismo para La Viña o estadios de césped similar. Una de las alineaciones tipo que se repitió muchas tardes de domingo en La Viña a comienzos de los setenta fue la formada por Zamora, Eladio, Rivera, Pachón, Varela, Andreu, Sarrachini, Baena, Fusté y Pardo (once inicial cuya imagen se reproduce en esta misma página).

Y si como jugador recibió todo tipo de elogios y parabienes, su calidad como persona recibe de los compañeros de la época un reconocimiento unánime. Desde Paco Parreño, el portero con el que entabló una gran amistad, Pepe Varela -de cuyo hijo, Alejandro (también ex jugador del Hércules) Sarrachini es padrino de pila- a Juan Baena, Manu Zamora, Albaladejo o el propio Maldonado, los calificativos acuden a una misma dirección: "Un ser extraordinario, callado, tímido y muy prudente. Jamás tuvo un problema con nadie".

El pasado viernes, de madrugada, Sarrachini fallecía en Argentina, dos días antes de su cumpleaños, víctima de un cáncer que le fue diagnosticado unas semanas antes. El Hércules guardó un minuto de silencio el sábado en el Rico Pérez.