Si Roures o a quien se le haya ocurrido colocar a las cuatro de la tarde un partido de fútbol en el sureste peninsular a comienzos de septiembre fuera obligado a correr sólo un poquito por la banda a esos 33 grados a la sombra que ayer caían a plomo en Alicante, posiblemente se acabaría con esta salvajada. Por esa franja horaria vayan despidiéndose los que buscan divertirse en este invento del balompié, dado que bastante harán los que salgan a correr con seguir vivos hora y media después. Dicho esto, el Hércules cerró su semana negra con una derrota en un partido que pudo deparar cualquier cosa menos espectáculo. Más que jugar al fútbol, que merece más respeto que el que le otorgan los que lo manejan con el mando de los derechos televisivos, la jornada invitaba a broncearse. Ganó el Recre, lo pudo hacer el Hércules y el equilibrio contemplado se ajustó más a un reparto de puntos, pero el que realmente pierde es el aficionado, al que se le priva de ver algo más que 22 hombres sin resuello y al que se le invita, con este horario, a no acudir al estadio.

El Hércules buscó sin éxito la tercera victoria consecutiva, que le hubiera servido, además, para redimirse del fiasco de la Copa, de la que se va a despedir por alineación indebida pese a haber superado el examen en el terreno de juego. El conjunto alicantino llevó el peso del partido, sobre todo en la segunda parte, pero chocó frente al dispositivo defensivo de un Recre que llegó a Alicante con las ideas claras. El encuentro pasó por más fases grises que de claridad, algo por otro lado justificable con el césped en llamas.

Un disparo acrobático de Míchel tras un excelente globo de Abel Aguilar dio paso a la primera gran ocasión herculana que evitó el guardameta Manu con una excelente intervención; y un disparo del onubense Villar al poste tras recorrer cincuenta metros fueron los dos intentos amenazantes de una primera parte que no deparó gran cosa. El interés herculano por llegar al área rival, con Abel Aguilar como principal guía, chocó con el dispositivo defensivo diseñado por Álvaro Cervera, cuyos hombres no se cansaron de correr para tapar espacios y coser líneas con tal de que el colombiano y Tiago Gomes no encontraron hueco por el que meter la aguja.

El inicio de la segunda parte pudo marcar diferencia. Tiago encendió las luces para ceder un balón dentro del área a Callejón que, con todo a su favor para batir a Manu, disparó fuera. Fue la gran ocasión del Hércules, la oportunidad para marcar distancias bajo la calima. Pero no.

Con los plomos fundidos para llegar arriba con fuego real, Mandiá optó por dar entrada a Aganzo, que debutaba con la camiseta del Hércules. Sin embargo, los cambios que sí ayudaron a cambiar el decorado fueron los de Cervera, que apostó por Pablo Sánchez y Sergi Enrich para suplir a dos compañeros con tarjeta. Un balón peleado por Sánchez en carrera por la banda sirvió para colocar una bandeja al centro del área que Enrich alojó en las mallas (0-1, m.72). Todo un golpe que acabó enviando a la lona al Hércules, pese al desesperado intento de variar el destino.

Salvando alguna imprecisión defensiva y algún apuro ocasionado por una cesión de Samuel a Falcón, el Hércules controló más este segundo acto que el primero. Pero le faltó pegada. Abel, el mejor de los herculanos, tuvo el empate en un vuelo hacia la portería de Manu para cabecear un balón que estuvo a punto de rozar para desviarlo a la red ante la apresurada salida del portero. Sólo había aire y hierba entre el colombiano y la diana, pero el flequillo no le alcanzó para dejar al meta con cara de circunstancias.

También Peña lo intentó con alguna incursión por la izquierda, pero poca cosa más. A esas alturas de la película ya era poco menos que un milagro mantenerse en pie burlando la sensación térmica. Aganzo, al que le queda todavía para ponerse a punto, apenas entró en juego, y Sardinero, otra apuesta de Mandiá para buscar la igualada, casi nunca vio cerca la pelota.

Es evidente que el calor reinante era para ambos, pero también es cierto que el que defiende quema menos calorías que el que se ve obligado a verticalizar su juego en busca del gol. Sea como fuere, el Recre jugó sus cartas cerrando espacios y se llevó el premio.

El resultado viene a frenar euforias mal entendidas y a subrayar que el camino no es de rosas. Vistos los elogios recibidos tras las dos primeras jornadas puede, incluso, que un golpe seco venga bien. Eso sí, Roures, debe cambiar el horario.