¿Suicidio? ¿Homicidio? Las dos tesis tienen cabida en la autopsia para determinar cómo se produjo el golpe final que acabó con la vida del moribundo Hércules, sólo pendiente, a partir de ahora, de conocer cuándo se oficiará el funeral. El conjunto alicantino entonó ayer el adiós virtual a la Primera División al acumular errores propios, por un lado, y padecer la desastrosa actuación arbitral de Pérez Lasa, por otro. Ambas circunstancias influyeron por igual en la derrota, que deja al Hércules con casi los dos pies en Segunda.

Una pésima actuación defensiva, con Calatayud como actor destacado, despejó el camino del Racing y anuló la reacción herculana en la recta final de la primera parte. Del mismo modo, el equipo cántabro contó con la inestimable ayuda de Pérez Lasa al invalidar un gol legal de Abraham Paz por una falta a Toño que no existió cuando el marcador reflejaba una mínima diferencia a favor de los visitantes.

La escena acabó colocando sobre la tarima a un enfermo empeñado en tomar cianuro para autolesionarse cada vez que recobraba el pulso y a un árbitro que se ofrecía como voluntario para darle el tiro en la nuca con tal de adelantar el desenlace y evitar una milagrosa mejoría.

Entre acto y acto, al poco de iniciarse la segunda parte, con el 2-3 campeando en el marcador, Pérez Lasa expulsó a Valdez al interpretar algo que, simplemente, no sucedió: Un codazo a Domingo Cisma que se dedicó a hacer teatro para propiciar el engaño. Ahí se bajó el telón, ahí se castró la reacción, ahí acabó el Hércules.

La primera señal

El Hércules encontró en la rápida lesión de Thomert la primera señal de su fragilidad. Djukic apostó por el francés en banda izquierda, Sendoa como media punta y Valdez como referencia en ataque para afrontar un partido trascendental en el que sólo valía el triunfo... y Thomert tuvo que abandonar el terreno de juego por un problema muscular ¡a los cuatro minutos!

Las carencias, sin embargo, las aireó Giovanni, un futbolista que fue ofrecido al Hércules en el mercado de invierno por Gonzalo Arguiñano. El mexicano hurgó entre la defensa alicantina hasta que vio brotar la sangre con un remate de cabeza a centro de Diop (0-1, minuto 13).

El Hércules reaccionó y Tiago advirtió a Toño con una falta directa que el cancerbero despejó con apuros. El equipo blanquiazul comenzaba a sacudirse el espanto provocado por el gol de Giovanni poniendo cerco a la meta cántabra, pero la fatalidad se personaba una y otra vez. La primer gran ejemplo apareció con un remate de Sendoa casi desde la misma línea de gol. El balón burló toda ley física y se fue por encima del larguero tras recibir un leve empujón que debía conducirle a la red. Al parecer tocó ligeramente en la bota de Toño antes de emprender un vuelo anormal dada la distancia con la línea de gol. Increíble pero cierto.

El Racing comenzó a fiar su ambición al contragolpe, suerte en la que sembraba pavor cada vez que se acercaba a la frontal, y el Hércules cobró brío con Rufete, que se colocó por la izquierda tras reemplazar a Thomert.

Pérez Lasa dio el primer bofetón a los alicantinos tras anular un gol legal de Abraham Paz (minuto 36) que remató de cabeza desde el área pequeña sin tocar a Toño. Dado que no se puede ver lo que no existe, el colegiado se dejó llevar por su intuición para anular un tanto válido que hubiera significado el empate.

Sendoa, no obstante, pudo redimir su error tres minutos más tarde. El partido se había convertido en un baile alegre, con el Hércules mostrando una obligada vocación atacante para nivelar una contienda que amenazaba con destrozarle. Así, un centro de Peña al corazón del área acabó con la pelota en los pies del vasco, que estrenaba su casillero en Primera colocando las primeras tablas en el choque (1-1, m.39).

Sin embargo la alegría duró poco. El Hércules mostró enseguida cuán fácil es hacerle daño. Unos segundos después, Giovanni recogía el cuero en la frontal para elevarlo sin dificultad por encima de un estático Calatayud (1-2, m.40).

Dolido, el Hércules volvió a apretar con rabia. Se fue hacia arriba con Abel Aguilar al mando y aumentó la irracionalidad en la recta final del primer tiempo con un disparo de Tiago que se alojó en la red tras ser desviado por un defensa cántabro (2-2, m.42).

El tanto del portugués desató la locura en el Rico Pérez, convencido de que con la igualada se llegaría al descanso para templar nervios y ordenar ideas. Nada más lejos de la realidad. Una falta inocente por el centro del campo sirvió para que Adrián colgara un balón al área que encontró la cabeza de Henrique para batir a Calatayud en otra acción en la que el portero no estuvo acertado. (2-3, m.45).

Con el dolor en el cuerpo, pero obligado por las circunstancias, el Hércules entró de nuevo en el choque a base de empuje. Djukic optó por dar entrada a Trezeguet en lugar de Sendoa y retrasó a Valdez a su hábitat natural. El acoso encontraba la batuta de Rufete, improvisado extremo zurdo decidido a morir con las botas puestas.

El Racing, entretanto, renunció al fútbol. Metió el trasero atrás y se olvidó de la parcela enemiga. El cuadro cántabro contó, además, con la ayuda de Pérez Lasa, que se sacó de la manga una roja directa en un forcejeo entre Valdez y Cisma para castigar al paraguayo (minuto 60).

El colegiado colocaba la palada definitiva a un club que comenzó a cavar el hoyo meses atrás, con una planificación que ayer volvió a enseñar sus carencias con toda crudeza (la mayor parte del 'once' estuvo integrado por futbolistas que defendieron la camiseta herculana en Segunda).

Con todo, Pérez Lasa subrayó su condición de mal árbitro al ni siquiera amonestar, minutos después, a Cortés tras colocar una 'plancha' de juzgado de guardia que estuvo a punto "afeitar" a un rival ante las mismas narices del trencilla. Para colmo, tampoco ayer fue el día de Djukic. El serbio no tiene motivos para sentirse satisfecho. Sin Valdez en el campo, y pese a tenerlo todo perdido, se quedó sin ordenar el tercer cambio, dando entrada a lo que la grada y la lógica exigía: Portillo.

El Racing, mientras tanto, pudo redondear la cuenta con un disparo de Luque que repelió el palo. No le hizo falta. Consiguió el aire que precisaba y, de paso, descartó a un enemigo.

Al Hércules, ahora, solo le queda llorar. Bueno, llorar y hacer limpieza, tanto en los despachos como en el vestuario.