Alicante acoge entre el domingo y el martes el congreso nacional que organiza el Instituto de la Empresa Familiar. Francisco Gómez afirma que este foro económico será un hito para la provincia, pero, por encima de todo, subraya el papel que juegan a día de hoy las empresas familiares.

¿Qué supone para la provincia ser escenario de un congreso nacional como el que celebra el Instituto de la Empresa Familiar entre el domingo y el martes?

Como alicantinos, estamos encantados de que se celebre en la provincia un congreso nacional que va a reunir a las empresas familiares más importantes del país, y que va a contar con la presencia de Felipe VI, que, por primera vez como Rey, pisa la Comunidad Valenciana, y lo hace en Alicante. El congreso también permitirá que se conozcan mucho más de cerca las bondades de nuestra provincia y a nuestros empresarios, que son muy dinámicos; y que todos los que vengan se lleven un muy buen sabor de boca de lo que hacemos. Además, últimamente oímos hablar mucho y mal de la Comunidad Valenciana, y este congreso va a permitir todo lo contrario.

¿Qué peso tienen a día de hoy las empresas familiares a una provincia como la de Alicante?

El entramado empresarial de la provincia de Alicante es familiar en un 90%. Son empresas que hemos hecho los alicantinos, y también hay algunas que han fundado personas que han venido de otras regiones, pero que llevan tanto tiempo aquí que se sienten alicantinos, y defienden su alicantinidad, y a los empresarios y las empresas de la provincia. De hecho, los empresarios familiares de esta provincia son gente muy dinámica, capaz de irse si hace falta a buscar especias a la India, como hacían nuestros antepasados de Novelda. No nos arrugamos ante nada, y tenemos esa cultura del esfuerzo.

Sin embargo, tras años tan duros como estos últimos, ¿estar al frente de una empresa familiar es una ventaja o más bien un lastre?

La mayoría de empresarios familiares, en primera generación, nos hemos hecho a nosotros mismos. Yo soy de esa primera generación, soy empresario porque me gusta, y he puesto mi patrimonio en peligro porque amo a mi empresa. Mi empresa es otro hijo más para mí, es mi cuarto hijo. Por eso, es una ventaja, porque de lo que se trata es de mantener a tu hijo y que no se muera o no sufra. Eso te ayuda a agudizar el ingenio, y, si no puedes desarrollar un negocio aquí, irte fuera si es necesario para salvar la empresa. Hay empresarios pequeños que se han ido a Argelia con sus equipos y están haciendo allí estructuras de hormigón, porque aquí no pueden. Son esas connotaciones las que diferencian al empresario familiar y hacen que soporte mejor la crisis. Los empresarios familiares somos incapaces de tirar la toalla, y, si es necesario, morimos con la crisis. La falta de financiación externa, además, se cubre con la autofinanciación, poniendo es riesgo el patrimonio de nuestra familia si hace falta. Subsistes, reinventas, innovas y, al final, hay empresas que han conseguido superar la crisis con un crecimiento importante.

La planificación a largo plazo siempre ha sido una de las claves de las empresas familiares. ¿Cómo se consiguen inculcar esos valores en una sociedad en la que en los últimos tiempos tenían más peso el corto plazo y el afán por ganar dinero rápido?

Es verdad que eso era lo que predominaba en los años del boom: gente sin equipo y que sólo buscaba ganar dinero fácil. Sin embargo, a un empresario de verdad no le vale ganar dinero fácil. Los especuladores no son empresarios. Lo que queremos los empresarios es consolidar la empresa, que tenga continuidad para que perdure en el tiempo, y que mis hijos, mis nietos, y las generaciones sucesivas puedan vivir de ello. El problema es que la figura del especulador es la que ha calado en la sociedad, y ha hecho que mucha gente tenga de los empresarios ese concepto tan peyorativo. Eso nos ha hecho un daño terrible a los profesionales, a los que hemos creado equipo y a los que trabajamos dentro de un marco legal y serio. Los empresarios serios no se han aprovechado ni del Bárcenas ni del Granados de turno, se han aprovechado de ellos los especuladores.

Precisamente la sucesión ha sido tradicionalmente uno de los momentos más complicados para empresas familiares...

El mundo de la empresa en sí, como negocio, es complicado, pero el componente familiar lo complica más todavía. Por eso, AEFA tiene tan buena imagen y es tan querida por los empresarios, porque no es una asociación sectorial, sino que trata de resolver los problemas para que las compañías continúen. Antes no llegaba casi ninguna empresa a la tercera generación, y ahora la cifra está aumentando considerablemente, porque hay toda una cultura que se está inculcando entre los actuales dirigentes de las empresas y las generaciones que les van a suceder. Eso hacía falta, y de ahí la importancia de la labor que hacen el Instituto de la Empresa Familiar y las asociaciones territoriales. De hecho, la empresa familiar es cuna de emprendedores: los fundadores lo fueron en su momento, y los hijos o los hermanos también porque han nacido y vivido con esa cultura, eso hace que sigan, y, aunque sean doctores o profesores, aplican esos valores, inician otras aventuras empresariales y participan en los consejos de familia.

¿Se sienten respaldados por las administraciones y por la sociedad en general?

El ciudadano de a pie va dándose cuenta de que si no fuera por las empresas, especialmente por las pequeñas y medianas empresas familiares, no se crearían puestos de trabajo. Las empresas familiares son las que realmente están creando empleo, y la sociedad civil depende de ellas para poder trabajar, y eso cada vez cala más. Incluso los estudiantes lo tienen claro y se acercan a los foros que se hacen. Las administraciones, por su parte, aún tienen que cambiar mucho. Van en esa línea, pero la burocracia hace que vaya todo muy lento, y a veces no tenemos una Administración local alineada con las demandas sociales.