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Y van 50

Y van 50

Como decía el famoso tango, veinte años no es nada, cuarenta pueden ya ser casi nada, pero los cincuenta, que tengo el honor y placer de cumplir este domingo, me resultan un verdadero reto, divertido y, a veces, un poco aterrador. Digamos que voy a ampliar esta página a modo de psicólogo argentino, donde los haya, para liberar esta aventura que supone cambiar de decenio y cumplir medio siglo sin haberme dado ni cuenta. Porque la verdad es que no me he dado ni cuenta. Una se mira, trabaja veinte horas al día como poco, va al gimnasio, viaja sin parar para sobrevivir y sigue sin creerse que de verdad esto me haya ocurrido a mí. Como decía mi buen amigo Jorge Fauró, que es de mi misma quinta, querida este año te transformas en una rolling stone. Hoy más que nunca, ya la adoraba, voy queriendo con locura, más, a Madonna; y me va pareciendo que, parafraseando a un gran científico, «morirme, señores, no entra en mis planes...» Mi querido Plácido Domingo me dijo una vez, «Querida Elsa, los años que pasen pero que no se queden». Así que este fin de semana, puente maravilloso de la Ascensión, nos vamos de entrada, a dar una vuelta por una ciudad espectacular como pocas, entre palmeras, alcachofas de la Huerta de la Mata, torres medievales y damas ibéricas, se impone una mascletà al borde del Ayuntamiento y el río, un clásico arroz con costra en el restaurante del parque y una tarde de Misteri, creo que pocos fenómenos musicales, con el poso de siglos que tiene éste, han dado tanto que hablar en la liturgia colectiva de una ciudad en el mundo. Samagrana que el artista Pérezgil inmortalizó en innumerables obras de su prolífica trayectoria y el coro de ángeles, son imágenes para toda una vida que os recomiendo, no os lo podéis perder al menos una vez en la vida. Como tampoco, y más ahora con estos cincuenta, puedo perderme volver a recuperar parte de mi infancia. Enamorada de los juguetes, he descubierto una joya única para soñar entre tiovivos, casas de muñecas de toda la vida, bailarinas, caras de porcelana y maquetas de aviones de la segunda Guerra Mundial, o globos terráqueos de los de Guili Foc; los dos soldaditos de plomo que presiden la puerta de Toy Shop aventuran el increíble viaje que te espera cuando entras y no sabes dónde mirar, porque todo, todo, todo, te parece increíble. El otro día, y no os miento, me quedé allí un rato observando cada detalle y disfrutando de cada objeto, muñequito y detallitos que me recordaban a la casa de mi abuela. Puede que esta vena romántica, que auguro, me temo se inicia con este cumpleaños, me siga invadiendo una larga temporada, porque de ahí me fui corriendito a ver el espacio de unos buenos amigos, Obsoleto. A pocas calles y también en el centro de Alicante puedes elegir una de esas lámparas que siempre hemos soñado al ver las pelis de Almodóvar, Trueba o recientemente la serie Mad Men, Feduchi es uno de esos artistas polifacéticos de los que se puede encontrar alguna que otra joya en este espacio; tocados de los treinta y setenta, lienzos únicos, mesillas y muebles deco y en general piezas vintage verdaderamente turbadoras. Allí me pienso perder hoy viernes por la tarde con mis queridos Kay, Jan y Santi, recién llegados de Hong Kong, donde crearon Myacht, y que me han pedido que les enseñe esta maravillosa tienda. Sin duda me los llevaré a disfrutar del flamenco con la bella Fefa, bailaora rutilante y espectacular que actúa en las noches de La Cubierta del Monastrell ( Anabel Rosas es un crack). Por supuesto, tomaremos un buen Dry Martini en un ratito de tardeo en El Portal, y el sábado les haré una ruta de tapeo que para mí es imprescindible: Nou Manolin, Taberna del Gourmet, la Barra de Cesar Anca, el AliOli y el Damasol me pirran. Poco a poco se acercarán las agujas del reloj a las doce de la noche, del mismo día, y ahí ya no tendré salvación. Inexorablemente, los cincuenta me atraparán, y para ello, qué mejor que escuchar el concierto de Canto Ostinato E l ritual sonoro en el Adda con la mejor compañía, mi hijo. Y el domingo, para rematar, en pleno «drama» del aniversario, tournée de playa; ahora que ya tengo el dedo «biónico», puedo hasta bañarme? así que me zambulliré sin dudarlo al borde de uno de mis espacios favoritos, restaurante y Beach Club Alma, en la famosa playa de La Mata de Torrevieja. La tarde os propongo un masajito con spa en La Finca Resort, y como siempre digo, si se te hacen las mil y monas, y teniendo en cuenta que el lunes es casi festivo, una buena suite de este hotel de lujo y campo de golf, no resulta mala «marca». La piscina te llama a gritos al atardecer, y entre grillitos y los campos de paz de la Vega Baja, la verdad es que se está de cine. Y el martes, chicos, toca Ascensión, a los cielos digo. Feliz fin de semana.

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