Expertos en demografía advierten de que los datos arrojados por el Movimiento Natural de la Población del Instituto Nacional de Estadística, según los cuales en España muere más gente de la que nace por primera vez desde al menos 1941, no son una circunstancia coyuntural y la tendencia persistirá en los próximos años porque no hay reemplazo generacional. No obstante, el director la Asociación de Demografía Histórica (ADEH), Diego Ramiro, cuestiona que la situación sea grave. "¿Supone un problema que en vez de 47 millones de habitantes seamos 42 millones? Yo no lo veo un problema, ya hemos sido 40 millones en otro tiempo, pero si de lo que hablamos es de la sostenibilidad del sistema de pensiones o del Estado de bienestar, entonces hay que combinar otros aspectos, no sólo demográficos", plantea.

Según explica, la población española ha llegado a este punto de inflexión porque hay menos mujeres en edad fértil ya que las generaciones de los 80 y mediados de los 90 son más pequeñas, porque "las que más natalidad aportaban, que eran las mujeres de origen extranjero, están regresando a sus países" y porque cada vez se tiene el primer hijo a una edad más avanzada, "y el calendario reproductivo no permite tener una familia más numerosa".

"Si se observa la tendencia en perspectiva, se ve claramente que nos mantenemos en torno a una media de 1,3 hijos por mujer desde hace una década. Ahora no hay visos de que pueda haber un repunte de la fecundidad que haga que los nacimientos se incrementen de forma tan grande como para cambiar la situación", señala. Según afirma, "esto es algo que iba a ocurrir y que seguirá ocurriendo, tener más muertes que nacimientos". "Las comunidades autónomas que tienen una población más envejecida como Galicia, Castilla y León o Asturias son las que tendrán un saldo más negativo, será donde más haya caído la población teniendo en cuenta sólo los nacimientos y las defunciones", apunta, para incidir en que "esto es algo que estaba claro que iba a pasar".

Sobre el cómo revertirlo, opina que "no depende sólo de una medida política concreta y acotada en el tiempo de un Gobierno, sino de una combinación de aspectos a poner en marcha para que las parejas decidan tener hijos". "Analizando los datos de fecundidad y cómo ha afectado la crisis, se ve que el nivel educativo afecta pero también la temporalidad en el empleo, de forma que a mayor estabilidad y nivel formativo hay menor caída de la fecundidad".

Por eso, indica que si se trata de atajar un posible problema de sostenibilidad del sistema, lo que hay que adoptar son medidas no sólo demográficas, sino económicas y dirigidas "al nivel de ocupación de la gente que está trabajando". "Si la mayor parte trabaja y aporta, no hay problema en que disminuya la población", asegura el experto, cuya organización celebra esta jornada un congreso monográfico sobre demografía histórica en Cádiz en que se abordan este y otros asuntos.

Una opinión distinta tiene el presidente de la Fundación Renacimiento Demográfico, Alejandro Macarrón. Si bien coincide en que no es coyuntural y la pérdida poblacional por baja natalidad se irá acentuando "y se acelerará", considera que es "muy preocupante". "Estamos entrando en una espiral lenta pero inexorable de nuestra muerte como pueblo", asegura. "Este debería ser uno de los temas de mayor prioridad de la política y la sociedad civil pero resulta ser un tema secundario o terciario. Somos una sociedad muy infantil a la que le cuesta reconocer que tenemos un problema, y lo tenemos. Hay que tomar medidas, en otros países han adoptado algunas con cierto éxito en el sentido de compensar económicamente a quienes tienen hijos o descargar a las empresas del coste de la maternidad", ha planteado.

En este sentido, incide en la necesidad de cambiar la tendencia a tener cada vez más tarde el primer hijo. "Se debe a razones culturales, porque en Francia lo tienen tres años de media antes que nosotros. En edades avanzadas se pierden más niños con abortos espontáneos o se puede o no tener ya un segundo o ni siquiera el primero por intentarlo ya demasiado tarde", advierte. Opina que "hay que crear un clima pro natalidad" de modo que para la gente "sea algo prioritario y meritorio", impulsando "valores sociales y una conciencia de que los hijos son necesarios". "Ahora a las mujeres que tienen muchos hijos las llamamos conejas en lugar de aplaudirlas porque están aportando a la sociedad y a las que se quedan en casa las llamamos marujas. Si fuésemos más conscientes del problema, seríamos más comprensivos", afirma.

Propone así "campañas pro natalidad", que es "la medida más barata" pero también compensaciones económicas a las madres, "porque no puede ser que paguen los mismos impuestos quienes tienen hijos que quienes no los tienen o quienes han tenido uno y quienes han tenido tres".