Acabado el ciclo electoral, con tres años por delante asentado con mando en plaza en las principales instituciones de la Comunidad hasta las próximas elecciones y con una voz potente en el Congreso, el proyecto de Compromís afronta un momento clave para su futuro. Debe resolver los dilemas que tiene encima de la mesa -discurso, organizaciópn y acción institucional- y las dudas que se han agudizado en unas elecciones generales que, aún manteniendo la delantera en el pulso con los socialistas por el liderazgo de la izquierda, han supuesto un primer toque de atención para la formación de Mónica Oltra, actor principal en la gestión Consell y en cerca de un centenar de municipios, entre ellas, las principales ciudades de la Comunidad.

El encuentro que la dirección de Compromís mantuvo el pasado lunes evidenció, con todo, que las relaciones entre los socios de la coalición se han suavizado. Y que el resultado de las generales -aceptable en números si se tiene en cuenta la situación de la que partían hace cinco años pero insuficiente por no cumplir los objetivos- les obliga a reforzar al máximo su deslabazada estructura con la vista puesta en las elecciones municipales y autonómicas de 2019, el gran objetivo de la formación. La reunión puso encima de la mesa cuestiones como la centralidad del discurso para llegar a una mayor porción del electorado, algo que la formación perdió en parte al sumar a Podemos para las generales de diciembre y todavía más al incorporar a EU a la alianza; la necesidad de reforzar la organización, un reto que la coalición tiene pendiente con déficits como, por ejemplo, la falta de participación que tienen los independientes que no forman parte de ninguno de los partidos; o la obligación de «vender» mejor la acción institucional de Compromís allá donde forma parte del gobierno.

La vicepresidenta del Consell y líder de Compromís, Mónica Oltra, puso ayer el dedo en la llaga sobre la cuestión de la radicalidad de un mensaje que, al final, terminó por movilizar el «voto del miedo» a favor del PP. «El electorado está más en la centralidad del tablero y no ha visto con buenos ojos la confluencia con Izquierda Unida», lanzó Oltra en una entrevista en la Cadena Ser en la que recordó, además, que «en matemáticas dos más dos son cuatro», pero «en política a veces dos más dos son tres y a veces cinco». «En Compromís cubrimos un amplio espectro del electorado al que probablemente con determinadas confluencias no se llega igual, una circunstancia que tendremos que analizar con calma», subrayó Oltra marcando distancias y recogiendo un sentir generalizado en la reunión de su ejecutiva. El objetivo para mantener la Generalitat y liderarla en 2019 es sumar a un electorado transversal al que no se puede «asustar». Y a pesar de continuar como segunda fuerza por delante de los socialistas, la confluencia con EU no ha sumado ni una sola papeleta.

La conclusión de los dirigentes de la coalición es que el proyecto que deben potenciar es Compromís de cara a las autonómicas y municipales. Pero también en el caso de futuras alianzas electorales que la coalición quiere liderar desde un perfil propio a diferencia de una campaña, la que ha culminado en los comicios del pasado domingo, en la que el discurso en la Comunidad se centró en clave de España. «Las alianzas electorales, en ocasiones, son positivas. No nos da miedo a pactar. Había que buscarlas. Hay otros proyectos -caso singular del BNG en Galicia- a los que el impacto de Podemos se los ha llevado por delante. Estamos a favor de esos acuerdos, si son necesarios, pero deben contar siempre con nuestro liderazgo», resumió de forma gráfica un alto dirigente de Compromís.

Junto al dilema del discurso -radical o más amplio-, de las alianzas -estratégicas o puntuales- o del mensaje -perfil propio en clave valenciana o diluirse en el debate de España-, Compromís tiene que decidir también el rumbo que toma como estructura. Una organización que participa en el gobierno de la Generalitat, en un centenar de ejecutivos locales, con 800 concejales, 19 escaños en las Cortes, 6 parlamentarios en Madrid entre el Congreso y el Senado y un diputado en Bruselas, sigue a expensas de las decisiones de los partidos que la forman, con aún pocos espacios de convivencia y con puntos débiles como la falta de mecanismos de participación de los independientes. Un grupo relegado dentro la coalición cuando, por contra, son uno de sus principales activos de conexión social y son la segunda fuerza con más volumen de afiliados dentro de la compleja estructura de Compromís.

De las conversaciones entre dirigentes de Compromís y de algunas intervenciones que se produjeron en la ejecutiva se desprende que el objetivo es reforzar al máximo la organización -la marca electoral se ha revelado como efectiva- para que deje de ser un gigante con «pies de barro» y sirva como base para 2019, donde los socios de Compromís se ven como parte fundamental para continuar con el cambio que arrancó en el Pacto del Botànic. No está definido si será a través de una federación de partidos o de un nuevo modelo, aunque sí parece descartado que Compromís funcione como una organización única. Y, además, otra cuestión a resolver que, sin embargo, no salió a la palestra en el encuentro de la dirección: ¿Cómo reducir el «problema» de Alicante? Una provincia en la que la organización tiene dificultades estratégicas y donde la media electoral está cuatro puntos por debajo. El primer dilema que tiene ahora por delante la organización está resuelto. En Madrid, Compromís quiere distinguirse durante la legislatura como la minoría valenciana en el Congreso con una agenda propia al margen de Podemos. Pedirán grupo y, si la Mesa lo deniega, se integrarán en el Mixto. Es una cosa menos y no ha generado ninguna discusión. Pero tienen muchas cosas por resolver.