Aborda el mundo de las personas con discapacidad intelectual, según su director Javier Fesser, con la misma sinceridad y naturalidad con la que ellos afrontan sus vidas y su falta generalizada de prejuicios sobre cualquier asunto y su envidiable afición por decir las cosas tal y como las piensan, permitiendo a sus protagonistas vivir una aventura irremediablemente divertida y humanamente deliciosa. Es una evidencia más del magnífico trabajo de uno de los más destacados realizadores de las últimas décadas de nuestro cine, responsable de títulos de la categoría de El milagro de P. Tinto, que fue su opera prima, la cinta de animación Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo y, sobre todo, la soberbia Camino.

Marco, interpretado por Javier Gutiérrez, es el segundo entrenador de un equipo de baloncesto de la primera división española. Tiene problemas en el trabajo, con su pareja y con casi todo lo que le rodea. Es, más que nada, una cuestión de actitud frente a la vida. Un día, en pleno partido de Liga, esas frustraciones desembocan en una tremenda bronca con el primer entrenador, que deriva en una borrachera y esta en un accidente de tráfico que le sienta en el banquillo. La sentencia le llevará a entrenar a un equipo de baloncesto muy especial, formado por personas con discapacidad intelectual, a la vez que pierde su trabajo y se rompe su relación de pareja. De forma sorpresiva para el propio Marco, él será quien realmente aprenda de su aventura junto a un equipo donde imperan las ganas de vivir y el dar importancia a las cosas que realmente la tienen.

Fesser reconoce que Campeones es una mezcla explosiva de humor y ternura. Humor que en su opinión proviene de sus personajes, de su inocente pero aplastante interpretación de la realidad, y ternura que emana de cada uno de sus gestos desde el primer fotograma en el que aparecen. «Es imposible no enamorarse de la transparencia, la pureza, la generosidad y la extraordinaria capacidad de estas personas para emocionarnos».

El hecho, destacado, de que los diez protagonistas sean interpretados por personas con discapacidad intelectual real, añade al proyecto un componente de verdad imprescindible y multiplica por mil la empatía que esta comedia está destinada a provocar. La evolución lógica de la historia hace que los que parecen discapacitados al principio acaben siendo los más «capacitados» y viceversa. De esta manera, es fácil suponer que la película nos llevará a la siguiente conclusión: «Quien se considere libre de toda discapacidad, que tire la primera piedra».