Por fin. El Hércules aterrizó ayer en el planeta de Messi y Cristiano Ronaldo tras cumplir con el guión en el Stadium Gal, que desde ayer queda inscrito en la leyenda herculana como en su día quedaron reflejados el Sadar de Pamplona (1974) y el Vivero de Badajoz (1996). Como quedará también en la memoria de los béticos, que ven por segunda vez en la historia cómo el Hércules les condena a la Segunda División.

No fue un partido bueno, pero qué más da. Había que ganar y se ganó, había que dar por concluida esa larga travesía de 14 años por el desierto y se logró. Y fue en Irún, con el empuje de mil seguidores que se dieron cita en el Gal para que se oyera la misma voz que tronaba por Luceros, por la Rambla, por la Explanada... por Alicante entera.

Y fue Portillo, protagonista destacado en la parte final y decisiva del campeonato, el que tomó el relevo de Sigüenza -autor del tanto del ascenso en el año 96- para inscribir su nombre como el artillero que empujó el balón que abría en este 2010 la puerta de Primera División. Dos dianas, una con genialidad de Tote incluida que apuntilló "Portigol", y otra de Deskarga en propia meta, allanaron el camino hacia el edén tras un encuentro en el que los nervios salieron a relucir durante muchas fases.

Demasiadas cosas se ponían en juego. Puede que por eso durante mucho tiempo se viera imprecisión. La tensión provocó intermitencias, poca profundidad y escasos disparos a puerta. Pero apareció la contundencia necesaria para matar el encuentro, para golpear cuando hizo falta y para sostener, con apuros eso sí, un resultado frente a un conjunto que apenas llegó con solvencia a las cercanías del meta Calatayud.

Susto y gol

El primer aviso del encuentro llegó en el área herculana. Un balón que permaneció más de lo deseado cerca de Calatayud acabó en los pies de Goikoetxea, que mandó a las nubes la pelota dando pie a los malpensados.

De lo que pudo ser el primer gol del Real Unión se pasó al tanto herculano. Un acción preciosa de Tote por la banda derecha, con el balón cosido al pie entre malabarismos de genio por esa línea de cal que pone límites al terreno de juego, sirvió como antesala de una cesión precisa que encontró el toque de Portillo para elevar la temperatura herculana con un gol que sabía a gloria (minuto 16).

El Hércules presentaba sus poderes. La presencia de Rodri en el centro del campo para suplir la baja de Tiago otorgaba consistencia a la línea central, frenando a un Real Unión que no se encontraba a gusto en su propio feudo.

Las cosas, sin embargo, cambiaron poco después. Una pérdida de balón provocó un rápido contragolpe txuri-beltz con disparo final de Benabide desde 30 metros que repelió el travesaño.

El susto sembró pavor en las filas del Hércules, que pasó a pensar más en defender y en correr detrás del rival que en buscar verticalidad a sus acciones.

Sentencia

El Hércules encontró el respiro necesario casi sin querer. Un balón peleado por Portillo en la banda derecha acabó con una internada por ese lado del madrileño, que optó por enviar un "pase de la muerte" sin tener un rematador con su misma camiseta en el punto necesario. Sin embargo, el cuero encontró la gratitud de Deskarga, que desvió a propia meta sin dar oportunidad a su portero. Era el 0-2, la sentencia definitiva.

A partir de ahí, el Hércules se dedicó a gestionar entre apuros e imprecisiones, manejando a duras penas la presión que flotaba en el ambiente pese a tener en la mochila suficiente provisión para calmarse. No fue así, el balón no circuló con la fluidez precisa, no se apartó de la zona de peligro como era deseable. Afortunadamente, tampoco el Real Unión se prodigaba en florituras. Alejado de la zona caliente, el conjunto vasco se fue apagando, incapaz de matar una mosca.

El Hércules mejoró algo con la entrada de Kiko. El canterano, además, sirvió un balón de gol a Tote, que cruzó con intención, pero se encontró con el hombro de Jáuregui para evitar que el tercer gol subiera al marcador. No había fuerzas, fallaba la precisión, pero había corazón, mucho corazón en el rectángulo de juego.

Además, la afición herculana ya había tomado el castillo norteño. Al son de "la manta al coll" y "que bote el Rico Pérez" la historia quedaba escrita. Vuelve el Hércules a Primera División, regresa el fútbol grande a Alicante. Ya era hora.