Ni siquiera la gloriosa Portugal de Eusebio, en el Mundial de Inglaterra 66, había conseguido arañar un título. El orgullo de esta selección de Fernando Santos, mucho más modesta, pudo con todo anoche en París: la lesión temprana de Cristiano, el arbitraje casero de Clattenburg y el ambiente de Saint Denis, que esperaba saludar a su campeón.

El héroe fue Eder, autor del tanto luso, pero también el muro en la portería de Rui Patricio, la sobriedad de los centrales Pepe y Fonte, la frescura del lateral izquierdo Guerreiro, el todocampismo de Nani (gran fichaje del Valencia) y, por supuesto, la explosión de Eder. La pequeña Portugal los recordará para siempre.

La solemne salida del campo en camilla de Cristiano Ronaldo (conmovida la sufriente hinchada portuguesa y desconsolada la vanidosa estrella) pareció anestesiar a la vigorosa Francia, como frenada por un complejo de culpabilidad. Ante la pasividad del árbitro inglés, Mark Clattenburg, que no pitó ni falta, Payet se había cargado a Ronaldo apenas arrancado el encuentro.

La falta fue clamorosa: un rodillazo sobre los ligamentos del atacante del Real Madrid, que quiso seguir sin ninguna posibilidad. Una lesión es una lesión pese a tratarse de un atleta total como Cristiano.

Francia ha practicado un fútbol musculoso, impulsado por la supremacía de Sissoko, una locomotora en el uno contra uno. Es el estilo de Deschamps, agresividad y exuberancia física, tal y como mamó en sus años de capo del medio del campo de la Juve.

Portugal no se arredró tras la marcha de su capitán. Una corriente de solidaridad acabó prendiendo entre sus futbolistas, que jugaron con valentía porque sabían que ya no tenían nada que perder.

Francia mostró más recursos en la segunda parte, sobre todo un ritmo más elevado mientras Portugal trató de sobrevivir. Le faltaba una referencia poderosa en ataque (Cristiano) pese a que el lateral zurdo Guerreiro alargara al equipo. Fernando Santos recurrió a calidad técnica de Moutinho y al poderío como nueve de Eder.

Los dos mejoraron a Portugal, sobre todo porque Eder permitió a Nani ocupar su verdadera posición, de interior derecho. Deschamps rescató para el último tramo a Coman, otro portento atlético. Por ahí nació la jugada que Saint Dennis creyó definitiva: Gignac sentó a Pepe con un regate muy seco. El tiro, ante el suspense general, golpeó en el palo antes de la prórroga.

Guerreiro, una de las alegrías de la Eurocopa, avisó con un tiro de falta al larguero antes de que Eder se sacara un tirazo con el alma desde fuera del área que botó justo ante Lloris. El viejo Eusebio, allá donde esté, estará muy orgulloso de ellos.