Ganó dos de los siete Globos de Oro, los de mejor director para Guillermo del Toro, y mejor banda sonora para el francés Alexandre Desplat, a los que fue nominado y aspira nada menos que a 13 óscars. Un récord este año que supone la verdadera consagración, si no era suficiente con su espléndida filmografía, del cineasta azteca que rodó en tierras españolas El espinazo del diablo y El laberinto del fauno y que se ha hecho un nombre en Hollywood con Mimic, Hell Boy, Pacific Rim y La cumbre escarlata. Apasionado del cine fantástico, desde que debutó en el largometraje en 1993 con la estimulante y sorprendente Cronos, ha ido subiendo escalones cada vez más brillantes y notorios. Guillermo del Toro es hoy el cineasta azteca más prestigioso del cine mexicano y uno de los más importantes de la órbita latinoamericana.

De sus manos nos llega este sobrenatural cuento de hadas que, con el telón de fondo de la Guerra Fría, transcurre en Norteamérica alrededor del año 1962. En el oculto laboratorio gubernamental de alta seguridad donde trabaja, la solitaria Elisa se halla atrapada en una vida regida por el aislamiento. La vida de Elisa cambia para siempre cuando, junto con su compañera Zelda, descubre un experimento clasificado como secreto. El reparto lo componen Sally Hawkins, Octavia Spencer, Michael Shannon, Richard Jenkins, Doug Jones y Michael Stuhlbarg.

Guillermo Del Toro lanza un sobrenatural hechizo con La forma del agua, fusionando el conmovedor y emocional patetismo de un género con tanta tradición como las clásicas películas de monstruos con el más luctuoso cine negro, mezclando posteriormente la pasión de una historia de amor que no se parece a ninguna para explorar las fantasías con las que todos flirteamos, los misterios que no podemos controlar y las monstruosidades a las que debemos enfrentarnos.

Del Toro comienza su cuento sumergiéndonos bajo el agua. A partir de ahí, todo el film se convierte en un acto de inmersión asfixiante, zambullendo al público en un mundo de los años 60 lleno de elementos que nos resultan muy reconocibles -poder violencia, intolerancia, así como soledad, determinación y sorprendentes y emocionantes conexiones- y una extraordinaria criatura que no identificamos en absoluto. Un inexplicable «activo» biológico del Gobierno de Estados Unidos, una mujer de la limpieza muda, sus mejores amigos, espías soviéticos y un audaz robo, todo ello desemboca en un singular romance que excede los límites más inconcebibles. Dentro de la narrativa audiovisual de Del Toro, temas como el bien y del mal, la inocencia y el peligro, lo histórico y lo eterno, la belleza y la monstruosidad, se entrelazan unos con otros, revelando que ninguna oscuridad puede vencer totalmente a la luz. Del Toro sintetizó: «Me gusta hacer películas que sean liberadoras, que digan que está bien ser quien eres, y parece que en este momento concreto esto resulta muy pertinente».