Constituye un análisis de la historia de Nat Turner, hijo de un esclavo, vista a través de un nuevo tratamiento, que adopta las revolucionarias nociones de la represalia y de la forma como la institución de la esclavitud sigue aquejando e informando a la época actual. La película pretende brindar una nueva perspectiva sobre lo que provocó esta insurrección contra los dueños de esclavos en 1831, y presenta un retrato del hombre que impulsó esta rebelión: un hombre movido por la fe y la confianza en que Dios está del lado de los oprimidos.

El 2 de octubre de 1800 es una fecha clave. Nat Turner, hijo de un esclavo que ha sido raptado en África Occidental, nace en la granja de Virginia propiedad de Benjamin Turner. Ese mismo año, el esclavo virginiano Gabriel Prosser planea una gran rebelión de sus hermanos pero cuando se filtra la noticia, Prosser y 25 de sus seguidores son ahorcados. Se dice que, desde su nacimiento, Turner presentaba señales físicas de ser un profeta, y que aprendió a leer a una edad muy temprana.

La rebelión de los esclavos encabezada por Turner destaca como uno de los más influyentes actos de resistencia a la esclavitud de toda la historia de Estados Unidos, aunque, sorprendentemente, el relato nunca ha sido recogido en un drama cinematográfico contemporáneo. El guionista, director y actor Nate Parker se lanza al proyecto con una gran ambición para ser un realizador primerizo, presentando una narración de más calado de lo que es habitual en estos casos, en la que un esclavo se hace cargo de la situación. En medio de una acción arrolladora y romántica, nos muestra a un hombre guiado tanto por el amor y la espiritualidad, como por la furia y la esperanza de liberar a su pueblo del legado del cautiverio en Norteamérica. Haciéndolo, el realizador nos devuelve a un personaje que durante mucho tiempo ha estado relegado a las notas a pie de página de la Historia, y lo da a conocer como el heroico pionero que fue.

No es ninguna casualidad que la cinta haya recuperado el título de la obra maestra dirigida por D.W. Griffith en 1915, la cual, al tiempo que era la primera en utilizar modernas técnicas cinematográficas, describía en cierto modo al Ku Klux Klan como una fuerza del bien, gráfico recordatorio de cómo las brasas del imaginario racial seguían ardiendo en los primeros años de Hollywood.

Parker presenta su película como el nacimiento de algo nuevo, una toma diferente del nacimiento de esta nación: la historia olvidada de quienes impulsaron el avance del país en su anhelo de ser libres e iguales.