Miroslav Djukic adelantó el desenlace. No necesitó el técnico serbio de los servicios del Mallorca para rebanar el cuello de su propio equipo. Él solo se bastó con decisiones extravagantes tras el descanso para enviar al Hércules al Segunda sin esperar más.

El conjunto herculano encontró oscuridad en la segunda parte tras cuajar un primera acto notable, en el que se adelantó en dos ocasiones con goles de Sendoa, hasta dejar a su rival como un pelele, incapaz de llegar a los dominios de Velthuizen.

Pero en el descanso Farinós se quedó en el vestuario y Djukic hizo del tablero un jeroglífico. El serbio apostó por Fritzler, que no anda fino, y, poco después sorprendió al planeta fútbol con una frivolidad que sonó a broma de mal gusto: Colocó en el campo a Luis Carlos -un chaval de la cantera que milita en Regional Preferente y que apenas ha entrenado esta temporada con el primer equipo- como sustituto de Sendoa para debutar en un partido con ultimátum por la permanencia.

El cambio elegido añadía más sinsentido, si cabe, si se tiene en cuenta que en el banquillo aguardaban su turno futbolistas como Valdez -del que se espera que salve económicamente al club de lo que se le avecina- y Portillo. Así que por muchas explicaciones que quiera dar, difícil lo va a tener Djukic ahora para convencer a alguien de que hizo lo apropiado.

Lo cierto es que el Hércules pasó del blanco al negro, de la luz a la oscuridad tras el descanso. Entregó la cuchara al Mallorca y el equipo balear decidió presidir la mesa, consciente de la invitación que le acababa de brindar un enemigo que le había pasado por encima minutos antes.

De la parte buena tuvo mucha culpa Farinós. El valenciano no sólo cubre mucho campo, sino que elige bien. Su presencia resulta mesiánica sobre el centro del campo y providencial para ayudar en defensa. Con él sobre el césped, el Hércules es un bloque con hechuras. Sin él, desprende simpleza. Y, si como sucedió ayer, la lesión no le permite estar más de 45 minutos sobre el terreno de juego, la elección para cubrir su hueco debe ser apropiada. En caso contrario, se desanda lo caminado.

Del baile al funeral

Crucificado en la tabla, el Hércules salió al campo con un aire renovado. Djukic puso en liza su primera sorpresa dejando a Valdez en el banco y apostando por Trezeguet en punta, para seguir contando con Tiago por detrás. La historia funcionó, sin embargo, porque Farinós volvió a mostrarse como el de las grandes tardes.

La presión en la medular y la verticalidad por las bandas, sobre todo por la izquierda, donde Peña y Sendoa martillearon con acierto, fue dando alas a un equipo que se desenvolvía con soltura, recordando tardes olvidadas. Así llegó el primer gol de Sendoa, precedido de varios toques y desmarques acertados, que encontraron en el corazón del área el lado habilidoso del vasco, con una maniobra de artista antes de fusilar desde cerca a Lux (1-0, m.11).

No había lugar para el balonazo, ni concesiones a la dejadez. El Hércules apostaba por un fútbol pausado y eficaz, con cierto brindis a la estética: Dada la situación en la tabla, si había que morir, al menos que fuera bailando. Desaparecidos los temblores, también hizo acto de presencia Kiko Femenía, que tras combinar por la derecha con Cortés sirvió un balón precioso y preciso al corazón del área que hizo un poco más feliz a Sendoa, autor de otro segundo tanto soberbio con una espléndida volea (2-0, m.41). Todo parecía dicho, todo parecía claro...pero llegó el descanso y, con él, los cambios.

Farinós pidió la sustitución por molestias musculares y el Hércules sintió su ausencia. Fritzler ocupó su lugar, pero ni abarca la parcela que ocupa el valenciano ni el balón corre de igual forma cuando sale de su bota.

Laudrup apostó decididamente por el ataque prescindiendo de Cendrós para dar entrada a Víctor Casadesús. Y Djukic se enfrentó con el sentido común al tener que cambiar a Sendoa. La entrada del chaval Luis Carlos, un futbolista del Hércules B que nunca antes tuvo rodaje con el primer equipo, fue una extravagancia imperdonable. Más, si cabe, al tener en el banco a Valdez, el mejor jugador de la plantilla. Restaba más de media hora, demasiado tiempo para probar un invento ante el pelotón de fusilamiento.

El hecho de que Trezeguet dispusiera de una ocasión para el 3-0, tras parar con el pecho y disparar desde dentro del área un centro desde la derecha, no sirve de argumento para minimizar la veleidad de Djukic. El Hércules se fue descomponiendo sin que su técnico decidiera utilizar las mejores balas que tenía en la recámara. Esa guerra la perdió Djkuic, él solito. Casadesús abrió la primera herida de tiro cercano (2-1, m.32) y Webó dejó en evidencia la falta de puesta a punto de Pamarot, cuya inactividad acabó pasando factura en el tramo final. El francés, despistado, habilitó en una acción tonta al camerunés, que se plantó ante Velthuizen para elevar el esférico al verle adelantado (2-2, m.79).

Toda esperanza, aunque remota, quedó en el cubo de los desperdicios. La entrada de Valdez (minuto 81) llegó demasiado tarde. Las decisiones adoptadas por Djukic van más allá del partido de ayer. Errores de ese tamaño destrozan el crédito que pudiera haber adquirido para seguir en Alicante.