Han transcurrido treinta años desde las imponentes llenas de los barrancos de las Ovejas y Agua Amarga que anegaron el sector meridional de la ciudad de Alicante, con graves daños en el barrio de San Gabriel e instalaciones de la entonces Empresa Nacional de Aluminio (ENDASA), así como interrupción del acceso sur de la carretera nacional y vía férrea al núcleo urbano.

Las crecidas de los referidos barrancos e inundaciones del 20 de octubre de 1982 fueron originadas por lluvias de elevada intensidad horaria. Entre las dieciocho horas (T.M.G.) del 19 de octubre y las seis del día siguiente los pluviógrafos de los observatorios de Alicante (Ciudad Jardín) y del aeropuerto registraron respectivamente 217 y 200 mm (litros por metro cuadrado) de precipitaciones en ambos casos superiores a la mitad de sus precipitaciones anuales medias. La enormidad de esas cifras no proporciona, sin embargo, una idea cabal de la extraordinaria intensidad horaria de las precipitaciones. Para lograrla resultan imprescindibles algunos datos complementarios. Baste añadir que 200,7 mm, de ese total de 217 en Ciudad Jardín, cayeron en las siete primeras horas del 20 de octubre, y, de ellos, 136 en tan sólo dos, de las cuatro a las seis, con intensidad máxima de 180 l/m2/hora a las 5 horas y 35 minutos.

Además, con toda probabilidad, las lluvias resultaron aún más copiosas y concentradas en el tiempo para las cabeceras de la Rambla de la Zarza, barranco Blanco y barranco del Pepior, donde el bloque del Maigmó y los relieves adyacentes forzaron el disparo en la vertical de aire con fuerte carga higrométrica y sumamente inestable. La rápida acumulación de agua en los afluentes, a consecuencia de la elevada intensidad de las precipitaciones y de las acusadas características torrenciales de las superficies vertientes, sincronizó en las corrientes principales poderosas ondas de crecida.

Los mapas de altitud correspondientes a los días 18 a 20 de octubre contienen la secuencia íntegra de las etapas de formalización de un proceso de gota fría. En este caso, la depresión se hizo presente en todos los niveles, con una baja relativa (1.016 mb) de estructura frontal centrada en el norte de África, que enviaba aire cálido y húmedo del sureste sobre tierras alicantinas. En última instancia, la responsabilidad de estas precipitaciones de extraordinaria intensidad, capaces de igualar e incluso de duplicar con creces en el espacio de pocas horas el total anual medio, recae en el propio Mediterráneo, inmenso reservorio de agua y calorías.

Anotemos, por último, para concluir estas breves y apretadas líneas, que sería, con ocasión de estos sucesos y de los acaecidos simultáneamente en la propia cuenca del Júcar, cuando la expresión gota fría acabaría por difundirse y popularizarse rápidamente en las fachadas oriental y suroriental de España.