La hemeroteca dice que pocas medidas europeas han sido tan efectivas como la directiva que creó la etiqueta energética, destinada a mejorar la eficiencia de los electrodomésticos. Hasta tal punto que con el tiempo se ha debido reformular, porque la innovación tecnológica que ha provocado la han dejado anticuada. La letra A que marcaba la mejor opción hace quince años ha sido superada ampliamente. Ya se ven A+++ por doquier.

Este éxito llevó a la CEE a extenderla también a otros campos decisivos como la automoción o la construcción. Parece lógico pensar que si mejorar la eficiencia energética en los electrodomésticos ha traído consigo tales avances y ahorro de recursos, el etiquetado de la eficiencia energética de los inmuebles comportará a largo plazo beneficios incomparablemente mayores.

¿Cuánta energía consume su vivienda? Por supuesto que mucha más que una lavadora, porque el volumen que contiene es muy superior y por lo general la envolvente de las viviendas está peor aislada que la de las lavadoras. La pregunta correcta, la que permite extraer conclusiones útiles, sería: ¿Cuánta energía consumiría mi vivienda en condiciones normales de utilización? ¿Se diferencia en algo del consumo de la vivienda de al lado? ¿Qué podría hacer para reducirlo? ¿Sería rentable?

Todas estas preguntas se contestan en un simple documento, el certificado energético del inmueble. Fruto de una directiva europea que lo regula, lleva implantado en el resto de Europa varios años, y ahora le toca el turno a España. El pasado año se aprobó un proyecto de Real Decreto de Certificación Energética de Edificios Existentes, cuyo objetivo es trasponer la normativa europea. Solamente falta la ratificación por el Consejo de Ministros, que se presume muy cercana.

El certificado energético es el documento que asigna la etiqueta energética al inmueble. Es el informe de los resultados de un proceso técnico llamado certificación energética, que valora la eficiencia del inmueble en el consumo de energía mediante la evaluación del aislamiento de la envolvente del inmueble y de la eficacia de sus equipos técnicos. Debe ser realizado por técnicos legalmente habilitados, como son los ingenieros y los arquitectos.

Con toda seguridad la nueva normativa va a causar una evolución en el mercado inmobiliario, revalorizando las viviendas mejor acondicionadas en detrimento del resto. Por ello el certificado energético va a tener un indudable contenido económico, lo que mueve el foco hacia el técnico certificador. ¿Es suficiente que esté habilitado, o necesita formación específica para evitar dañar los intereses del cliente? La interminable oferta de cursos de formación que han aparecido en pocas semanas parece darnos una respuesta. Porque la cuestión que se perfila no es tanto pagar los honorarios de redacción del certificado, sino evitar una depreciación injusta del inmueble. La formación es, pues, la clave.