Este curso escolar se verán probablemente más fiambreras en las escuelas y los institutos españoles, en las que los alumnos llevarán su comida de casa para que la familia se ahorre el recibo mensual (o, al menos, una parte) del comedor escolar. Llevar tartera era una opción limitada hasta ahora; en la enseñanza primaria pública, quedaba restringida a casos muy puntuales y sólo se daba más en institutos o en algunos centros privados. Pero ante la crisis y el aumento de casos que se vio el curso pasado, las autoridades educativas abrieron la puerta a esta posibilidad en diferentes autonomías (Cataluña, Madrid, Valencia, Galicia...). En alguna, se ha reglamentado, aunque se deja a los centros la decisión de permitir o no la tartera y cómo organizarse.

La cuestión es si llevar la fiambrera empeorará la alimentación de los escolares. Algunos especialistas en nutrición consultados opinan que no necesariamente, pero subrayan que la responsabilidad de que la dieta sea la adecuada recaerá en tales casos por entero en las familias y que hay muchos aspectos que tener en cuenta.

"En la mayoría de los estudios de los últimos años, se ha constatado que los niños comen mejor en el comedor escolar porque en casa, por lo general, consiguen comer sólo lo que quieren y no lo que deberían, mientras en la escuela prueban alimentos nuevos. Los comedores escolares se miran con reserva, pero en la mayoría se ofrece un menú nutricionalmente correcto, variado y equilibrado, pues suelen supervisarlos las autoridades de salud o nutricionistas", señala Rosa Ortega, catedrática de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid e integrante de la Academia Española de Nutrición, formada por expertos.

Dieta saludable

"Para preparar la fiambrera, lo ideal sería aplicar las mismas pautas que se siguen para elaborar un menú escolar", apunta Rosa Ortega. "Lo cierto - añade - es que hay que aconsejar que se ponga en la tartera de lo que menos a menudo se come: verduras, legumbres, hortalizas, piezas de fruta y un poco de pan, un alimento que se deja de lado por miedo a engordar y se acaba sustituyendo por otros que engordan más". Y, si se pone en la tartera de la escuela lo que más gusta al niño (para evitar que lo tire), en la cena habrá que servirle otros alimentos que debería comer y quizás le gustan menos.

Una dieta saludable debe incluir alimentos que aportan sobre todo hidratos de carbono (pasta, arroz, cereales), los que tienen mucha fibra, vitaminas y minerales (verduras, hortalizas y frutas), los que aportan hidratos y a la vez proteínas, como las legumbres, y los que tienen proteínas: carnes, pescados y huevos. Más pescado que carnes; más pollo, pavo o conejo y carnes magras que las grasas. El consumo de estos grupos de alimentos debe hacerse según unas cantidades y frecuencias recomendadas.

Muchas familias han descargado parte de la responsabilidad de una dieta completa de los hijos en el comedor escolar, dado el elevado número de niños que hacen en el centro educativo la comida principal cinco días a la semana. Según las recomendaciones nutricionales de cinco ingestas energéticas de alimentos al día que siguen muchos niños, la comida aporta un 30-35%. Así, en muchos hogares se escucha eso de "para cenar, cualquier cosa", un criterio que, si se recurre al almuerzo de fiambrera, se deberá revisar en muchos casos. "Es muy importante que la comida que se ponga en la fiambrera se plantee pensando en la que se ingerirá durante toda la jornada, que contando todas las ingestas haya la cantidad y variedad aconsejadas de nutrientes", dice Ortega.

