Cartagena, 25 de junio 1.972: FC Cartagena y Hércules disputaban en El Almarjal, estadio cartagenero, el partido de vuelta de la promoción con una plaza en Segunda División en juego. Los departamentales llegaban a esa eliminatoria en su condición de subcampeón del grupo IV de Tercera División; los alicantinos como decimocuartos en la categoría de plata, plaza que les obligaba a asegurar la permanencia a doble partido. En el encuentro de ida, disputado en La Viña, el Hércules venció por 3-1, así que llegó a Cartagena con ventaja para encarar un partido que 38 años después sigue en la mente de muchos aficionados alicantinos.

"Aquello fue una batalla campal", recuerda Juan Baena, jugador del Hércules y autor del gol decisivo, que supuso el empate a uno y que dio la clasificación.

En El Almarjal no cabía un alma. Aficionados apostados a medio metro del campo ("podían coger del cuello a juez de línea", recuerda Baena) y sillas que volaban ("a mi me dio una en la espalda", desvela Perfecto Arjones, fotógrafo de INFORMACIÓN). La leyenda del encuentro también inscribió en un lugar destacado al colegiado Herencia Jurado, cuya actuación, según se apuntó después en los mentideros futbolísticos, quedó condicionada por su excelente relación con José Rico Pérez, presidente del Hércules.

El Cartagena denegó el permiso a los periodistas radiofónicos alicantinos, que finalmente agudizaron el ingenio y pudieron retransmitir el partido desde un piso de un edificio junto al estadio. A la conclusión, los coches y autobuses con matrícula de Alicante aparecieron con lunas rotas y desde un patio interior del estadio se arrojó un ladrillo al vestuario herculano, entonces en plena celebración, que cayó junto a la esposa de Rico Pérez.