Aunque hasta hace algunos años conseguir un crédito era una tarea relativamente sencilla, lo cierto es que los bancos se muestran cada vez más reticentes a prestar dinero a aquellos clientes que no cumplan unos requisitos muy estrictos. Entre ellos, tener un contrato de trabajo indefinido, un buen comportamiento en los pagos o presentar un avalista para las cantidades más elevadas suelen ser los más comunes, y a la vez no estar al alcance de todo el mundo.

Esta situación ha favorecido la proliferación de empresas de capital privado que se dedican a ofrecer los llamados minicréditos, que cuentan con requisitos mucho más flexibles que los de cualquier banco. Obtener el dinero es fácil y rápido,- incluso en 24 horas desde que es aceptada la solicitud- aunque las cantidades a prestar nunca son muy elevadas y rondan los 200 ó 600 euros. En teoría, parece una forma sencilla de obtener una ayuda económica extra, pero, ¿cuándo empiezan a suponer un problema?

Lo cierto es que los minicréditos pueden llegar a convertirse en una auténtica bomba de relojería por una serie de razones.

- Los tipos de interés son muy elevados. A cambio de la flexibilidad de sus requisitos, el dinero que se deberá abonar junto a la devolución del préstamo es mucho mayor que el que pueda pedir cualquier banco. Actualmente los honorarios de este tipo de créditos se sitúan alrededor del 30%, lo que se traduce en TAE en intereses desorbitados. Por esta razón se hace necesario pensar cuándo resulta realmente necesario pedir un minicrédito, y evitar hacerlo en el resto de ocasiones. Cuando hablamos de estas empresas, menos es siempre más.

- El plazo de devolución, muy corto. El tiempo máximo para devolver el dinero no suele superar los treinta días. Por lo tanto, antes de solicitar un minicrédito es importante saber si realmente es posible cumplir con el plazo pactado. En algunas ocasiones será posible posponer la devolución durante algunos días más, pero aun así es probable que continúe siendo poco tiempo.

- La demora en los pagos se castiga con dureza. Todas las empresas de este tipo cobran intereses por retrasos en los pagos que pueden terminar resultando asfixiantes. Sobre todo si el minicrédito se ha solicitado para hacer frente a un apuro económico puntual, entrar en una deuda mayor para pagarlo siempre va a resultar contraproducente, y sobre todo, peligroso.

- Los requisitos son demasiado flexibles. Este punto puede verse como una ventaja de primeras, pero el problema llega cuando los minicréditos comienzan a atraer a aquellos que no controlan cómo manejar bien su dinero o tienen deudas acumuladas. Una de las razones por las que los minicréditos resultan tan socorridos es que muchas de las empresas que los comercializan aceptan prestar dinero también a clientes incluidos en listas de morosos como puede ser ASNEF, algo impensable que ocurra en un banco.

Incluso es posible acudir a ellas en caso de necesitar un crédito para terminar de pagar otro más antiguo. Por ello pueden resultar especialmente tóxicos para aquellos que estén atravesando problemas económicos o tengan tendencia a endeudarse.

- Los clientes de este tipo de entidades suelen tener una característica común, la urgencia. Suelen necesitar dinero de un modo inmediato. A pesar de la urgencia hay que comprobar que la empresa a la que se le solicita el importe necesario tenga un funcionamiento perfectamente legal y regulado.

Los minicréditos pueden solucionar de forma satisfactoria un apuro económico puntual, pero si no se controlan de la forma correcta también pueden acabar acrecentando el problema.

Yaiza López-Huerta, colaboradora de iAhorro