Si se quiere comer de manera saludable, las familias que recurran a la tartera deberán planificar más detenidamente qué se cocina y se come cada día. "Eso puede ser un problema porque ya no se cocina en casa tanto como antes", reconoce Norma García-Reyna, psicóloga y nutricionista de la unidad de obesidad infantil del hospital Vall d´Hebron de Barcelona. Para preparar las tarteras, guías alimentarias y especialistas coinciden en proponer, por ejemplo, platos únicos que son fáciles de llevar e incluyen los diversos tipos de alimentos recomendados. Aunque no siempre es sencillo: si se pone una ensalada en la fiambrera, nutricionalmente muy recomendable, y se adereza en casa, horas después tendrá muy mal aspecto. Puede ser práctico reservar para las cenas en casa las sopas o cremas vegetales, frías o calientes, dado que son platos más difíciles de llevar en las fiambreras - aunque ya hay muchas clases de recipientes y termos en el mercado, entre ellos los inicialmente pensados para las papillas de los bebés, que se pueden ajustar a las distintas necesidades -.

Las tarteras deben contener fruta cada día (bien lavada, como los vegetales crudos). En cambio, aunque sean fáciles de preparar y guardar, se recomienda no abusar de los fritos. Dalmau puntualiza que "los rebozados tienen mala fama, pero porque muchas veces no se hacen bien; no son perjudiciales si están bien elaborados (con una capa fina de harina, con o sin huevo, y con aceite de oliva no reutilizado y bien caliente), y muchos niños y adultos comen mejor las carnes, los pescados y las verduras preparados así; aunque si se guardan muchas horas, ya no resultan tan apetitosos".

Los nutricionistas desaconsejan recurrir con frecuencia a los platos precocinados. Los fiambres, otra solución fácil, se pueden poner en la tartera, pero no cada día (ni tampoco un bocadillo), y, como ocurre con los quesos, cuanto más magros, más saludables. Para evitar que los alimentos se estropeen o que causen infecciones alimentarias, se debe excluir los lácteos y preparaciones con leche o nata, igual que algunas con huevo, como la mayonesa. También hay que separar en distintos recipientes los alimentos crudos de los cocinados. Las propiedades nutricionales de un alimento no varían mucho (algo sí) si se toma frío o recalentado, señalan los expertos, pero sí cambian el sabor, la textura..., lo que no es desdeñable en niños, pues puede hacer que rechacen algunos platos, señala García-Reyna.

Lo ideal es preparar los platos de forma que pasen las menos horas posibles hasta que se consuman y que enseguida después de hacerlos se guarden en frío, pero cocinar por las mañanas es otro obstáculo al que seguramente se enfrenten muchas familias por falta de tiempo.

La importancia de las raciones

Otra cuestión básica en la alimentación infantil, coinciden los expertos, es controlar la cantidad que se come, las raciones. García-Reyna apunta que un niño de unos seis años debe ingerir una dieta de unas 1.500-1.600 kilocalorías al día, y uno de 12, de unas 2.200 (otras fuentes aumentan ligeramente estas cifras, sin superar las 2.500). Los niños en edad escolar pueden comer el mismo menú, independientemente de su edad; la única diferencia es que la ración de los más pequeños debe ser algo menor que la de los mayores. Si un niño practica mucho deporte, puede comer más cantidad, pero no mucho más.

Sobre las raciones hay pequeñas variaciones según los especialistas o guías que se consulten, pero las familias españolas tienden a excederse, amparándose en aquello de que el niño está en edad de crecer, lo que favorece la obesidad. Los expertos son, de la misma manera, contrarios a que los niños estén a dieta; si hay un sobrepeso, se debe revisar qué come, cambiar malos hábitos y ayudar al pequeño a que sea menos sedentario y a que haga más ejercicio físico. "El niño debe aprender que, aunque esté rico, no se repite, y aunque sea poco comedor, debe comer de todo. O el hermano más comedor no debe acabarse lo que el pequeño ha dejado. Y no vale lo de tomar dos raciones del segundo plato, que gusta mucho, en detrimento del primero, que encima era verde", ejemplifica Dalmau. Si la dieta es completa y equilibrada y el niño está sano, tampoco serán necesarios suplementos dietéticos, añade. Y, de la misma manera, remata, "tampoco será necesario ser obsesivos y no permitir, por ejemplo, que un día el postre sea pastel o helado".