A punto de cumplir su tercer aniversario, Tito nos sigue sorprendiendo con sus tapas en una carta en rotación por temporadas, en lo que él define como «cultura de barra» que, en poco más de cuarenta metros cuadrados, la cercanía y la conversación lejos de las redes sociales dónde nació la idea del local, es la receta perfecta. «El mejor premio que puedo recibir es cubrir las expectativas del cliente, y verlo entrar de nuevo por la puerta», nos dice Tito, con la sonrisa como mejor ingrediente, eso siempre.