Es una película de intriga política en torno a un hombre cercado por sus demonios familiares y se presentó fuera de concurso en el Festival de Cannes. Se desarrolla a lo largo de una cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, donde se definen las estrategias y alianzas geopolíticas de la región. Incorporado por Ricardo Darín, el protagonista es el presidente argentino, Hernán Blanco, que vive un drama político y familiar que le hará enfrentarse a sus propios demonios. Deberá tomar dos decisiones que podrían cambiar el curso de su vida en el orden público y privado: por un lado, una complicada situación emocional con su hija, y por otro, la decisión política más importante de su carrera.

Está acompañado en el reparto por Dolores Fonzi, Érica Rivas, Elena Anaya, Gerardo Romano, Paulina García, Alfredo Castro y el actor mexicano Daniel Giménez Cacho.

El guión, escrito por Santiago Mitre y Mariano Llinás, fue uno de los proyectos elegidos para formar parte del Taller de la Fundación de Cine del Festival de Cannes, donde obtuvo el premio al Mejor Guion en desarrollo.

« La cordillera -declaró el director-es un proyecto grande, que implica una gran responsabilidad y un gran desafío. Rodamos en dos países y cuatro ciudades, con un elenco de distintas nacionalidades. Tengo la fortuna de estar acompañado de actores con muchísimo talento, un gran equipo, y unos productores creativos que me respaldan. Estoy muy contento con Ricardo Darín, creo que puede tener en sus manos uno de los tantos personajes memorables que nos ha dado».

Autor de títulos como El estudiante y Paulina, Santiago Mitre ha definido La cordillera como un thriller político con toques de cine fantástico que transcurre en los entresijos de una cumbre de presidentes latinoamericanos. Preguntado el realizador argentino si la película saca a la luz los trapos sucios que se esconden en las altas esferas políticas, afirmó que algo de eso hay, «pero por otra parte mi punto de partida a la hora de escribir es la ficción y no lo que leo en los titulares de la prensa. Me invento una historia y luego la nutro de detalles sobre nuestra sociedad. La idea de partida aquí era tejer una intriga política que, a medida que avanza la historia, va adquiriendo tintes de cine fantástico e incorporando elementos como la hipnosis. Y el suspense que se genera en el proceso refleja muy bien la sensación de desconcierto e impotencia que la clase política nos causa».

Respecto a si convierte a los políticos en algo parecido a la reencarnación del mal, afirmó que en su opinión no creía que los políticos jugasen ese papel. «El mal surge -añadió- de los intereses enfrentados y de la banalidad con la que esos intereses se manejan. Pero decidí que quería que la película partiera del thriller político shakespeariano, algo como House of Cards, para convertirse en otra cosa. Entonces pensé en el mito de Fausto, y eso me llevó a la idea del diablo. En cuanto me quise dar cuenta, la película había penetrado en zonas rarísimas».