Que un tipo que, entre otras muchas lindezas, tiró tomates a su entrenador, se quitó la camiseta del Inter y la pisoteó en el suelo después de un partido de semifinales de Liga de Campeones ante el Barça, se coló en una cárcel de mujeres junto a su hermano Enock, menor de edad, lanzó dardos a los juveniles de su actual club, el Manchester City, durante un entrenamiento, dejó a su novia a través de un mensaje de móvil cuando estaba en directo en la televisión, se fotografió con dos capos de la camorra en Nápoles, acumula más de 11.000 euros en multas de tráfico y llegó a incendiar su casa al tratar de encender fuegos artificiales en el baño junto a sus amigos sea uno de los futbolistas más cotizados del mundo y el delantero titular de la selección italiana puede resultar incomprensible.

Pero la realidad es que Balotelli, con tan sólo 21 años, se ha hecho un hueco en la 'azzurra', a pesar de su mala fama. "Es un futbolista magnífico, pero le falla la cabeza", repiten una y otra vez los que le conocen. Y es que todas sus cualidades quedan en el olvido cuando al día siguiente de hacer un gran partido su cara copa las portadas de las revistas sensacionalistas de medio mundo fumando en una fiesta, acompañado por prostitutas.

Para entender a Balotelli hay que empezar por el principio. La suya es la historia de alguien que siempre ha sido la excepción, diferente, raro. Nació en la ciudad siciliana de Palermo, en 1990, con el apellido Barwuah. El de sus padres, Thomas y Rose, inmigrantes ghaneses. Mario tenía tan sólo un año cuando su familia se trasladó al Norte, a Bagnolo Mela, una pequeña localidad de Brescia. Una vez allí, el pequeño Mario enfermó gravemente del estómago y pasó un año en un hospital.

Los Servicios Sociales, debido a la precaria situación económica de sus padres, y con la aprobación de estos, le dieron en adopción a una familia italiana. A partir de ahí Mario pasó de apellidarse Barwuah a Balotelli.

"Cuando era pequeño le apuntamos a natación, a gimnasia... Le hacíamos realizar muchas actividades para cansarlo y que por la noche durmiera», explicaba en un reportaje emitido por Canal Plus el mayor de sus tres hermanos, Giovanni Balotelli. Una fuerza de la naturaleza con la piel muy negra en un mundo de blancos, en la Italia rica, rodeado de gente poco acostumbrada a convivir con alguien como él. Un fantasma, el del racismo, que aún hoy le acompaña. "Si alguien me lanza un plátano iré a la cárcel, porque lo mataré", dijo antes del inicio de la Eurocopa.

"Él sufría por ser una persona de color", reconoce su primer entrenador, GianniValenti. Sólo dentro del campo Mario se sentía bien. Con un balón era el rey. Marcaba la diferencia en todas las categorías inferiores. "Su vida era sólo fútbol. Quería ser el líder en el campo", relata Andrea Ferrarese, compañero de Balotelli en sus inicios, cuando jugaba en un pequeño equipo de Brescia.

Luego llegó el Lumezzane, equipo con el que debutó en una competición profesional, la C1, con tan sólo 15 años. Y luego el Inter. Y más tarde el Manchester City. Y siempre dando la nota, ya fuera por hacer un gol imposible, producto de una acrobática filigrana, o por ponerse en un programa de televisión la camiseta del Milán cuando militaba en el Inter dirigido por Mourinho, lo que le costó ser apartado del equipo. "Mourinho nos echaba la culpa a los entrenadores de la cantera de la falta de educación de Mario", dice uno de los técnicos de las categorías inferiores del conjunto interista. Genio y figura, Balotelli forma junto a Cassano una de las duplas de delanteros más atípicas de la Eurocopa. Sin duda, la más irreverente.

Para Mario la semifinal del jueves ante Alemania es una gran oportunidad de convertirse en héroe y dejar de representar durante un rato el papel de villano.