Ismael Falcón apareció ayer para tapar agujeros y otorgar un valioso punto por el que hubo que trabajar a destajo. Salió el Hércules airoso de uno de los envites más difíciles que ha tenido hasta el momento. Al Sabadell, un equipo laborioso, incisivo y con la mente despejada, le corrió el balón más y mejor que a los alicantinos, que, pese a no cuajar un buen partido, arrancaron un valioso punto que les deja en la parte más noble de la clasificación.

Puntúa el Hércules sin jugar bien lo que otorga una lectura alentadora. Ayer fue superado ampliamente por un enemigo más centrado y vertical, pero aún así el conjunto de Mandiá acabó recogiendo fruto. Golpeó en la frente a su rival cuando éste se le había subido a las barbas e, incluso, estuvo a punto de mandarle al psiquiatra con una genialidad de Aganzo en un disparo de 40 metros cuando el crono apuntaba hacia el final.

Ayer faltaron detalles en el centro del campo y espacios por cubrir. Sin Rivas ni Tiago, la columna del Hércules pierde dos vértebras clave. Escassi trabajó a destajo, pero le falta crecer en este equipo; Aguilar pone el pecho y arrasa con todo, pero necesita más acompañamiento. Con todo, el Hércules se fue al vestuario con botín y eso, jugando fuera, no es poco premio. El equipo alicantino sacó petróleo de la primera parte sin apenas usar el pico. Sin fuelle ni profundidad, se vio beneficiado por una acción puntual para establecer la igualada y, sobre todo, por san Falcón, un guardameta en toda regla.

Poco tardó el Sabadell en imponer su mando por la Nova Creu Alta. Con las ideas claras para presionar en el centro del campo, optó por meter la aguja por la izquierda, con Arteaga como bisturí capacitado para abrir cualquier melón de la Liga Adelante. Por ahí cuajó el primer gol, tras un centro de Lanzarote que peinó inteligentemente Florián para dejar el cuero a los pies de Arteaga, que se lo acomodó sin problemas a su zurda para soltar el primer latigazo de la tarde (1-0, m.10).

Abierta la grieta, el Hércules, lejos de despertar, sangró más. Sin presencia en el centro del campo, se marcó demasiada distancia entre líneas hasta dejar un hueco ocupado por mucho arlequinado. El Sabadell controló la pelota, los espacios y el tiempo acorralando a un Hércules incapaz de sacudirse el dominio de su enemigo. Moviendo más y mejor el balón, el conjunto catalán dejaba a su oponente agrietado, sin soluciones. De hecho, el segundo tanto no llegó por un verdadero milagro, una vez que a Florián, solo y tras levantar la cabeza, le dio por cruzar demasiado el esférico ante un Falcón prácticamente batido.

No fue el último susto para el guardameta del Hércules, que se tuvo que emplear de nuevo con destreza para desviar un disparo de falta directa de Lanzarote, un jugador que la toca bien con la zurda.

El fútbol, sin embargo, mostró de nuevo su rostro imprevisible, dotando al Hércules de energía y gol en su primera llegada. Una acción combinada entre Sardinero y Míchel acabó en las mallas gracias al acierto de este último a la media hora de juego (1-1). Dos pasos hacia adelante y tres toques con criterio se tradujeron en una dentellada. Cuando reina la angustia, cuando la necesidad aprieta, aparecen los jugadores señalados, esos confeccionados para ganar el protagonismo. De nuevo la pareja Sardinero-Míchel mordía en la yugular nada más encontrar un hueco, nada más recorrer unos cuantos metros sin traba, cuajar un par de triangulaciones y llegar hasta la cocina, donde solo hay que acercar el cazo para que el fútbol se exprese hirviendo.

Con bien poco, el Hércules cargaba el saco y lo mantenía lleno gracias a Falcón, que minutos después volvería a volar para despejar un volea extraordinaria de Arteaga.

Antes de ello, el bloque de Mandiá gozó de otra ocasión gracias a un pase delicattessen de Callejón que Escassi no supo decorar como merecía.

El inicio de la segunda parte trajo más de lo mismo. Falcón cobraba de nuevo protagonismo tras rechazar un disparo seco de Juvenal que buscaba puerta con las peores intenciones. Pero el verdadero apuro llegó, otra vez, por la izquierda, que siguió cobrando protagonismo, en este caso, con la inclusión de Aarón Bueno. Una internada por esa banda acabó con un centro que se paseó por la línea y que Florián envió al larguero. La línea roja se vio más cerca que nunca, pero apareció de nuevo la flor para ahuyentar fantasmas.

El Sabadell volvía a mover más y mejor el esférico que su enemigo y Mandiá reaccionó colocando a Aganzo sobre el terreno de juego. El delantero no está todavía en su mejor momento, pero aún así asusta. De sus botas salió la genialidad de la tarde, con el ensayo de un disparo lejano que buscaba superar al guardameta local, algo adelantado, y que tuvo que emplearse a fondo para meter los dedos y enviar el balón a córner. Hubiera sido el gol de la tarde, puede que injusto a tenor de lo visto, pero a estas horas estaríamos hablando de tres puntos en la mochila.

Sea como fuere, el empate hay que darlo como muy bueno. Las reglas finales las puso Falcón, encargado de deslumbrar cuando faltó luz. Puso acierto cuando el guión lo exigió y envió al diván a los arlequinados, que a buen seguro anoche soñarían con él.

Al Hércules le faltó ayer ingenio y, sobre todo, el lesionado Diego Rivas, un peón que aporta presencia en el centro del campo, algo que ayer se echó de menos. No fue lo único. Tampoco se prodigó el Hércules en juego interior ni con fútbol por los costados. Y si con ello, se sumó un punto... pues habrá que celebrarlo.