Como los bisiestos, cada cuatro años Trillo desembarca en Alicante en campaña electoral luciendo sus muchas tablas y una sonrisa inteligente, de niño travieso.

Su larga trayectoria como diputado "cunero", desde 1989, ha conseguido que hasta en la página web del Congreso junto a su nombre figure Alicante como lugar de su nacimiento. "¡Coño, no lo sabía!", espeta el cartagenero, entre risas, declarándose inocente del curioso error.

Fiel a su estilo, por dentro y por fuera, poco a poco van ganando terreno las patas de gallo en un rostro que conserva un aire dechaval de Nuevas Generaciones. A cambio, su gesto ha perdido la rigidez tensa de los últimos tiempos, cuando aparecía junto al ex-presidente Camps en sus estertores.

"¿Que si yo fui el enterrador de Francisco Camps? ¡No, por Dios! Mi papel fue el de un amigo leal y el de un asesor del que él se fía".

Más relajado a día de hoy, relamiéndose ante el triunfo que se les avecina, y las altas responsabilidades que puede ocupar en un nuevo gobierno de la nación, apunta que "ahora ya va habiendo paz en el PP en Alicante". Luego, como si la cosa no fuera con él, sin despeinarse, reconoce que "aquí había mucha crispación".

Pese a que esta campaña ha sido de perfil bajo y no de las de echar el resto, sus colaboradores más cercanos aseguran que Trillo tiene muchísima energía y que los tiene agotados. Él dice que encuentra la fuerza "amaneciendo hablando con Dios, pensando en él. Así pacifico mi ánimo y redimensiono las cosas". Y añade que, con los años, "uno tiene más conciencia de sus equivocaciones. Procuro evaluar y corregir, y no lo consigo".

No duda un segundo en responder que el momento más dulce de una vida política que le compensa fue "el ser presidente del Congreso. Me consideré cumplido. Lo habíamos conseguido". Con la misma contundencia, pero tornando serio el semblante como corresponde, señala que aunque se planteó dimitir varias veces durante su etapa como ministro de Defensa "sólo lo hice cuando el accidente del Yakolev. Fue, por supuesto, lo más duro de mi carrera".

Calla un momento, para continuar explicando que "estoy en paz, recordándoles cada día. Y sabiendo que, en la medida de mis posibilidades, la dación de cuentas que me corresponde a mí y a mis colaboradores se dió. Y se atendió a las familias. Pero sé que algunos no lo consideran así y lo asumo".

Con todo, en el balance se define "un privilegiado. La política me ha dado mucho más de lo que podía esperar. Me hubiera gustado hacer muchas otras cosas, escribir, hacer deporte, pero sería absurdo quejarme". Matiza, no obstante, que "estaba familiar y vitalmente más tranquilo entre 2004 y 2008, sin responsabilidades de partido. En esa etapa pude ocuparme más de mis hijos y de mi mujer".

De sus cinco hijos, cuatro han optado por el Derecho y una es periodista "de la canalla" y cuenta que ninguno le ha salido respondón con su ideología ni indignado. Habla de ellos y de sus carreras con orgullo de padre satisfecho.

Como no le gusta perder ni a las canicas, Federico Trillo no da por bueno que haya intentado, a lo largo de dos décadas, tener poder en el seno de su partido en Alicante y que la jugada no le ha salido. Simplemente, lo despacha con un "nunca he tratado de conseguirlo".

Y al preguntarle por sus viejas cuitas con Zaplana, se sumerge en el pasado y sonríe: "Bueno, es curioso. Zaplana y yo siempre nos hemos respetado y seguimos viéndonos con afecto. Somos dos estilos políticos muy distintos. Estilos políticos y humanos muy distintos", puntualiza, para que quede bien clara su intención.

De vuelta al presente, se permite ser generoso con su contrincante en esta contienda electoral, la ministra de Sanidad y número uno de la candidatura del PSOE por Alicante, Leire Pajín.

"A Leire le tengo afecto. Eso lo da el roce. Su mejor acierto es ser audaz en la defensa de sus ideales y de su gente. Y su mayor defecto, que a la vez es una virtud humana, el estar también muy apegada a su gente, tanto en Benidorm como en Madrid".