Han pasado cuatro décadas desde que Alien, el octavo pasajero asombró a millones de espectadores de todo el mundo. Transcurría el año 1979 y el director Ridley Scott, que había debutado en la dirección solo dos años antes con la notable Los duelistas, sorprendía a propios y extraños con un relato de terror impactante que se desarrollaba a finales del siglo XXI y que se iba a convertir en prototipo de todo un género y en fuente de inspiración de infinidad de películas. De hecho, el propio Scott volvería a ese territorio en 2012 con Prometheus y la ciencia-ficción ha abusado de productos con evidentes similitudes, la última de las cuales es, por supuesto Life (Vida).

Ahora, el padre de la emblemática franquicia y responsable también de una de las obras maestras del género fantástico, Blade runner, regresa una vez más al mundo que él creó, para explorar sus rincones más oscuros con Alien: Covenant, una nueva aventura que amplía las fronteras del terror.

Todo está tranquilo a bordo de la nave espacial Covenant. La tripulación y el resto de las 2.000 almas que viajan en la pionera nave, están sumidos en un profundo hipersueño, dejando que el sintético Walter recorra él solo los pasillos. La nave está en ruta al remoto planeta Origae-6, donde, en el lejano extremo de la galaxia, los colonos esperan establecer una nueva avanzadilla de la humanidad. La tranquilidad queda hecha añicos cuando el estallido de un incendio en una estrella cercana destroza las velas recolectoras de energía de la Covenant, provocando docenas de bajas y desviando la misión de su curso.

Los miembros de la tripulación que sobreviven no tardan en descubrir lo que parece ser un paraíso inexplorado, un tranquilo edén de montañas coronadas por nubes y árboles que se alzan, inmensos; mucho más cercano que Origae-6 y, potencialmente, igual de viable como hogar. Sin embargo, lo que han encontrado es un mundo mortífero y siniestro lleno de vueltas y revueltas inesperadas. Enfrentándose a una terrible amenaza que rebasa su imaginación, los exploradores, acuciados por las dificultades, deben tratar de llevar a cabo una angustiosa huida.

Ambientada diez años después de los acontecimientos recogidos en Prometheus (2012), Alien Covenant vuelve a las raíces de la saga con un relato singularmente aterrador, lleno de aventuras de extraordinaria tensión y nuevas criaturas monstruosas. Con ésta, la sexta entrega de la serie, el director se acerca cada vez más a la revelación de los misteriosos orígenes del padre de todos los aliens: el letal xenomorfo de la película original.

Lo sorprendente es que, de una forma digamos extraña, Ridley Scott siempre pensó en Alien, el octavo pasajero como en una película de la serie b bien hecha. «El trasfondo -dice- era muy básico: siete personas encerradas en la vieja y siniestra casa, y quién va a morir antes y quién va a sobrevivir».

Para Alien: Covenant, el realizador buscó recuperar el mismo ambiente de premonición de un peligro y terror constantes, a la vez que también ofrecía nuevos datos que añadieran riqueza y profundidad a la más amplia mitología de Alien. Ese enfoque era necesario, dice, para conservar una narración fresca y sorprendente. «Uno no puede ser continuamente perseguido por un monstruo en un pasillo; acaba siendo aburrido», señala Scott. «Se me ocurrió que nadie había hecho la pregunta de quién hizo esto y por qué. Uno puede decir que monstruos, dioses o ingenieros del espacio exterior lo inventaron. Pues no lo hicieron. Covenant le va a dar la vuelta a ese concepto». arán a establecer la nueva colonia.

En la nave espacial Covenant figuran parejas que poblarán el planeta Origae-6, junto con docenas de embriones que ayudarán a establecer la nueva colonia. Encargada de su protección está la tripulación de la nave: el capitán Jacob Apellido, TK ( James Franco) y su esposa, Daniels, jefa de las operaciones de transformación del planeta en algo parecido a la Tierra; el segundo de a bordo, Christopher Oram y su esposa la bióloga Karine; los bulliciosos pilotos Tennessee y Faris; el jefe de seguridad, sargento Lope y su inmediato subordinado y esposo, el sargento Hallett. Junto a ellos, hay un ser que no es humano, Walter (Fassbender), el leal sintético que monta guardia mientras los pasajeros permanecen encerrados en un criosueño hasta que alcancen su destino.